Cuaderno Nº 88

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 19 de Mayo de 1996 CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 88
GABINO EZEIZA. EL PAYADOR CÍVICO (Marco Aurelio Rodríguez Otero)EL ANTIGUO COMERCIO DE LA CARNE. SALADEROS Y GRASERÍAS (Nati Sarrot)-  Origen de la ganadería entre-riana- Vaquerías- El saladero- La máquina de vapor- Mano de obra- Gualeguaychú. Su fuerza- Juan Iriarte- Charque- Tasajo- Medidas   LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV (Edición Impresa)- Entre Letras y Pinturas (Carlos María Castiglione)- Platería, un culto universal – Soperas- (Aurelio Gómez Hernández)- Renunciar a los ídolos (Juan Pablo II)

GABINO EZEIZA. EL PAYADOR CÍVICO

Marco Aurelio Rodríguez Otero

En 1910, Gualeguaychú se preparaba para festejar el Centenario de la Revolución de Mayo. En el mes de febrero, llegó el famoso payador en calidad de empresario artístico y ofreció un espectáculo inolvidable.

Año 1902, Gabino Ezeiza (Foto de Cara y Caretas)

GABINO EZEIZA nació en Buenos Aires el 3 de febrero de 1858. A los 15 años, un pulpero le regaló una guitarra española a la que ató cintas argentinas. Nunca, ni aún en extrema pobreza se separó de ella. Tampoco se desprendió de aquel prendedor de corbata que le obsequiara don Carlos de Borbón.

Su padre le heredó el color de la piel y el apellido de los Ezeiza de quienes fue esclavo. Gabino aprendió a leer y a escribir en la calle; formación que le permitió improvisar glosas correctas, ricas, originales y ejercer el periodismo. Escribió artículos, crónicas y una novela en prosa, dividida en capítulos, inconclusa, que firmó con el seudónimo Liberato.

Como payador a solas y en contrapunto brindó su arte en beneficio de personas o entidades que lo necesitaran. Actuó en los mejores circos como el de los Hermanos Podestá e intervino cantando, en la representación de Juan Moreira.

Ya para 1900 a consecuencia del Tratado firmado con Chile, Ezeiza realizó una gira por el Sur argentino y en la localidad bonaerense de Dolores, aceptó improvisar a la vez que se proyectaba en un telón blanco imágenes de paisajes. Un audiovisual muy celebrado por el público asistente.

Fiel a la causa cívica radical de don Leandro N. Alem, participó en la Revolución del 26 de julio de 1900. Como activo correligionario acompañó a Hipólito Yrigoyen en campaña por la Presidencia de la Nación.

La pasión política y la artística trajeron a don Gabino Ezeiza a Gualeguaychú en dos oportunidades.

En 1910 llegó como empresario artístico y ofreció un espectáculo en una estanzuela con las costumbres criollas que conocía porque “conocía la República”: asado con cuero, empanadas, locro, mate; domas, operaciones de corral, tango, etc. Informa EL CENSOR que la propuesta fue ¡A la canasta! (1)

La segunda vez que conocemos como visita a Gualeguaychú, fue en 1916, en gira proselitista junto a don Hipólito Yrigoyen como candidato a la Presidencia de la Nación. Entonces, actuó en el Teatro Politeama, ubicado en la esquina sur-oeste de calles San Martín y Pellegrini. (2) 

La figura del payador fue exaltada por la fama. Esta forma artística conquistaba la preferencia popular. En 1912 ganó el Concurso Internacional de Payadores. Le siguieron en esa oportunidad, Curbelo, Vieytes, el entrerriano D’Amato (3) y Caggiano.

El 12 de octubre de 1916, el día que asumía a la Presidencia el doctor Hipólito Yrigoyen, falleció en Buenos Aires a los 58 años de edad, el reconocido payador. 

Referencias

 (1) EL CENSOR, Gualeguaychú, 24 de febrero de 1910.(2) En ese lugar se levantó después la Usina Eléctrica de la Compañía del Este.(3) Generoso D’Amato, nacido en Gualeguaychú integró la pléyade que inició don Goyo Aguilar y enriqueció don Carlos Echazarreta (Cuadernos Nº 70)

  Consultados

SOLER CAÑÁS, Luis (1967) Gabino Ezeiza, verdad y leyenda en  Todo es Historia Nº 2.EL ARGENTINO (1983) Suplemento especial Bicentenario de la Fundación de Gualeguaychú (1783-1983).

EL ANTIGUO COMERCIO DE LA CARNE. SALADEROS Y GRASERÍAS

Nati Sarrot

En el siglo XVI cada fundador de pueblo introdujo elementos de trabajo, provisiones y animales que servirían para asegurar el sustento, ya en la travesía como una vez asentado.

Las vacas y los toros entrados al Paraguay por orden del Adelantado don Juan de Sanabria y el ganado ingresado desde Charcas y Tarija por don Juan Ortiz de Zárate hasta los campos paraguayos, fueron la base de los arreos que después llegaron a Santa Fe, a Buenos Aires, a Corrientes y al actual Entre Ríos.

ORIGEN DE LA GANADERÍA ENTRE-RIANA

Al momento de fundar Santa Fe en 1573, don Juan de Garay trajo vacunos, lanares y yeguarizos. Considerando la jurisdicción del Cabildo santafesino, cruzó animales y repartió tierras en la otra banda del río Paraná. Cuando fundó Buenos Aires en 1580 ingresó 500 vacunos y 1000 yeguarizos. Y don Juan Torres de Vera y Aragón arreó 1.500 cabezas de vacunos, lanares y yeguarizos al fundar Corrientes en 1588 y Concepción del Bermejo, en el Chaco, poco tiempo antes. El camino de los cerdos se inició en el Perú; quizá Garay los trajo al sur en su excursión fundadora. Los ganados se multiplicaron prodigiosamente una vez que gozaron de ricos campos y clima sin rigurosidades.

Hernando Arias de Saavedra, conocido como HERNANDARIAS, yerno y heredero de Garay recibió como propia la zona del otro lado del río Paraná, frente a Santa Fe. A ella llevó 200 vacunos, yeguarizos, animales de cerda y ovejas y “contra el parecer de todo el pueblo” también trasladó gente, hizo levantar casa y corrales… y expuso: 

“no hice matanza de animales, ni vendí, sólo novillos para el sustento de mi casa, por lo cual fue el ganado en gran crecimiento y extendimiento, pues cruzando con 50 soldados para la cruzada del Uruguay, hallamos ganado más de 10 leguas de la dicha estancia y en otros 20 años llegarán a un millón por no sacar para corambrería” 

En la expedición al río Uruguay en 1607, atravesó el actual Entre Ríos de Oeste a Este, bajó por la margen izquierda hasta la desembocadura del Río Negro (islas de Lobos y del Vizcaíno), exploró el territorio y observó la posibilidad de poblar con familias españolas y habilitar un puerto en la ribera norte a del río de la Plata.

La primera Estancia en el Entre Ríos se llamó LA CRUZ y los Misioneros de la Compañía de Jesús que la heredaron, le cambiaron el nombre por SAN MIGUEL. En sus campos se formó la ciudad de Paraná sobre lo que fue el matadero, donde se faenaba el ganado para el abasto de Santa Fe y la exportación conveniente.

VAQUERÍAS

Durante dos siglos, el actual territorio entrerriano quedó poco menos que desconocido y abandonado; quizá por su configuración insular, una especie de fondo de saco amurallado y aislado. Personas autorizadas por los Cabildos de Santa Fe y de Buenos Aires aprovecharon, sin riesgo ni medida, esta riqueza ganadera. Y también actuaron operadores clandestinos, que no tenían el permiso correspondiente. Los faeneros hacían la matanza en VAQUEADAS o VAQUERÍAS, para sacar solamente el cuero; CORAMBREAR o GRASEAR, si se retiraba el sebo, la grasa y algunas lenguas o matambres para consumir. El resto quedaba en el lugar de la matanza para alimento de aves carniceras y perros cimarrones que formaban un enjambre dentro de un ambiente cargado de olores desagradables y cerrado mosquerío.

Con el sacrificio de este ganado arisco se cumplían pagos entre partes: Así, el pleito entre los Cabildos de Santa Fe y Buenos Aires en enero de 1721 se arregló sacando 50.000 animales por año distribuidos de esta manera: 19.000 a Buenos Aires, 6.000 a Santa Fe y los restantes para repartir entre los concesionarios.

Vaquerías

Las Misiones Jesuítico-guaraníes, con estancias en el norte entrerriano estaban autorizadas para sacar ganado del territorio lindante.

Buenos Aires tenía en esta zona la proveeduría de carne en tiempos de sequías o invasión de langostas.

Los portugueses, sobre todo a partir de su asentamiento en Colonia del Sacramento (1680) vaquearon indiscriminadamente en toda la margen derecha del río Uruguay.

Los Cabildos, con monopolio de la explotación y comercialización ganaderas, fluctuaban entre autorizaciones y prohibiciones temporarias. Cuando se prohibía la matanza era a fin de reservar los mejores ejemplares para el grupo dirigente o satisfacer los vaivenes de los especuladores. Esta conducción arbitraria hizo que el ganado perdiera, ante el hombre de la tierra, su significado como valor, de manera que voltear un animal para sacar de él solo la lengua y acaso el matambre, no le parecía delito.

La salazón de la carne permitió asegurar el alimento en las travesías. Seguramente no era mucho lo que se llevaba, porque la sal era cara y los avíos debían ser livianos.

EL SALADERO

Aunque la historia difunde práctica y avances de la industria del ganado con datos abundantes de ella en Buenos Aires, esto ocurre porque los movimientos de alta comercialización se hacían por ese puerto. Y la incorporación de la Máquina de vapor se estudia desde su precursor Antonio Cambaceres, ocurrida a mediados del siglo XIX, cuando ya se empleaba en el sur entrerriano. Podemos ilustrar con documentación abundante que, en Gualeguaychú, la actividad de los saladeros fue considerable, máxime si tenemos en cuenta la escasa población de la Villa y el Departamento desde la época de la fundación.

En los papeles de la familia Haedo hallamos correspondencia entre el comerciante don Manuel Ventura de Haedo y su sobrino José Antonio con comercio en Gualeguaychú fechados desde 1800 a 1810.

El Saladero y Curtiembre Nebel, uno de los varios Establecimientos de este tipo que existieron en nuestra ciudad en el Siglo XIX

Los envíos desde Gualeguaychú detallan: 

Marzo de 1810, 10 panzas de grasa, 20 sacos de sebo, 7 sacos de lana y cerda para Buenos Aires.

Abril de 1810, 600 cueros de vaca, 300 cueros de machos, 66 fardos de cerda y lana, 28 postes de calle, 12 fardos de cuero de bagual para Montevideo. Se pide los cueros de bagual prensados, la grasa refinada, cueros lavados y salados, todo implica claramente el trabajo de saladero y grasería hecho en escala para ese tiempo. 

Hacia 1830, Juan Landereche en sociedad con Constante Santa María tenían grasería con máquina a vapor. En 1841 la vendieron en 397 pesos plata a Juan Iriarte quien la instaló en el terreno del actual Frigorífico Gualeguaychú antes de 1837.

En ese tiempo, explotaron saladero en la ribera del río, Jacinto Giorgis y Gervasio Méndez; sobre el arroyo Gualeyán estaba la fábrica Los Amigos de don Antonio Aguiar. En 1842 don Manuel Gianello compró a Antonio Cuyás y Sampere una máquina de vapor para su importante establecimiento, lindero a lo que es hoy el puerto de Gualeguaychù, el que llamó Fortuna o La Fortuna. En 1847 Rufina Aguilar de Cossio le vendió un terreno donde la fábrica se amplió. El banquero José Benítez se asoció a Iriarte y arrendaron a Miguel y Santiago Acosta su saladero.

LA MÁQUINA DE VAPOR

 Para acelerar el proceso y mejorar la calidad del producto de los saladeros se introdujo la Máquina de vapor. Esto cambió el nombre de lo que pasó a llamarse Fabrica de Vapor. 

“Consistía en grandes tanques donde se apilaban huesos frescos y carne, procurando que el vapor circulara entre los mismos en la mejor forma… en el fondo huesos y alternativamente capas de carne y huesos. Cuando la pila terminaba se cerraba el tanque al que se inyectaba vapor. Esto duraba unas 12 horas, según el tamaño del tanque y el material expuesto al vapor. Entonces se abría una válvula por donde escapaba el vapor condensado y después la grasa que, por tuberías pasaba a calderas de hierro donde se purificaba. Una vez fría se envasaba”.

“Grandes calderas mantenidas a leña, huesos y astas secos. Según las cubas podían procesarse 200 o más vacunos por vez, con más tiempo en relación a la cantidad”.

Saladero de Rossi

MANO DE OBRA

La marcha de una fábrica de vapor necesitaba gran cantidad de obreros y personal especializado. Un saladero ocupaba hasta 300 hombres. 

No podían faltar los técnicos, por lo general extranjeros, que hacían el mantenimiento de tanques, calderas, serpentinas, válvulas, etc. Otros, la complicada tarea administrativa: se dirigía el personal de arreo, de corrales, de matanza, de cuereada, desposte, deshuesado, para recién someter la carne al vapor.

Los galpones donde se guardaba la carne salada para cuidarla de la humedad y la lluvia empleaba a otros: carreros, herreros, albañiles, etc. 

En actividades que hacían la participación en la faena, dieron a la Villa de Gualeguaychú una evolución que no podría haber logrado sin ella, hasta doblar su población en el período 1847-1851.

GUALEGUAYCHÚ. SU FUERZA

A mediados del siglo XIX y a pesar de que el clima de luchas intestinas alejaba al hombre de sus tareas cotidianas y de su tierra, el ganado se reproducía en los campos. Para calmar el efecto de las sequías, donde no había aguadas permanentes, se armaban tajamares embalsando las corrientes de arroyos y cañadas. El armado se establecía como carga pública y al control lo ejercía el gobierno provincial. En 1848 Gualeguaychú tenía 32 tajamares; diez años más tarde aumentaron visiblemente, moderándose el efecto de lluvias regulares. Así ganó la supremacía en la faena ganaderil con 9 fábricas. Esto representaba más de la mitad del total provincial.

Para la defensa y apoyo de la ganadería y la agricultura, se legisló: ley de marcas, control de matanza, conservación de planteles, navegabilidad de ríos, habilitación de puertos, etc.

Afirmada la industria y la comercialización de la carne en San José de Gualeguaychú, los nombres de Juan Iriarte, Luis Paulino Acosta, Juana Jaime, Agustín Chichizola, Manuel Basavilbaso, José Benítez, Francisco Barroetaveña, Manuel y José Gianello, entre otros, quedaron como los primeros industriales. Aunque la actividad nació con los pobladores fundadores, palpamos la comercialización en los envíos que transportaban las flotillas de veleros convertidos en balandras, como las de don Cayetano Deus,  Aguirre, Cardoso o Sebastian que por la primera década de 1800 salían con fardos de cueros de vaca, torito, becerro, bagual, perro; el sebo y la grasa en sacos de cuero o panzas; la lana “enfardelada” y  de paso, ajustando la carga postes de madera para clavar en las veredas de Buenos Aires. (Documentos de la familia Haedo). 

El Frigorífico Gualeguaychú durante su construcción

Otros fueron los saladeros, los vapores y otros los barcos que sacaron del puerto sus productos. La industria siguió en auge con las fábricas de Garbino, Nebel, Rossi, Spangenberg, etc.

En 1878 la Argentina empezó a llenar las bodegas frigoríficas de los barcos que experimentaron con suerte el transporte de carne en sus cámaras. Para las dos últimas décadas del siglo XIX, los periódicos locales informaban las faenas y los embarques del Saladero Gualeguaychú y del Saladero La Amistad. Los saladeros Garbino, Nebel, Rossi estaban activos. 

El Noticiero anunciaba el 3 de enero de 1894, el comienzo de la tarea anual con su comisario Pedro Jáuregui: 

 Procedente de Fray Bentos, en el pailebot Pileta, Spangenberg recibe cerdos y en el bergantín inglés Albony, 300 fanegas de sal; lleva de retorno 10.000 cueros. 

Cuando en 1923 comenzaron las actividades de la Sociedad Anónima de Abastecimiento Urbano, Saladeril y Frigorífico Gualeguaychú, la que en 1925 comenzó a llamarse Frigorífico Gualeguaychú y que en 1929 levantó su planta, se daba nacimiento a una fábrica que, según los mismos vecinos fue “pulmón y medio de la ciudad”, significando su implicancia como fuente de trabajo, por lo demás moderna y progresista.

Luego de su letargo, cuando se vislumbran luces de reactivación, el mismo pueblo lo celebra con el fuerte anhelo de que se haga realidad EL FRIGORÍFICO con ritmo de vida para provecho y orgullo de la ciudad que tiene historia en la industria de la carne; una larga y meritoria historia.

JUAN IRIARTE

Juan Iriarte, industrial y comerciante que radicó en Gualeguaychú a principios del siglo XIX. Su nombre era Bernardo Mouesca, pero en su actividad usó y se le conoció como Juan Iriarte o Juan Grande.

En la costa del río Gualeguaychú, precisamente donde se sucedieron otras fábricas de cárnicos, estableció hacia 1837 (es posible que fuera años antes) saladero de carnes, extracción de grasa y sebo y fábrica de velas. Trabajó además, en sociedad con otros destacados industriales de la Villa.

En el sitio del Saladero de Juan Iriarte se instaló al siglo siguiente el FRIGORÍFICO GUALEGUAYCHÚ, ejemplo de empresa nacida en 1923 y sostenida por capitales argentinos y en especial de nuestra ciudad.

Juan Iriarte falleció en Concordia. Traídos sus restos, fueron sepultados en el Cementerio del Oeste y más tarde se llevaron al Cementerio Norte.

A la izquierda, antes de llegar a Santa Clara, un busto sobre su pie de mármol nos ubica en el lugar donde reposa un extranjero que vino y se quedó en Gualeguaychú para siempre.

Carne del Frigorífico Gualeguaychú lista para embarcar y exportar

CHARQUE

Actividad paralela o anterior a la del tasajo. Consiste en “charquear”, cortar en capas anchas y muy delgadas la carne que se extiende sobre cueros secos cubriéndola con fina capa de sal. La operación se repite, luego se apilan los cueros y cuando la carne ha perdido el líquido (operación de varias horas) se cuelga al sol por varios días guardándola en la noche o de la lluvia. Luego de juntarla y apilarla nuevamente, se prensa con elementos pesados de manera que la grasa cubra las fibras de la carne. Se vuelve a colgar al sol y al aire.

Los pasos y el material de la factura del charque la hizo de mayor precio que el tasajo del que se decía por comparación:”no vale nada”. En un quinquenio, final del siglo XVIII se exportó a La Habana casi 4.000.000 kgs y a España 150.000, sin contar lo que salía por contrabando. El charque siguió siendo el plato fuerte hasta avanzado el siglo XX, en los lugares donde el frío artificial no podía lograrse por los medios que hoy nos parecen fácilmente accesibles.

TASAJO

Consiste en el corte de tiras delgadas y angostas de carne, las que se secan al sol con previa salazón. También se llama cecina (de acecinar) a este derivado que se trabajó intensamente y resultaba de poco costo (4 pesos los 100 kilos) precio que se otorgaba más que por la carne, por la sal y el trabajo de hacerlo.

En Real Cédula del 20 de agosto de 1602 se ordena extraer de Buenos Aires con destino a los puertos de Brasil, Guinea, entre otros; 500 quintales de cecina, 2.000 fanegas de harina, 500 arrobas de sebo.

Después de 60 años la venta de tasajo se vio restringida por más de un siglo, hasta que Juna José de Vértiz y Salcedo, Gobernador y desde 1778 Virrey del Río de la Plata, impulsó y organizó la industria de la salazón contratando además artesanos malagueños para fabricar los toneles en los que el producto debía ser exportado.

MEDIDAS 

QUINTAL, equivale a 100 kilos.

FANEGA, en Castilla igual a 56 litros, lo que variaba según la región de España.

ARROBA, en Castilla equivalía a 14 kgs 502 grs.

Consultados 


BOSCH, Beatriz (1991) Historia de Entre Ríos. Ed. Plus Ultra. Buenos AiresCOMPAÑÍA SWIFT DE LA PLATA (1957) Ganadería Argentina. Su desarrollo e industrialización. Buenos AiresDE ANGELIS, Pedro (1910) Colección de obras y documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata. Tomos II y IV. Buenos Aires.GIANELLO, Leoncio (1951) Historia de Entre Ríos (1520-1910) Paraná.NICOLAU, Juan Carlos (1975) Industria Argentina y Aduana (1835-1854) Ed. Devenir. Bs As.PEREZ COLMAN, César Blas (1936) Historia de Entre Ríos 1520-1810. Paraná. Entre RíosPODESTÁ, Esteban (1990) Entrevista personal sobre saladeros de Gualeguaychú a principios del siglo XX, especialmente Nebel y Rossi.REGISTRO DE LA PROPIEDAD INMUEBLE DE GUALEGUAYCHÚ, Actas de los libros años 1841-1856.REULA, Filiberto (1971) Historia de Entre Ríos. T II Ed. Castellví S.A. Santa Fe.ZAPATA GOLLÁN, A (1938) La conquista criolla. Jornadas del Litoral. Santa Fe.
INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotCarpetas de Andrea SAMEGHINIJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
TRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – Noviembre 2020- DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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