El estado de aislamiento, de indefensión ante los avatares del tiempo y el poder de los grandes terratenientes que asfixiaba las aspiraciones de crecimiento de quienes se radicaron en las riberas de los cursos de agua del sudeste entrerriano, desde 1750 en adelante, fueron fuerzas acuciantes acentuando prioridades que desplazaron la atención y la acción hacia otros fines.
Los baúles que trajeron al afincarse debieron permanecer cerrados y sólo ventilados en momentos muy especiales.
MISAS, CASAMIENTOS Y BAUTISMOS
En cuanto el sentido de permanecer aquí y la necesidad de hacer vínculos, obliga a reunirse, en primer término para asistir a los oficios religiosos en visitas esporádicas de sacerdotes las que se aprovechan para consagrar bautizos y casamientos comunitarios (no sólo de la zona sino de las vecinas), es natural que, sin más dictado que las ideas y las manos de las mujeres, las viejas prendas se revisaran y-cambiaran adaptándolas para su uso.
El avance del siglo XIX comienza a evidenciar diferencias y a pronunciar estamentos en la sociedad. Con la seguridad de los bienes, apoyados en antecedentes de linaje algunas veces, se afirma esa clasificación entre nuestras familias, estilo que caracteriza a la sociedad colonial toda.
UN MODO PROPIO
Es significativa, sin embargo, la actitud de Gualeguaychú frente a los cambios que la comunicación con otras zonas provoca a causa del comercio, de las campañas libertarias, de mudanzas de familias, de visitas e ingreso de nuevos vecinos, etc.
Domina sobre sus usos y costumbres, su habitación, su mobiliario, sus diversiones, celebraciones, etc. una forma austera que le es natural y distintiva.
La Villa en su aspecto edilicio, es reflejo de ello con su imagen, que recogen y des criben los Viajeros llegados - por esos tiempos y que trasmitieran en sus notas, pintándola una villa blanca, chata, con casas de frentes lisos. Los muebles imprescindibles, el recato en modales.
Hasta por 1910, Jules Huret nos dice en "La Argentina desde Buenos Aires al Gran Chaco": Gualeguay, Gualeguaychú y Concordia, en todas se observa la misma disposición en tablero de ajedrez y una sola planta. Calles sin empedrar, aceras de baldosas rojas. Idénticas ventanas enrejadas, detrás de las cuales se ven mujeres empolvadas y peinadas con esmero.
Si llevamos el cuadro aún cien años antes es claro ubicar a la moda imbuida en ese criterio de austeridad general.
Las escuelas forman exclusivamente a varones hasta mediados del 1800, tanto que es difícil hallar mujeres que supieran firmar. En las niñas se acentúa la enseñanza de labores y religión, con algunas nociones de aritmética y lectura, conducta apoyada por los padres en la creencia de que la posibilidad de comunicarse libremente podía exponer a sus hijas a concertar hechos no convenientes a su suerte.
Las ropas se hacen y arreglan en las casas de familia mano, (la primera máquina de coser ingresa al país por 1853). Lo mismo ocurre con el calzado en general que se arregla en el hogar. Sin embargo, lentamente el papel del sexo femenino, en la necesidad de defender y asegurar sus bienes y el de los sucesores, diversifica su función y su acción.