Cuaderno Nº 179

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GUALEGUAYCHÚ, Domingo 5 de marzo de 2000CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 179
La torre de la Catedral, su reloj y la cruz (Nati Sarrot)
CVADERNOS en EGB (Por Silvia Razzetto de Broggi) 1 -  ÉPOCA COLONIAL. PUEBLOS DE INDIOS I

La torre, su reloj y la cruz

Nati Sarrot

Sobre la copa de los árboles de la Plaza San Martín asoman, allá atrás, las torres de la Catedral con su terminación en bóveda ovoidal, las que se elevan y magnifican con dos cruces.

Triunfan entre el prodigio de la fronda de los días finales de 1999, y la cámara fotográfica de CVADERNOS capta desde una altura, al sudeste del Templo, una imagen que será irrepetible en su conjunción de elementos y de luz.

Frente de la Iglesia San José hacia 1900. A izquierda de la fotografía, la estatua del Pbro. Luis N. Palma, de Lucio Correa Morales (1852-1923). Con el tiempo se llevó más atrás y después se la protegió con una reja.

Plaza Independencia (hoy San Martín). Desde 1910 la columna demolida, en parte sirvió para enclave del monumento al Gral. José de San Martín que se inauguró en ese año. 

La columna se había levantado en 1879. 

Otro elemento que ubica espacio y tiempo es el viejo edificio de la Escuela Mixta, renovado para 1913.  A izquierda y al fondo, la Iglesia.

Le aparecieron a la Iglesia San José sus primeras torres, cuando la Patria cumplía cien años. 

Levantadas por la empresa constructora de Gualeguaychú, Delfino Hermanos y Compañía, trabajando en la obra: como capataz, Juan Marín; como oficiales: Isabelino Caballero, Antonio Arretundo, Juan Isola y Lorenzo Alessandri y como peones: Justo Marín, Roque Ghiglione, Pedro Meniscardi y Antonio Onetto, además de un ayudante o cadete de catorce años llamado Guillermo González. 

La inauguración fue de alegría y orgullo, el 16 de marzo de 1910.

En una ciudad sin edificios elevados, aquellas agujas del Templo parecían altísimas, y la cruz enclavada en el extremo de la más cercana a calle Urquiza, sobre los casi 48 metros que se medían del suelo a la cúspide, se hacía visible para casi todo el radio urbano.

Primero fue esa cruz. La otra torre debió esperar años para sentirse coronada por el símbolo de la Cristiandad.

El reloj fue entregado por la Comisión que trabajó al efecto, el 9 de julio de aquel mismo año de 1810, y las campanas ya sonaban en celebración del Centenario de la Libertad.

En 1928 el Pbro. Juan Carlos Borques donó una nueva campana que se agregó con su bendición, bautizándola: María Josefa... Todo en la misma torre.

En 1957 la Iglesia San José (por Bula del Sumo Pontífice Pío XII, del 12 de febrero), se erige en Catedral, sede de la Diócesis de Gualeguaychú que comprende: nuestro departamento, los de Tala, Gualeguay, Uruguay, Victoria e Islas del Ibicuy).

Las torres del templo, con problemas en su estructura, se debieron demoler y se reconstruyen dando a la cúspide la forma que ajusta a su nuevo rango eclesiástico.

Sobre las bóvedas, las cruces como ascendidas en equilibrio, son símbolos perdurables de la Fe que ha sustentado los días de San José de Gualeguaychú, en los que ha apoyado sus proyectos de porvenir.

Al mismo tiempo se había completado el frente que, desde 1890, mostraba sólo el pórtico con cuatro elegantes columnas de basa y fuste sobrios y capitel corintio, enmarcando el atrio que albergaba desde 1898, la bella estatua al Pbro. Luis Nicolás Cayetano Palma, anterior Cura Párroco de Gualeguaychú, obra del escultor Lucio Correa Morales quien llegó a nuestra ciudad el 1 de setiembre para dar sugerencias sobre el emplazamiento de la base y monumento.

Iglesia Parroquial y Esc. Rawson (circa 1925). El frente del templo concluido. (Su Cura Párroco José María Colombo, desde 1905 al 1915, movilizó al pueblo para dar al Templo de Gualeguaychú la presencia y el ornato que le correspondían). La Escuela con una delicada verja de hierro a modo de cresta. (hoy desmontada).

Desde el ángulo S. E. de la Plaza San Martín, la Escuela sin su cresta, y mansarda, sólo la balaustrada y frontis moldurado, en ochava. La torre por el momento, sin cruz, sin reloj y sin campana alguna. La Casa Parroquial y el salón del cine parroquial hacia calle Urquiza.

Desde la Plaza, en primer plano, la hoy Catedral. A su derecha, la Casa Parroquial de una planta y el Cine Palma en construcción. Detrás del Templo el horizonte es una línea que sólo cortan su cúpula y sus torres.

CVADERNOS

en 

EGB

1

Por Silvia Razzetto

de Broggi

Hace más de quinientos años, las tierras que bordean los ríos Paraná y Uruguay eran recorridas por hombres y mujeres de piel cobriza. En busca de alimentos se trasladaban de un lugar a otro. La naturaleza les permitía preparar una dieta alimentaria sencilla y frugal.

En las primeras décadas de 1500 exploradores de piel blanca, robustos, barbados, unos navegando en barcos de vela o en canoas impulsadas a remos, otros marchando a pie o a caballo, observaban esas mismas tierras. Asombraba el paisaje de abundantes verdes, rico en árboles, plantas y pastos. Aquí era posible desarrollar el cultivo del trigo, las cría de caballos, vacas, ovejas y aves de corral.

Entonces, en un mundo indígena, comenzaron a establecerse hombres y mujeres de piel blanca, españoles y cristianos. Agrupados en pequeñas comunidades construían sus casas de paredes de barro y techos de paja, rodeando la Plaza Mayor. Así fueron surgiendo Asunción, Corrientes, Santa Fe, Buenos Aires, hoy importantes ciudades del litoral fluvial.

A un lado y otro del Paraná y del Uruguay, alrededor del año 1600 se instalan pueblos de indios, llamados Reducciones (*), muchos organizados por la Compañía de Jesús, otros por Franciscanos y Dominicos. La Corona española pretende que estas Órdenes Monásticas trabajen en la Evangelización de los naturales, incorporando los valores de la cultura occidental: trabajo agrícola, monogamia. Pero además, es necesaria la efectiva ocupación del territorio frente a los avances de un vecino peligroso: Portugal. Poblaciones portuguesas se establecían en el litoral atlántico brasileño y avanzaban sobre territorios hispanos.

Al establecerse una Reducción el Gobernador las habilitaba con bueyes, vacas y caballos. Les adjudicaba tierras para estancias y chacras, herramientas de labranza, maestros carpinteros, maestros herreros y los útiles necesarios para el culto católico: imágenes de santos, cálices, ropas de liturgia y campanas para las iglesias.

Los indígenas pronto demostraron sus aptitudes para el trabajo y para la música.

Al asentarse las primeras Reducciones Jesuíticas, a partir de 1609, fue el arte musical uno de los elementos que más ayudaron a su crecimiento.


(*) Reducción: Población indígena, agrupada con forma de vida libre, sin contacto con el hombre blanco no religioso y sólo bajo la protección de sacerdotes misioneros.

Se instalan pueblos de indios, llamados Reducciones, muchos organizados por la Compañía de Jesús, otros por Franciscanos y Dominicos

En la Navidad de 1620 al Padre Juan Vaseo se lo veía muy contento. En la escuela de música había preparado un coro de indiecitos guaraníes. 

Participarían en las fiestas del Nacimiento del Niño Dios, en un pueblito del Guayrá, tierras arriba de las Cataratas del Iguazú. La gente asistió a escucharlos atentamente. La actuación sorprendió y gustó a todos.

El entusiasmo del Padre Juan era contagioso. Decidió bajar con sus niños hasta Asunción y mostrar a su Superior los logros alcanzados. Cuando llegaron a esa ciudad le informaron que acababa de salir. Sin dudar un momento embarcó a los pequeños y navegando Paraná abajo llegó a Corrientes.

Las presentaciones fueron saludadas con entusiasmo y admiración. Tantos aplausos hubo que el padre Oñate se ofreció a acompañarlos hasta Buenos Aires. Embarcaron nuevamente y salieron al gran río en dirección al Sur. Cómo cambiaba el paisaje! 

¡Cómo se alejaban las costas!. Atrás quedaban las tierras altas de la selva guayrena.

Delante veían aguas marrones, costas bajas y bosques. Otros barcos y balsas surcaban las mismas aguas. Unos llevaban yerba y tabaco, otros cargaban maderas y frutas; iban también hacia el sur. En la ribera derecha contemplaron la pequeña Santa Fe; casas bajas, calles polvorientas. 

Hombres pescando allí, arreo de caballos y vacas allá hacia la costa alta de la izquierda. 

Llegar a Buenos Aires fue una fiesta de risas y sonidos. El Padre Vaseo los presentó a las autoridades. Allí estaban nada menos que el Señor Gobernador, el Señor Obispo, los miembros del Cabildo, los Padres Franciscanos, los Dominicos, los Jesuitas y todos los pobladores. Grandes y chicos escuchaban las vocecitas guaraníes cantando un latín música sacra y profana. Los pequeños estaban alegres. Por el éxito alcanzado permanecieron toda la Cuaresma de 1621 en la ciudad-puerto. Asistieron a las corridas de toros a los juegos y espectáculos en la Plaza Mayor. Temblaron con la sudestada y los remolinos en las calles de tierra. 

Saborearon otras comidas. Recibieron muchos regalos y regresaron. En el viaje de vuelta, comenzaron a sentirse mal. El padre Juan comprendió que se habían contagiado de viruela. En Asunción enterraron a dos niños y a partir de allí uno a uno fueron muriendo mientras se internaban en el territorio del Guayra. Sólo quedaron dos de los dieciséis que salieron en la gira. Estos chicos vivieron para pro pagar la epidemia en la reducción. "Ea, padre Juan, vámonos al cielo" murmuraba uno de sus músicos enfermo. El Padre Vaseo murió junto a ellos La viruela asoló, por un tiempo, la región.


Fuente: Carta del Padre Ruiz de Montoya a sus Superiores. Citado por Lucía Gálvez en "Guaraníes y Jesuitas. De la Tierra sin Mal al Paraíso". Ed. Sudamericana. Bs.As. 1995

Juan Vaisseau, a quien solían llamar Vaseo, nació en Bélgica. Antes de ingresar a la Compañía de Jesús estudió música y por su excelente desempeño mereció el aplauso y el apoyo de los príncipes Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia. 

En su país de nacimiento se cultivaba la música, especialmente el canto coral y en el siglo XVII residieron allí los más re conocidos constructores de órganos e instrumentos de cuerdas.

Se considera que el padre Juan Vaseo es el primer maestro de música en los pueblos situados entre el alto Paraná y el alto Uruguay. A él se debería la introducción y divulgación de la música homófona en el Río de la Plata.


Fuente: Guillermo Furlong. S. J. "Arte en el Río de la Plata- 1530- 1810- Ed. Tea. Bs. As. 1993. Pág. 178.

Juan Vaisseau mereció el aplauso y el apoyo de los príncipes Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia.
INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Silvia RAZZETTO de BROGGI - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI - DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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