Cuaderno Nº 82

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 18 de Febrero de 1996 CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 82
CARLOS DELGADO ROUSTAN. PINTOR (Marco Aurelio Rodríguez Otero)TIEMPOS DE BARBERÍAS, LUSTRABOTAS Y AGUA FLORIDA (Fabián Magnotta)- Barberías y Barberos- Evaristo Martínez- Cambios de entre guerras- José María Rodríguez- La sanguijuela EUSEBIO OLMEDO ( Evaristo Martínez) LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV (Edición Impresa)- Entre Letras y Pinturas (Carlos María Castiglione)- Platería, un culto universal – Cuchillos y Tenedores- (Aurelio Gómez Hernández)- Sonetos de mis edades (Julio C Pedrazzoli)

CARLOS DELGADO ROUSTAN. PINTOR

Marco Aurelio Rodríguez Otero

Carlos Alberto Delgado Roustán

CARLOS DELGADO ROUSTAN integra, con Juan Manuel Gavazzo y Arturo Gerardo Guastavino una trilogía que honra a la localidad. 

Los tres nacieron en Gualeguaychú en el seno de familias de antiguo arraigo.

Nació el 7 de marzo de 1884 y en su juventud decidió estudiar con los maestros pintores en la capital del arte, Buenos Aires.

Inteligencia, fervor, persistencia, alma de artista, Delgado Roustan asimiló profundamente sus encuentros diarios con la excelencia y de ahí fue él mismo un maestro, un reproductor de bellezas plásticas que descolló en las décadas de 1920 y 1930. 

Reconocidos salones de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Montevideo, París, Madrid, le brindaron la oportunidad de exponer sus creaciones y recibir premios inolvidables.

A la hora de la nostalgia, retornó don Carlos a su ciudad natal, donde al cabo de ocho años, falleció el 30 de mayo de 1968.



El Instituto Osvaldo Magnasco posee en su Pinacoteca:

Paisaje.

Sauces.

Barrancas.

Ranchos.

Tarde de sol.

A orillas del arroyo.

Naturaleza muerta.

Retratos de sus padres

Dibujo de diputados.

TIEMPOS DE BARBERÍAS, LUSTRABOTAS Y AGUA FLORIDA

Fabián Magnotta

En el umbral del siglo XX, los salones de peluquería, llamados barberías, eran lugares propicios para la búsqueda de la belleza y la elegancia.

¿Cómo se trabajaba allí? ¿Acaso, se extraían muelas y se atendía a las personas con hipertensión? ¿Qué cambios se produjeron en el tiempo?

CVADERNOS intenta responder esos interrogantes mientras la curiosidad camina por las calles de Gualeguaychú, mezclándose con las noticias de la Gran Guerra, los efectos de las sanguijuelas y las ventosas, el uso de la gomina y el corte “a la garzon”.

BARBERÍAS Y BARBEROS 

Hace más de un siglo la barbería era un lugar de sociabilidad masculina. Esos locales se prestaban a algo más que para el corte de barba y de cabello. En efecto, en ese universo se reunían la tijera para el corte, la navaja para afeitar, la vacia, la gomina, las lociones y los perfumes. Así eran esos comercios; con esos elementos se prestaban servicios. Y en algunas,  se realizaban extracciones de muelas y tratamientos caseros por la hipertensión.

Los salones con dos o más sillones, según el caso, solían trabajar completos porque la principal actividad era “hacerse la barba”, como pedían los clientes. De allí nació el término “barbería”. Así fue por un buen tiempo, en virtud de que la luz eléctrica, las hojas de afeitar y las máquinas llegaron más tarde. Pocos se atrevían, en su casa, a utilizar la navaja que al menor descuido dejaba alguna herida. Y se denominó “peluquerías” a las fábricas de pelucas, que solían utilizar las mujeres de edad para cubrir la calvicie.

Peluquería de Evaristo Martínez año 1913 (Fotografía gentileza de Carlos Martínez)

En esas barberías, donde “además se cortaba el pelo” solían tener en la puerta de entrada un platillo de chapa, “la vacía”, especie de palangana que se colocaba debajo del mentón del cliente para afeitarlo. Cuando éste lo solicitaba, extraían alguna muela que caía allí. Por eso a los barberos se los llamaba “sacamuelas”.

Entre otros servicios, estaba la atención a los hipertensos. Efectivamente, quienes padecían “problemas de presión”, podían optar entre la aplicación de la sanguijuela o las ventosas cortadas.

El primer método consistía en colocar una sanguijuela detrás de la oreja del cliente. El anélido chupador extraía “la sangre mala”, hasta que caía grávido y muchas veces sin vida. Esta práctica encontraba antecedentes en la medicina primitiva.

El segundo método era la aplicación de ventosas cortadas: se requería un barbero con buen pulso, ya que debía efectuar un suave corte en la epidermis y luego aplicar el vaso ventoso. Con ambos procedimientos se “quitaba presión al cerebro”.

En las barberías del centro de la ciudad de Gualeguaychú, solían trabajar dos o más oficiales del rubro y algún lustrabotas.

Lustrar los zapatos era un servicio especial en épocas de rigurosa formalidad en el vestir. Los lustrabotas eran generalmente chiquilines que realizaban sus primeras experiencias laborales. Con el tiempo, algunos adquirían el oficio de barberos.  

Ambas prácticas, la afeitada y la lustrada de zapatos, explican la presencia de sillones similares a los que utilizan los odontólogos; ofrecían la comodidad de recostarse para “hacerse la barba” o sacarse una muela y colocar los pies para que el chico trabaje.

Evaristo Martínez

EVARISTO MARTÍNEZ 

Una de las barberías tradicionales en el Gualeguaychú de fines del siglo XIX y principios del XX fue la de EVARISTO MARTÍNEZ . Un hombre activo, dibujante, poeta y comerciante. Padre, luego abuelo y bisabuelo de peluqueros. Tuvo un almacén en 25 de Mayo y Gualeguay, esquina sur-este y otro en la zona del Gualeyán. Diariamente se lo veía pasar en carreta de uno a otro local. La barbería, amoblada con estilo, se encontraba en 25 de Mayo, entre Gualeguay y Paraná; poseía grandes espejos, sillones especiales, sillas de espera, percheros. Formó en el oficio a sus hijos Juan Manuel y Cándido Evaristo (Tito), quienes continuaron la forma especial de atención al cliente.  

Don Evaristo solía vestir chaqueta blanca abierta y corbata. En sus ratos libres fabricaba entretenimientos, utilizando madera y alambre.. Así, muchos hombres que llegaban desde las chacras o desde el campo esperaban su turno utilizando esos juegos.

¿Quién no conocía a Evaristo Martínez? Como muchos peluqueros, observó en su concurrido rincón de tijeras, navajas, vaporizadores, gomina, piedras de alumbre y de talco, cepillos plumero, el reemplazo de “la vacía” por la toalla o el paño. La piedra de alumbre se utilizaba al terminar la afeitada y dejaba “la cara tirante”. Para opacar el brillo del rostro, se colocaba la piedra de talco. Completaba la operación con el cepillo- plumero eliminando excedentes. En el teñido capilar utilizaba agua de nogal para oscurecer, o agua oxigenada para aclarar.

El pedido habitual era ¡Corte, barba y agua florida!. El perfume, o agua de olor, era generalmente francés. Por décadas se importó Tulipán Negro, Narciso Azul, Mi Clavel, Maderas de Oriente. Muchos paisanos se marchaban afeitados, con el cabello corto y perfumados. Se cuenta que algunos evitaban el despilfarro y llegaban con su propio frasco de perfume. La gomina era “la yapa” para los buenos clientes. Se utilizaba “la comprada” o se preparaba con vaselina líquida y brillantina.

En lo que respecta a la afeitada, el antecedente de la loción “after shave” fue el agua con mentol y un chorrito de alcohol.

Con el tiempo, las barberías utilizaron desde la máquina “Cuatro Cero” para el rapado, hasta la “Número Cuatro” de peine más grueso. Luego de cada trabajo, las herramientas se colocaban en un gran recipiente y se desinfectaban en formol.

CAMBIOS DE ENTRE GUERRAS 

Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), algunas cosas comenzaron a cambiar en lo que se refiere a usos y costumbres sociales. Quizás lo más significativo se encuentra en la incipiente “liberación” femenina: al tiempo que unas comenzaron a fumar en público con boquilla, otras se atrevieron a mostrar los brazos, las piernas, a deshacer los rodetes y a pedir el peinado “a la garzón”, una “melenita corta”. Ello explica, quizás, el surgimiento de “las peluqueras”; tradicionalmente en las barberías eran hombres que atendían a las damas. 

¿Qué peluquerías existían en Gualeguaychú a principios del siglo XX?

La de Evaristo Martínez, las de Luciano Duarte (San Martín entre Maipú y Chacabuco), José Laperuta (3 de Febrero entre 25 de Mayo y San Martín), Juan Giovanetti, Lapalma, Alcalá, los Peralta, Molinari, Pugliese, Lattermann, Tito Risso, los Farabello, Vita Cepeda, Edelmiro Rivas, Domingo Costa (en calle Pellegrini), Pedro Báez (en calle España), Manuel Rodríguez (en Paraguay y Juan José Franco), Arcusin (en calle Goldaracena), Liber Durand (en Ituzaingó y Seguí), Mateo Costa (en Magnasco y San Juan), la del uruguayo Villoldo (en 25 de Mayo entre 3 de Febrero Y Chalup) que fue una de las primeras exclusivas para damas.

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ

José María “Quico” Rodríguez, hijo de un talabartero y de una maestra de corte y confección, nació en 1915. En 1936 comenzó a trabajar como peluquero y tres años más tarde logró entrar a la Peluquería Betolazza. Él mismo nos cuenta que la casa, ubicada en 25 de Mayo frente al Club Recreo Argentino, era propiedad de Tomás Betolazza, que no era peluquero.

- “Era un salón para damas y caballeros. Trabajábamos cinco o seis oficiales, entre ellos Pedroni y Lapalma…”  

- “Cortábamos a la americana o a la pelusa, pero trabajábamos más en la barba que en el pelo. La diaria la hacíamos con la afeitada. Primero poníamos fomento para ablandar la barba… En Gualeguaychú, entonces, había cincuenta peluquerías o barberías… Afeitábamos con navaja, porque no había maquinitas. Eso era oficio puro. No teníamos tijeras especiales para entresacar, había que hacerlo con la misma tijera. Se usaba mucho la gomina y se perfumaba”.

Rodríguez, fue socio fundador del Centro de Peluqueros y Peinadores de Gualeguaychú (CPP), trabajó también en la legendaria “Peluquería Urquiza” en calle Urquiza y 9 de Julio ángulo nor-oeste, donde se encuentra la Farmacia Batto. “Allí teníamos dos lustrabotas”.

LA SANGUIJUELA

Llamada Hirudo medicinalis, es un anélido provisto de dos ventosas, una bucal y otra anal, con las que se adhiere a sus víctimas para chuparle la sangre y para sostenerse, respectivamente. De un largo de 5 a 20 cms, vive en aguas dulces y quietas.

Su cuerpo, en el primero de los segmentos se abre en la boca. Las glándulas del buche segregan un anticoagulante que permite se alimente con sangre líquida. El estómago tiene ciegos laterales provistos de válvulas que impiden el retroceso de lo chupado.

Una vez satisfecho, el hirudo se larga de la presa aparentando una bolsa llena de sangre. De otra manera debe hacerse abrir su aparato chupador con alcohol, nafta o quemándolo.

Los farmacéuticos de Gualeguaychú desde mucho tiempo, la usaban para hacer sangrías a los enfermos. Los barberos mostraban en sus vitrinas pequeños viveros de sanguijuelas, que aplicaban en número variable, hasta 12 a modo de ventosas, para regular la presión arterial, alzamiento de sangre, pulmonía, otras enfermedades febriles, etc. *

 

*Diatlas de Zoología. ALEKFRAFT. Transmisión oral.

EUSEBIO OLMEDO

 (Versos de Evaristo Martínez, peluquero – 10 de agosto de 1903)

“Compuesto” en décimas sobre historia real.* 

Vengan todos a escuchar / siquiera un corto momento

que de un valiente yo intento/ aquí, su hazaña narrar,

o aunque sea bosquejar / quién era Olmedo el valiente

que cayó, infaustamente / como bravo y como honrado

pero dejó bien sentado / su valor eternamente.

 

Fue Olmedo un buen sargento/ que cumplió con su deber

pronto se dio a conocer / como altivo y como atento

en todo trance violento / y riñas en que se halló

con decencia se mostró / admirando su bravura

y al ver que de la cintura / jamás su arma sacó.

 

Y si alguna vez lo hizo / no abrigó su corazón

ninguna mala intención / ni se llenó de despecho

no solo por el derecho/ en que se hallaba invertido

nunca fuese desoído/ como lo requiere el caso

que de un certero balazo/ dejó el asunto concluido.

………………………

Como dos años hacía / que se había retirado

del servicio y colocado / como a todos nos decía

a ver si así conseguía / pasar su vida mejor;

era él, buen rondador / que el señor Dasso, tenía

a ver si así conseguía / ahuyentar al carneador.

 

Olmedo, constantemente, /fue centinela avanzada

en noche oscura y callada / y borrascosa inclemente

así, hasta el sol naciente/ con su fulgor la bañaba

entonces se retiraba/ ya cumplida su misión

a la estancia del patrón / quien tanto lo estimaba.

 

Ya no entraban los cuatreros/ a hacer sus buenas carneadas

ni destrozar las majadas/ arriando hasta los terneros,

ya los nocturnos troperos/ la hacienda no visitaban,

contra de Olmedo maullaban/ sin dudas, mil amenazas

porque su traviesa caza/ de pronto paralizaban.

 

Pero al fin llegó la hora/ llegó el fatal momento

que un suceso sangriento/ vino a descubrir la aurora

del que hasta hoy se ignora/ el porqué de la pelea,

cuáles eran las ideas/ que llevaron al entrar

si es que iban a tropear/ o a matar al buen Olmedo.

…………………………….

 

Más de una cuadra luchó / como león, enfurecido

dejando uno mal herido/ que a los cuatro días murió

a otro en el suelo tendido / con un balazo en la frente

que expiró instantáneamente / derramando a raudales

la sangre en los pastizales / formando rojas corrientes.

 

Pero al bravo Eusebio Olmedo / le tocó la mala suerte

de que una herida de muerte / recibiera en la pelea

y es de creer que así sea / pues sino habrá que dudar

que lo pudieran matar / a ese hombre tan valeroso

tan diestro, tan vigoroso / y de una vista ejemplar.

 

Este héroe, mal herido / y extenuado de cansancio

por los hermanos Carrancio/ al fin haya fallecido

mas la sangre que ha perdido / lo tenía que postrar

y él solo para peliar / con un número mayor

aunque tuviese valor / lo tenían que ultimar.

 

Así murió este varón / de más noble y pecho ardiente,

sin que temiera a la muerte / tan altivo corazón,

hoy con justa aflicción / lo recuerda el paisanaje

al que fue puro coraje / sin desmentir en la tierra

el que peliara en las sierras / y en el Chaco, con salvajes.

 

Con el alma lacerada / y con hondo sentimiento

le hacen su acompañamiento/ hasta la última morada

y sin omitir en nada / de gastos para enterrar

a aquel que supo cuidar / como león su posición,

el generoso patrón / no mirará en gastar.

 

Jano del Oeste. El cieguito y otros personajes suburbanos de Gualeguaychu a principios del XX. (2019) Recopilación y estudios críticos María de los Milagros Casanova Denegri – Silvia Alicia Razzetto. Ediciones del Cle.

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotCarpetas de Andrea SAMEGHINIJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
TRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – Octubre 2020- DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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