En 1875 se sacaron a remate chacra y molino; lo adquirió don Amadeo Cantini. Trabajaron como arrendatarios los señores Falconet y Berga quienes anunciaron el comienzo de la molienda en El TELÉGRAFO de Gualeguaychú en febrero de 1876. Pedían la protección del público.
El Molino a viento era motivo importante de noticias. En 1879 volvió a salir a la venta; lo compró don Enrique Copello. Sus herederos lo tuvieron hasta 1917 cuando lo compró don Juan Cigliutti. Hacia 1946 lo vendió a don Alejandro Herman.
Al fallecer Herman en diciembre de 1993, el predio entró en sucesión. La antigua chacra, en parte, fue loteada. Se abrieron calles, se construyeron casas y surgió la escuela. Ya había actividad socializadora en un salón comunitario ubicado sobre terreno donado por doña Clara Cataruzza de Pérez.
La vocación de servicio de María Amelia Cafferata de Frávega y del Padre Juan Angel Fiorotto cristalizó en la apertura de un Jardín de Infantes que, al ir pasando el tiempo, consolidó el Colegio Sagrado Corazón.
El lugar en que hoy se levanta el punto de concentración educativa, religiosa y que además ampara la actividad cívica de los barrios, “Molino de Viento” y “Sagrado Corazón” fue chacra de Canónigo Juan Carlos Borques, primer historiador de Gualeguaychú, que allí pasaba horas de sereno recogimiento.
Por voluntad de los vecinos, el lugar donde los pobladores detenían su actividad y oraban al paso de los carros fúnebres que llevaban los muertos al Cementerio del Norte por calle paralela a la actual Boulevard Daneri, queriendo ser fieles a su historia, siguieron llamando al barrio “del Molino a viento”.
Ese molino de aspas que se movieron hasta principios del siglo XX; donde se cobraba 1.50 pesos cada 100 kilos de grano molido; harina que era llevada a la Fonda Genovesa de Santiago Gandola, para ser vendida al contado sin excepción a los habitantes de la ciudad-centro.