Cuaderno Nº 170

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 17 de octubre de 1999CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 170
MANUEL PORTELA- CANTO A GUALEGUAYCHÚ- LA DESPEDIDA- EL ENCUENTRO- EL SUDARIO

MANUEL PORTELA,

Poeta del amor, la ternura, el paisaje y los ecos ciudadanos

Manuel Portela

Nació en Salto, de la Rca. Oriental del Uruguay, el 24 de noviembre de 1897. Cuando el nuevo siglo comenzaba a correr, su padre, "el abuelo Manuel" como lo nombra su nieto, el conocido escribano y cuentista Luis Manuel Portela, convecino que hoy nos informa, decidió trasladarse con su numerosa familia a Gualeguaychú, Entre Ríos. 

Aquí se radica en la esquina sudeste del cruce de Alem y del Valle. La familia ha crecido y ya se integra con nueve hijos de los que el mayor es Manuel. El abuelo debe hacerse cargo de la crianza de sus niños que quedan tempranamente huérfanos, y en el mayor recae mucho de esa responsabilidad, al tiempo que atienden el bar de ese barrio del Puerto, tan visitado por vecinos de la zona de quienes desempeñan tareas de carga y descarga de productos, como de los empleados de las oficinas de las agencias marítimas y también de los hombres de río y de mar, que llegando a los muelles, bajan de los barcos con sed de escuchar voces y ver caras nuevas. En ese ámbito, el hijo mayor hacía tareas de ayudante. En tanto debían resultarle pequeños ojos y oídos para grabar y poder asimilar tanta escuela de vida.

Es que, aquel bar, era un ambiente en el que los asistentes convivían en un clima de consideración mutua, bajo el tutelar control del patrón que, sin decir palabra ni alardear leyes, establecía los límites de cada uno, permitiéndole espacios de expresión para explayarse en anécdotas enriquecedoras y en gestos reveladores.

Manuel Portela alcanzó sólo al tercer grado de la primaria. La lectura de libros y periódicos lo llevaron a obtener lo que su inteligencia y sensibilidad le pedían. Le agradaba acercarse a las manifestaciones de la gente y cultivar el reguero de la poesía popular, tan en boga en la rica expresión de los payadores. Con todo esto Manuel Portela, el poeta, el periodista y el hombre, cimentaron su autoridad y solvencia literarias.

Enamorado de Gualeguaychú, de su paisaje, de sus habitantes y de su historia, se quedó para siempre aquí y fue uno más viviendo sus días y sus noches.

A los veintiún años solicitó y obtuvo Carta de ciudadanía argentina. Ingresó en "El Censor" como periodista. Fue designado Secretario rentado del Concejo Deliberante de la Municipalidad y ya en plena madurez, la vida comercial lugareña lo incorporó como titular a la tarea de un escritorio de compra y venta de bienes inmuebles urbanos y rurales.

Fue promotor y actor en instituciones como en el Club Social y Deportivo Neptunia de Gualeguaychú del que fue presidente.

Casó con Blanca Mosto. Del matrimonio nacieron Luis Manuel y Jorge Eduardo. En 1933, cuando su lugar de adopción cumplió 150 años, publicó "Canto a Gualeguaychú" estrofas de emocionado reconocimiento a la ciudad "de nombre indio y corazón cristiano". 

CVADERNOS ha seleccionado algunas estrofas con las que adhiere celebrando el doscientos dieciséis aniversario de su fundación al que arribará mañana 18 de octubre de 1999.

Luis Alberto Ruiz, en su Antología de poetas entrerrianos de Colección Argentina, 1955, dice: "El 1 de junio de 1949, después de dolorosa enfermedad, falleció (Manuel Portela) en Gualeguaychú antes de poder llevar a buen término un estudio histórico de la ciudad que lo adoptara". 

Desarrolló "El asalto y saqueo de Gualeguaychú por Garibaldi" estudio de un hecho trascendente ocurrido en nuestra ciudad en 1845. Editó en 1944 Canto a Entre Ríos... "un poema dividido en tres partes donde el relato histórico se ve desbordante de exaltación patriótica" (de Gualeguaychú, ciudad de poetas -Ensayo histórico- de Mevia V. de Grané, 1977) quien ilustra con una cuarteta: "Es grande y primitivo el escenario / y tanta la belleza del paisaje, /que el alma se arrodilla y como en éxtasis / le canta su lenguaje".

Había iniciado su obra poética "acentuadamente modernista" aunque se viviera la retirada del movimiento. Y continúa diciendo L. A. Ruiz: "De 1934 data su obra más organizada, "Música vana" libro al que había precedido otro, "Sonetos del buen amor" (1931). 

No son los temas sino cierto aire, ciertas palabras, cierto clima, el tono del modernismo. "La tarde, como un ave enamorada, plegó la seda de sus rubias alas" tipo metafórico, netamente familiar a los Crepúsculos del jardín. Pero luego más también "Martirizaron tus pequeñas manos / la fragante blancura del pañuelo" 

Manuel Portela en el Rincón de los Poetas, Plaza San Martín, Gualeguaychú.

En 1945 se edita en cuadernillo "Doce Romances y una Balada" en talleres gráficos La Hobena de Gualeguaychú. Su contenido estaba signado por su autor para dormir el sueño de la privacidad, pero no fue así, a propósito de lo que él mismo expresa en el prólogo:

Algunas de estas poesías no debieron abandonar la carpeta en que se han guardado las producciones cuyo destino es el de no ver la luz pública, unas por su contenido intimo y otras por falta de actualidad... ¿Cómo explicar esto?... Y si lo sé.

Por qué no reprimir un impulso que puede ser interpretado como un desafío al nuevo gusto imperante, para el cual Heine y Bécquer han muerto dos veces: física y literariamente.

Si bien, como se sabe fue difícil escapar a la influencia de Rubén Darío, en los Romances y Baladas de Manuel Portela se puede ver claramente la de Federico García Lorca como en "Romance de la niña coqueta":

¡Con qué donaire camina / cuando la niña pasea! / ...Ay, niña, niña del alma; / ay, niña hechicera; / Qué ademán tan señoril / el de tu mano pequeña / ¿Quieres mostrar el anillo, / en el que brilla una gema? / Ay niña de mis tormentos; / ay, niña, niña coqueta: ¡Cómo manejas los ojos, / los ojos que me manejan!...

En la obra del poeta recordado, quedó sin editar "Cucuruchos" que, sin duda, incluiría "La azucarerita", poesía que recitaba con singular encanto en festivales escolares de la época, Minina Mesa Acevedo, alumna de la Escuela Guillermo Rawson, pieza que por sí sola prometía la exquisita selección integradora de un poemario infantil.

CANTO A GUALEGUAYCHÚ

(en el 150 Aniversario de su fundación)

Gualeguaychú; tienes un nombre indio 

y un corazón cristiano... 

Cuando te evoca mi cariño 

te transforma en aquellos cuatro ranchos

que a fuerza de ser criollos eran nidos de hornero, 

nidos de paja y barro 

que en un abra del monte se agrupaban,

religiosos y honrados,

---

Y te admiro en tus hijos valerosos, 

fuertes como quebrachos, 

disputándole al monte su derecho 

de ir abriendo caminos hasta el campo.

---

Y te admiro en tus hijas,

en tus nobles mujeres, cuyas manos 

supieron convertir, en tierra virgen,

como en un bello cuento de milagros, 

en madreselvas a los cicutales

y en malvones y achiras a los cardos. 

Te acompaña después el pensamiento 

hasta el día por todos celebrado

en que llegó a estas tierras de minuanes 

el valeroso hidalgo,

el noble Don Tomás de Rocamora,

a cumplir el mandato, 

el mandato del tiempo y de la historia

de ir sembrando ciudades a su paso

y te veo después, cuadriculada, 

trasplantada en un día por su mando 

junto al Gualeguaychú, al dulce río 

de los sauces ancianos;

---

Y te admiro en el nombre de tus hijos, 

de tus hijos más grandes y preclaros: 

en Andrade y en Méndez, 

en Fray Mocho y Magnasco.

---

Y así llego a los días en que vivo

a tu destino tan ligado, 

que te siento en mi sangre con la fuerza 

de todo tu presente y tu pasado..

---

Y te admiro, oh, ciudad de mis amores,

en tus bellas mujeres, que te han dado 

la fama tan gentil de que transforman 

tu avenida de Mayo 

en la enorme vitrina de muñecas 

que se fugó de un cuento o de un milagro.


MANUEL PORTELA

Gualeguaychú, 1933

SONETOS DE AMOR

(de "Música Vana"- 1934)

LA DESPEDIDA


La tarde, como un ave moribunda, 

plegó la seda de sus rubias alas;

y la tristeza de los viejos talas

se tornó más solemne y más profunda.


Martirizaron tus pequeñas manos 

la fragante blancura del pañuelo, 

en tanto que un enorme desconsuelo

entornaba tus ojos africanos.


Añoramos la eglógica fragancia 

de la breve novela de la infancia. 

que truncamos aquel atardecer.


Se durmieron mis manos 

en tus manos nos despedimos como dos hermanos

y desde entonces no te he vuelto a ver.

EL ENCUENTRO


Iba pensando en ti cuando el acaso 

nos puso frente a frente por primera 

vez desde aquella tarde en que a la vera 

del tajamar nos sorprendió el ocaso.


Hubo en tus ojos el más fino raso 

como un amanecer de primavera 

y engarzaron tus labios la hechicera 

sonrisa con que triunfas a tu paso.


Me hirió tu absolución profundamente

y arrepentida declinó mi frente... 

Y cuando te perdías a lo lejos,


tal vez martirizada por la pena, 

pensé que eras muy joven y muy buena 

para mis días demasiado viejos.


EL SUDARIO


Al volcarse la tarde en el abrigo 

del sauzal de pictórica opulencia, 

la frialdad de tu torva indiferencia 

dejó en suspenso mi ademán amigo.


Me abismé en el recuerdo en que mitigo 

el dolor que destila tu inclemencia 

y se vistió mi ensueño de la ausencia 

de la vaga sonrisa que persigo.


Nunca me hallé más solo que ese día 

ni fue tan vana mi filosofía... 

Y al insinuarse las primeras sombras.


en las aguas del río solitario 

envolvieron a modo de sudario 

el dulce idilio que ya nunca nombras.

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Silvia Razzetto de Broggi - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI - DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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