Tiene el aguaribay, o como se llame, según donde se levante, el respeto de los mora dores del lugar y tiene su leyenda, o sus leyendas, que cada cual acomoda la anécdota a su gusto. Nunca falta el individuo que por tal o cual causa fue convertido en aguaribay, como no falta la niña que obtuvo del árbol la cura para el mal de su madre.
Según se cuenta, una joven desesperada porque no había manera de salvar a su progenitora, afectada por un mal que la desmejoraba día a día, se sentó llorosa al pie de un aguaribay y al extender sus manos abiertas con las palmas hacia arriba, en súplica a Dios, para que le diera su amparo, su ayuda y la salvación de la madre enferma, una gota amarillenta cayó en cada una de sus palmas. Emocionada, la joven quedó inmóvil y otras y otras gotas cayeron.
Cuando ya el conjunto de gotas había formado una pasta, una voz le ordenó que corriera a aplicarle todo aquello a su madre. Así lo hizo la niña y la mujer curó de su mal.
Cada árbol, cada planta, está en el mundo por alguna razón. La vida es una complementa Ición de lo que uno hace por conservarla recogiendo lo que la Naturaleza nos brinda. En el caso del aguaribay o terebinto o como se le quiera llamar, lo que da es abundante y como en la leyenda de la niña que tenía la madre enferma, su aporte es tan interesante, o más que la leyenda misma.
(Télam. Por Alfredo Burnet Merlin)