OLGA OROZCO - CARLOS GARDEL, EL MITO

LA NACIÓN - EDICIÓN HOMENAJE - 23 de Junio de 1985

 "¿Y por qué tenía Gardel que dejar un testamento nombrando especialmente como heredera a quien lo era, de todos modos, por vía natural? A menos que este testamento sirviera, a un mismo tiempo, para documentar un parentesco declarado, pero dudoso o inexistente." 

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Olga Orozco, es una de las mayores voces de la poesía argentina. Aunque encontró un camino tan propio como único, se la relaciona con la generación del 40 y con el surrealismo. También fue periodista y desarrolló ese oficio en múltiples áreas. Es increíble su erudición y su capacidad de análisis en tantos temas distintos. 

Hace un perfil completo de Carlos Gardel, con todas las contradicciones, misterios y versiones superpuestas del caso, que aún hoy es bastante polémico. 

Entre otros afanosos buscadores de la verdad no cayó, como señalara Ricardo Ostuni, en el “viejo e irracional antagonismo con la vecina orilla” para tratar el tema del origen del Zorzal Criollo. En artículo publicado en el Suplemento de La Nación del 23 de junio de 1985, manifiesta sus dudas sobre la conducta de Armando Defino, apoderado y albacea testamentario del cantor:

“Se acusa a Defino de haber fraguado el testamento de Gardel (…) por ser el albacea de doña Berta, que lo nombra, a su vez, heredero universal.”

Y pone el dedo en la llaga cuando, refiriéndose a la venta de los derechos de autor de Gardel, dice muy enfáticamente que los vendió “por un plato de lentejas”. 

Ya en 1985, la lúcida escritora había notado las contradicciones de la biografía francesa que sus difusores nunca quisieron ver y evidencia su admiración por Erasmo Silva Cabrera, AVLIS, a quien considera un ávido sabueso rastreador de huellas de papeles y personas

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LA NACIÓN - Carlos Gardel - Edición Homenaje - Publicado el 23 de junio de 1985

CARLOS GARDEL - EL MITO

El 24 de junio de 1935, un avión que se dirige a Cali, proveniente de Bogotá, ha hecho escala en Medellín. Es el F-31, propiedad de la sociedad aérea colombiana. Carretea por la pista de aterrizaje hacia las bombas de combustible para llenar los tanques. El avión Manizales, un poderoso Ford de tres motores, esperaba que el F-31 dejara libre el campo para emprender, a su vez, vuelo hacia Bogotá. “Una vez llenos los tanques, se encendieron los motores y los pasajeros se ajustaron los cinturones de seguridad. Los presentes en el campo, con pañuelos blancos, les dan la despedida. El F-31 atraviesa el campo de sur a norte, en perfectas condiciones. Vira y se dispone a continuar el vuelo. Los motores rugen, el avión empieza a deslizarse suavemente sobre la cementada pista.

Las ruedas de goma ya habían perdido contacto con la tierra cuando el F-31 pasaba frente al Manizales que estaba con los motores encendidos, pero quieto. Lo que en ese momento sucedió fue tan repentino, tan inesperado, que los que presenciaban la maniobra no tuvieron tiempo más que para lanzar una exclamación. Un fuerte golpe de viento lanzó al F-31 sobre el Manizales. Se produjo el choque con estruendo de hierros que se retuercen. Los dos aviones, que semejaban gigantescos monstruos en lucha dieron un salto mortal y quedaron inmóviles. Los motores se silenciaron y durante algunos segundos se escucharon los alaridos de dolor y de terror de los que estaban dentro de los dos aparatos. Pasados los primeros momentos de pavor, uno de los presentes se lanzó a correr hacia los aviones.

Cuando otras personas hacían otro tanto, una violenta explosión acompañada de gigantescas lenguas de fuego, les impidió acercarse a auxiliar a los sobrevivientes del choque. Varias mujeres se desmayaron; los hombres, presas del pánico no acertaban a tomar una resolución. En el aeródromo sonó la sirena de alarma y la dotación de bomberos del campo partió velozmente con los extinguidotes portátiles a lanzar la primera ofensiva contra aquella trepidante hoguera de veinte mil litros de gasolina. Los dos poderosos motores tenían el depósito de combustible en las alas, y al incendiarse salían de ellas verdaderos chorros de llamas que impedían acercarse”. Mario Sarmiento Vargas.

Entre aquellas siniestras alas se quemaban también las de un deslumbrante pájaro caído, apodado el Zorzal Criollo, el Zorzal Porteño, Carlos Gardel, el Troesma, el Maestro, el Morocho del Abasto, a secas, el Mudo, la Voz.

DECIME QUIÉN SOS VOS

¿Quién es aquel cantor?

Se sabe que durante dos décadas ha conquistado en vivo el fervor de multitudes con su increíble voz de pájaro cantor, que es soltero por generosidad a todas las mujeres, que su sonrisa casi permanente “entra” compradora desde una dentadura irreprochable; que es canchero, atrayente y simpático; que usa gacho gris, zapatos de charol y camisas de seda rayadas, que se viste de gaucho lujoso y tintineante, con chiripá bordado, para los escenarios y que lleva galera alta en el hipódromo de Longchamps; que de entrecasa usa piyama de vestir; que come buseca en la cortada de carabelas y pavo trufado en los salones de las condesas parisienses, pero que prefiere el bife hecho a la pala, al estilo albañil, y el mate dulce con bizcochos con grasas en la intimidad; que se rocía con champagne y con pernod por dentro y con Bond Street por fuera; que adora la noche desvelada y ojerosa del café; que tira “la ventolina a dos manos” entre los amigos verdaderos, entre los “amigos que el oro le produjo”, entre los desamparados callejeros y bajo las patas de cualquier burro roncador; que es tristemente alegre, desenfadado y dicharachero, que es alegremente triste, parco y retraído, que se plancha el pelo con gomina, quizá para que aniden en él los rayos misteriosos, que se castiga con golpes de toalla mojada para ahuyentar la obesidad; que canta con los ojos cerrados como un ciego, que en la “esquina rea cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel”.

Pero. ¿Qué edad tiene? ¿Dónde nació? ¿Quiénes son sus padres? ¿Cuál es su verdadero nombre? ¿Es verdad que ha pasado años “a la sombra” y que ha brillado como un sol entre hampones y esclavas blancas, en lugares equívocos y fuera de la ley? ¿Ha sido un gigoló bien pagado? ¿Ha sido un mishé buen pagador? ¿Hubo balazos que precipitaron la caída del avión en Medellín? ¿Quién agredió a quién? ¿Y él vive todavía?

¡Misterio! La verdad se ha cerrado cuando sus ojos se cerraron. Son muchos los que han abierto los propios indagando en cartas ajenas, en prontuarios, en “fuentes fidedignas” los que han pretendido entrar con ganzúa en su intimidad violando la discreción de los testigos y el secreto de las tumbas; son muchos los que a través de cálculos casi logarítmicos han lanzado hipótesis y conjeturas, defensas y calumnias; son muchos los que han permanecido desvelados muchas horas tratando de descifrar el enigma de una sonrisa no menos enigmática que la de la Gioconda.

TIEMPOS VIEJOS

¿Era uruguayo? ¿Era argentino? ¿Era francés?

Declaró muchas veces a la prensa su nacionalidad uruguaya: habría nacido el 11 de diciembre de 1887 en Tacuarembó. Su libreta de enrolamiento argentina dice que nació en ese lugar y en esa fecha. El registro de extranjeros de Buenos Aires lo asienta con esos datos. En 1920, agregando que es hijo de Carlos y María Gardel. En 1923 pide la ciudadanía argentina reiterando las declaraciones anteriores. Lo mismo consta en su cédula de identidad argentina, y lo mismo en su pasaporte, extendido en Niza en 1931 y 1932 (los testimonios no concuerdan), hallado entre sus ropas el día de su muerte, y cuyas impresiones digitales no serían las suyas, sino las de su amigo violinista Juan Pecci. En 1933, al suscribir las escrituras de unos terrenos en Montevideo, declara su ciudadanía uruguaya (uno de los testigos es Armando Defino, quien más tarde lo declara francés, con toda firmeza.

Existe una partida de nacimiento transcripta en muchas de sus biografías, que dice lo siguiente: “República Francesa, Alcaidía de Toulouse. El 11 de diciembre a las dos nació Charles Romuald Gardes, en el hospital de La Grave, hijo de padre desconocido y de Berthe Gardes, planchadora, nacida en Toulouse y domiciliada en la calle del cañón de Arcole Nº 4. Acta levantada el 11 de diciembre de mil ochocientos noventa a las 14 horas según declaración de Jenny Bazin, partera de dicho hospital.” Y otra copia de partida, más escueta, dice: “El 11 de diciembre de 1890 nació en Toulouse (Haute Garonne) Charles Romuald Gardes, hijo de Marie Berthe Gardes, reconocido el 22 de diciembre de 1890 por la madre". Y después de su muerte apareció un discutido testamento ológrafo, fechado en 1933, en que declara: “Primero soy francés, nacido en Toulouse el día 11 de diciembre de 1890 y soy hijo de Berthe Gardes. Segundo: hago constar expresamente que mi verdadero nombre y apellido son Carlos Romualdo Gardes, pero con motivo de mi profesión de artista, he adoptado y usado siempre el apellido Gardel y con este apellido soy conocido en todas partes. . …Quinto: nombro por mi única y universal heredera de todos mis bienes y derechos a mi nombrada madre, Berthe Gardes. Sexto: nombro mi albacea testamentario a mi amigo Armando Defino, para que liquide mi testamentaría y asesore a mi nombrada madre durante la tramitación de la misma".

José Razzano, íntimo amigo y colaborador de Gardel durante más de veinte años, lo declara nacido en Toulouse, pero en 1887. En 1933 el cantor le habría cantado a Hugo Marini los 49, con lo cual se remite a 1884 y Manuel Sofovich lo remite, a su vez, a 1883, al decir que en 1932 el cantor festejó en Paris sus 49 años.

¿Cuál es, pues, la fecha de partida? ¿1883, 1884, 1887 o 1890? ¿Y cuál fue el lugar: Francia o el Uruguay?

Sería lógico que el notorio y notable cantor se quitara la edad, pero no que se la aumentara ¿Y por qué declarar una patria por otra? Se ha dicho que con su documentación argentina eludía su infracción al servicio militar uruguayo, y viceversa, y también se ha argüido que el motivo era no aparecer como desertor francés. Después de la Primera Guerra Mundial sobre todo. Pero, ¿preveía la guerra, preveía  futuros y triunfantes viajes a Francia desde su oscura niñez? ¿Y cuál es el documento “legal” que lo autoriza a utilizar el seudónimo de Carlos Gardel en todos sus papeles, si su verdadero nombre era Charles Romuald Gardes? ¿Lo era en realidad? Se ha acusado a Defino de haber fraguado el testamento de Gardel en que así lo declara, para ser el albacea de doña Berthe, quien lo nombra, a su vez, heredero universal (extrañamente unos años después. Al heredar a doña Berthe, Defino vende a Razzano, con quien estuvo y siguió estando enemistado, todos sus derechos, por casi menos que un plato de lentejas) ¿Y por qué tenía Gardel que dejar un testamento nombrando especialmente como heredera a quien lo era, de todos modos, por vía natural? A menos que este testamento sirviera, a un mismo tiempo, para documentar un parentesco declarado, pero dudoso o inexistente.

DICEN QUE DICEN

Berthe Gardes, de oficio planchadora, hija de una modesta familia de trabajadores, tenía veinticinco años cuando, según sus propias declaraciones, nació su único hijo, Charles Romuald Gardes, registrado en 1890 en la alcaidía de Toulouse. El cerrado ambiente familiar y el repudio de un medio intolerable la impulsaron a emigrar con su “pecado”. El 9 de marzo de 1893, a los veintisiete años, llega a Buenos Aires con su hijo de veintiséis meses según consta en la Dirección de inmigraciones. Hace una incursión en el Uruguay y se instala en nuestra ciudad, en la que permanece muchos años, trabajando en la lavandería de doña Anais de Muñiz. Las crónicas firman que el niño fue dejado al cuidado de sucesivas  familias que lo criaron, hasta que su madre se instaló con él en una casa de la calle Corrientes 1417, donde una placa conmemora su paso. La leyenda lo muestra vagabundeando por las calles porteñas, vendiendo fósforos, lustrando botas y cantando por unas monedas en cortadas y cafetines.

Lo cierto es que un “Carlos Gardes” aparece como alumno distinguido en primer grado de 1897 (siete, diez trece o catorce años, según unos u otros testimonios acerca de la fecha de su nacimiento) en una escuela del Concejo Nacional de Educación. Y “Carlos Gardes” aprueba el sexto grado con diez puntos en todas las asignaturas, en el Colegio San Estanislao, en 1904 (catorce, diecisiete, veinte o veintiún años). Otra versión dice que en 1901 (once, catorce diecisiete o dieciocho años) “Carlos Gardes” hijo natural de Berta Gardes, ingresa a un colegio de Salesianos para la formación artesanal, el Pío IX, y figura al año siguiente entre los doce pupilos “Dignos de alabanza” mientras su condiscípulo Ceferino de Namuncurá obtiene el primer premio de canto.

El primero y el segundo niño podrían se el mismo niño, nacido lógicamente en 1890. Pero quién es el niño que jugó a las cabezas trocadas con Ceferino en 1901? No hay respuestas ni posibles conclusiones pese a las coincidencias de nombres.

Varios comentaristas sugieren que no  puede tratarse de Gardel en ninguno de los casos, ya que éste “el verdadero” trabajaba por entonces como conductor de una volanta en casa del abogado Baldasarre y que viajó por esa época al Uruguay, pidiendo un adelanto para tramitar su libreta de enrolamiento. Gardel mismo declara en un reportaje que en 1902 actuaba como tramoyista del Teatro de la Victoria. Y Elías Alippi, que trabajaba allí en ese tiempo. Lo confirma después de la muerte del cantor. Se ha dicho además, que en 1903 trabajó como aprendiz de orfebre y de tipógrafo, como limpiador en una relojería y como camarero de un hotel. ¿Carlitos cochero, Carlitos tramoyista, Carlitos enrolado a los doce años? ¿Carlitos orfebre, Carlitos tipógrafo, Carlitos limpiador, Carlitos camarero a los trece años? Estas declaraciones bastarían para indicar que no nació en 1890… ni en 1887 ¿En 1884 acaso? ¿En 1883 tal vez? Pero entonces, ¿Quién es ese escolar o esos dos escolares? 

¿Quién es Charles Romuald Gardes? ¿Quién es Carlos Gardel?

MADRE HAY UNA SOLA

Los hijos pueden ser más.

Como en un folletín muy fin de siècle, donde hay jovencitas  que caen bajo la seducción de un aristócrata que dora con oro las consecuencias de la culpa, se ha pretendido a veces que Carlos Gardel sería hijo de los efímeros amores de un noble francés con la humilde francesita Berthe. El potentado caballero los había alejado de su lado cubriendo la distancia con sistemáticos oleajes de dinero ¿Seguiría entonces Berthe planchando en tierra americana por mera vocación de planchadora?

¿Y el niño que probó tantos oficios probó por mero espíritu de juego?

Un periodista uruguayo, Erasmo Silva Cabrera, que firma con el seudónimo de Avlis, después de rastrear como ávido sabueso en huellas de papeles y personas, lanza una bomba, - o una bombita de mal olor – envuelta en las siguientes conclusiones: Gardel nació en Tacuarembó el 21 de noviembre de 1881 y era hijo del poderoso coronel y jefe político Carlos Escayola y de Manuela Bentos de Mora, que no fue ninguna de sus tres legítimas esposas. Relacionado la “Compañía Francesa del Oro del Uruguay” con sede central en París que contaba con personal francés, había conocido a la planchadora Berthe Gardes, quien, madre ya de un niño – aquel Charles Romuald nacido en Toulouse en 1890 – se habría mostrado dispuesta a adoptar a este otro, nueve años mayor. De acuerdo con razonamientos y testimonios, Gardel, nacido a fines de 1881, habría sido anotado en los registros a comienzos de 1882; pero de acuerdo con los hechos, las páginas del libro correspondiente han sido pegadas hasta volverse ilegibles, se supone que por mano o influencia de los interesados en destruir las fuentes de información, una vez que contaron con la ayuda de Berthe Gardes.

¿Dónde está Manuela Bentos de Mora? Murió en una casa de alienados poco después del trágico episodio de Medellín.

¿Dónde está el verdadero Charles Romuald Gardes? Se sugiere que murió a comienzos de la década del veinte y que a él pertenecían aquellos certificados de meritorios estudios ¿Pero cuáles? Los de 1897 y 1904 corresponderían evidentemente, al ciclo de su edad escolar (7-14 años) ¿y el niño que estaba pupilo en 1901 en la escuela artesanal, aquél “Carlos Gardes”, hijo natural de “Berthe Gardes” podría ser el mismo? Las fechas de estudios se superponen, ¿Podría ser nuestro Carlos Gardel? Tendría en ese entonces unos veinte años.

En favor de sus aseveraciones Avlis recurre a los datos suministrados por Tomasa Leguisamo de Suárez, madre del jockey Irineo, íntimo amigo de Carlos; a confesiones arrancadas a los hijos legítimos del coronel Escayola; a fotos dedicadas que obrarían en poder de Manuela Bentos de Mora; a la confesión hecha por Gardel a varias personas, en la cual, sin mencionar nombres, habría dicho que era hijo de un militar; al hecho de que Gardel no quisiera jamás fotografiarse junto a su madre, ni la llevara a pasear en sus viajes por Europa, ni le escribiera con asiduidad pese a su declarado fervor.

¿Charles Romuald Gardes y Carlos Gardel eran, entones, dos personas? ¿Dos personas simultáneas y próximas, casi con el mismo nombre? ¿Por qué?

MALEVAJE

Si poco se sabe de antes, poco se sabe de Gardel entre 1904 y 1910. Muchos comentaristas lo pintan huyendo del hogar y viviendo libremente en Montevideo; otros lo estampan, ya con buena voz, cantando en los cafetines y en alguna casa equívoca de la Boca, varios lo untan de todo, sumergiéndolo en los tembladerales de la delincuencia y poniéndolo a secar en una correccional. Estos últimos le endilgan condenas por delitos menores en 1906, 1907 y 1909 en Montevideo, donde se registran varios procesos contra un tal Carlos Garderes conocido también como Carlitos, como Gorders, Gardenes, Garders y Cardanes (las variaciones de “Gardes” parecen estar dadas por la mala ortografía del imputado) que en algunas oportunidades declara ser guarda de tranvía. De acuerdo con otras presunciones, habría sufrido una condena penal culminatoria, con reclusión en Ushuaia. Al ser liberado, junto con un grupo de presos políticos, revolucionarios radicales, amenizaría el viaje en barco  hacia Buenos Aires con canciones criollas. Una tarjeta postal, firmada por los viajeros y dirigida a uno de ellos como recuerdo, llevaría la firma de Carlos Gardel.

En realidad, la única vez que su nombre ha quedado registrado en alguna repartición policial es una averiguación de paradero presentada en 1913 por Berthe Gardes en la división de investigaciones. Allí declara que su hijo "Carlos Gardes, que es francés, de veintidós años, pelo castaño oscuro, ojos marrones, tiene una cicatriz debajo de la oreja  derecha, es grueso y alto, viste de negro, desde el domingo que fue a las carreras no ha vuelto al hogar” y pide que se averigüe si le ha acaecido algún accidente o si está detenido. Horas más tarde, “en razón de haber aparecido el causante”, la investigación se deja sin efecto. Carlos Gardel es grueso, sí (llegó a pesar unos ciento catorce kilos) no es alto (mide 1,67) Tiene pelo oscuro y ojos castaños ¿veintidós años? (Depende de la fuente que se adopte) ¿Qué fue al hipódromo? ¡Cuándo no! Llama la atención por un lado que la denunciante no se hubiera dirigido a la seccional de su barrio, que aceptara como natural la posibilidad de una detención y que se preocupara por la desaparición de un muchacho que, como Gardel, ya hacía tiempo que efectuaba giras por el interior y actuaba en lugares nocturnos conquistando los primeros laureles de su gloria. El partido de “los desconfiados” sospecha que el desaparecido es el “otro”, ese Charles Romuald Gardes más morigerado que nació en Toulouse en 1890 y que habría muerto en la década del veinte.

MANO A MANO

El Gardel casi obeso, el Gardel “de rancho”, el Gardel peinado con raya al medio, el Gardel con corbata papillón, ya había lanzado al aire sus estilos, su cifras sus milongas y sus cielitos con toda la voz, ya había triunfado en el abasto y en varios locales donde la noche porteña se consumía en humo, y ya se había medido “mano a mano” con Razzano en una contienda que terminó en empate.

Fue en 1911 en el café de “El Pelado” Entre Ríos y Moreno donde se concertó el contrapunto entre “El Morocho” y “El Oriental” acatando la voluntad de “Los hinchas del abasto” por un lado y del “Mercado Spinetto”, por el otro, y obedeciendo la desafiante consigna de José Hernández: “A un cantor lo llaman bueno / Cuando es mejor que los piores / y sin ser de los mejores / encontrándose dos juntos / es deber de los cantores / el cantar en contrapunto…”

La justa criolla tuvo lugar – para treinta personas – en una casa de la calle Guardia Vieja. El resultado fue un premio de exaltados aplausos y un duelo florido de ponderaciones entre los rivales. No hubo triunfos ni tristes, más que en las canciones. Había nacido un dúo. Actúan en el interior de la provincia, en centros sociales, en sociedades de fomento, en confiterías y cafetines de suburbio, en comités conservadores y en el “petit comité” de aquél “Café de los angelitos” frecuentado por Gabino y por Cassaux.

Alguien dice que el promotor del éxito era Razzano. Y también “el maestro en el modo de vivir”. Y que Gardel aprendió junto a él “las mejores maneras de sentarse a la mesa de los grandes bacanes y como calentar el cognac o abrir el Pommery”. Pero no habría sin duda, cognac ni Pommery después de ese milagro que se produjo en 1913.

Es la noche en que el estanciero y político Pancho Taurel los oyó cantar en la confitería Perú (Viamonte entre Maipú y Esmeralda) y los invita a continuar la velada en el Armenonville, el cabaret más célebre del momento. La noche continúa y el canto también, el propietario del local contagiado por el desbordante entusiasmo de los habitués contrata a los dos cantores casi desconocidos por setenta pesos diarios “aparte de la comida y las extras” Gardel cree escuchar mal, cree que la remuneración es mensual. Y el día del debut oficial cuando el público los ovaciona y lanza estrepitosos hurras y bravos y termina por llevar al dúo en ancas por la calle, Gardel, desconcertado, murmura humildemente en la oreja de Razzano: “¡Mirá José, yo creo que nos están agarrando para la farra!”

TENENOS QUE ABRIRNOS

A partir de 1914 el dúo Gardel-Razzano interviene en fines de fiesta y en cuadros camperos en algunos teatros porteños. Actúan con la compañía de Francisco Ducasse y Elías Allipi, con la de Perdiguero-Cassaux, con la de Orfilia Ricco y entre una y otra temporada cosechan aplausos en Rosario, en Córdoba,  en Santa Fe, en Montevideo, São Paulo y Río de Janeiro.

Una noche de 1915, en el Palais de Glace, estalla una disputa entre dos grupos de noctámbulos. Suena un disparo. El “Morocho” tiene un proyectil entre pleura y pulmón. Joaquín de Vedia afirma que la bala no pudo ser extraída, por riesgo de la vida del cantor. Elías Allipi asegura que la operación se efectuó en la mañana siguiente. Más adelante veremos los motivos de esta puntualización.

Mientras tanto sigamos enhebrando los fulgores de las estrellas: películas (“Flor de durazno", la primera), grabaciones, el estreno del tango “Mi noche triste” (a cargo de Gardel), todo ello en 1917. Los años siguientes acrecientan la popularidad y el prestigio del dúo, en el que si Razzano aventaja a Gardel “por una cabeza” razonable, la voz del Morocho “que se juega entero”, lo aventaja por varios cuerpos. En 1922 se graban sesenta y cinco canciones. Sólo diez son interpretadas a dúo. Gardel se convierte en un solista y Razzano casi en un mero acompañante. El astro compra para “su viejita” una casa en la calle Jean Jaurés y adquiere caballos de carrera. Esos “burros” irán desparramando bajo sus patas perdedoras el oro que fluye de los bolsillos de su dueño: “Berretines que tengo con los pingos, metejones de todos los domingos”.

En 1925 se disuelve el dúo. Motivo: una afección a la garganta le impide a Razzano continuar cantando. Sigue representando a Gardel y administrando los ingresos y los egresos, con mutuos choques y entredichos, hasta 1932 fecha en que los asuntos del cantor quedan en manos de su amigo Defino. La ruptura definitiva se produce en 1933 cuando después de una violenta disputa de sobremesa el Zorzal le canta a Razzano las cuarenta y abandona la casa de su amigo. Misteriosamente, como hemos dicho, Defino, albacea primero de doña Berthe Gardes, a la muerte de su hijo, por el testamento ológrafo mencionado, y heredero después por voluntad de ésta en 1943, vende a Razzano los derechos de autor de Gardel por la ridícula suma de treinta mil pesos. Este hecho es doble o triplemente curioso: 1) siempre existió entre ambos una agresividad manifiesta, lo cual no impide que el donante declare que hizo “renunciamiento de su herencia por monedas y deliberadamente a favor de quien se había cobijado bajo el amparo de Carlos y que lamentaba no tener otros medios de vida y una familia que mantener”. 2) el generoso añade: “Mi generosidad no fue espontánea, me indujeron a ello algunas personas, entonces encumbradas en SADAIC que me hicieron ver los apremios económicos del ex compañero de Carlos”; 3) a pesar de esa intervención de los miembros de SADAIC, y como tal sesión no es legal y se le reprocha, señala su “desconocimiento total de los estatutos de SADAIC que no permitían la venta de los derechos de autor".

GOLONDRINAS DE UN SOLO VERANO

El zorzal criollo emprende largos vuelos, se convierte en golondrina: “siempre sueña con otros caminos la brújula loca de su corazón”.

¿Para qué hablar de sus viajes a Francia, a España, a Estados Unidos, de sus filmaciones en uno y otro país? Son hechos conocidos por todo el mundo: innumerables grabaciones y varias películas (Luces de Buenos Aires, Melodía de Arrabal, Cuesta abajo. El tango en Broadway. El día que me quieras, Tango Bar) proyectan sus canciones y su imagen a todos los vientos. Hay corazones femeninos que palpitan aceleradamente cuando se oye su voz y se dibuja su impecable sonrisa.

Se tejen comentarios, se inventan fábulas, se plantean interrogantes con respecto a su vida sentimental pasada, presente y futura. Surgen los nombres de Azucena Maizani, Tini Ramos, Mona Maris, Imperio Argentina, Rosita Moreno, en romances desmentidos por las interesadas. Surgen insistentemente las alusiones a una novia eterna a la que Gardel habría relegado siempre por su carrera. Razzano las confirma. Se cita una carta de Gardel en la que éste le diría: “Lamento mucho todo el tiempo que llevo entreteniendo a la muchacha, cuando mis íntimos sentimientos serían formalizar el casamiento”. Y Julio de Caro especifica: “Nunca llegué a conocer a esa niña que tanto quería Carlos, pero si estoy cierto de que ella existía.” A veces esta novia que se llamaría María Isabel, ha sido identificada con la artista Isabel del Valle. ¿Pero es otra Isabel a la cual el “enamorado” se refiere en términos poco comedidos en una carta enviada a Defino? “Recibí cuatro líneas con protestas de amor y otras tonterías. Pero mi resolución es inquebrantable… Hacele saber que mi propósito es no volver por muchos años a la Argentina (eso para ella) y que no debe hacerse ninguna ilusión sobre mí… Estoy dispuesto a no hacer más tonterías. La de Isabel y Cía. será la última”. También le pide que le entregue unos miles de pesos para que lo deje en paz. “Hasta que encuentre otro otario que le mate el hambre ¡Que busque!"

La otra cara de este Carlitos buen pagador es la que muestra en Francia, la de “bien pagado” junto a la baronesa Sadie de Wakefield, una inglesa quincuagenaria, enjaezada, más ancha que larga, conocida también como Madame Chesterfield por ser viuda del dueño de esta fábrica de cigarrillos. Fue ella quien financió algunas de las películas del maestro, quien le enviaba gardenias con pétalos de oro y otras joyas menos líricas. Carlitos le devolvía sus atenciones visitándola todas las tardes. Chas de Cruz los vio llegar juntos a una tertulia de café y oyó la presentación que la Voz hizo de su compañera: “Chochamus, aquí traigo al bagayo”

¿Pudor, desafío, machismo, subestimación de la mujer? También están esas “flores de fango” que duraron poco tiempo en la vida del cantor: se menciona a Madame Jeanne, ex cantante de ópera y dueña de casas clandestinas; a la Ritana que tenía también esta última profesión; a algunas casi anónimas “paicas Ritas”, o “Esthercitas” o “Margots” ¿Hay que creer que la mujer ideal era aquella a la que le cantó? ¿La “papusa” la “pebeta”, la “mina” que desde los bajos aledaños llega al centro a triunfar, que se exhibe en lujosos reservados son su miché o con su maquereaux, que usa ajuar de seda con rositas rococó, que bebe champagne con risa loca escondiendo las ganas de llorar? ¿Es esa a la que se recuerdan, vuelta a vuelta, su antigua pureza, sus trenzas de sol y su vestido de percal? ¿Esa a la que se amenaza con un futuro de Hospital o de mueble viejo, y que cinco años después está fané, con su irreconocible cuero picoteado bajo el tapado verde que fue marrón y el zorro avergonzado de su color? ¿Quién lo sabe? Jamás confesó en público otro amor que el que sentía por su adorada viejita.

Tal vez la verdad está en aquéllas frases que una vez le dijo a Vicente Padula: “Todas las mujeres valen la pena de que uno se enamore de ellas; darle exclusividad a una es ofender a las otras”.

SUS OJOS SE CERRARON

El misterio lo siguió hasta su muerte. De las cenizas de Medellín surgieron otras llamaradas, otros incendios.  La versión oficial de que un golpe de viento arrojó un avión contra otro provocando un desastre se unieron otras, mucho más turbias: Que Gardel y el piloto Samper Mendoza se balean por una mujer originando la catástrofe, que los que se pelean son Gardel y Le Pera por asuntos de intereses, que son Gardel y Aguilar porque éste pone en duda su virilidad. En los tres casos, voluntaria o involuntariamente una bala se incrusta en la cabeza del piloto.

La leyenda negra agrega datos: el cuerpo carbonizado del piloto con los brazos en alto, muestra un orificio de bala en la nuca; el piloto tiene una pistola en la mano (más tarde se dijo que era una pistola de señales); el piloto se suicida ante la inminencia de la desgracia (¿de un disparo en la nuca?); la autopsia demuestra que Gardel tiene una bala alojada en el tórax (¿aquella que le disparó una patota en el Palais de Glace? ¿Se la sacaron o no se la sacaron?)

¿Cuál es la verdad?

La leyenda se sumerge, como en un río, y reaparece siempre: en 1949 se dijo que Gardel no murió en Medellín y que, encapuchado para cubrir su rostro desecho, recorría cantando los suburbios de Bogotá.

En 1969 un presunto hijo de Gardel, chileno, residente en Madrid, proclamó que el Morocho vivía, desfigurado, oculto, en Medellín. En 1970 un cantor argentino gritó desde España, ser nieto de Gardel, pero admitió su muerte. Y así, a lo largo de los años, surgirán los bisnietos, los tataranietos y los choznos de Gardel. Y entre una y otra aparición, alguien habrá visto a un legendario cantor enmascarado cantando por los barrios de alguna ciudad sudamericana.

No será Gardel por cierto, su cuerpo fue identificado por muchos testigos de la catástrofe “ya que estaba íntegro, ligeramente chamuscada la piel de su cara y otras partes del cuerpo”. Dice Mario Sarmiento Vargas “Tanto en la camisa como en su pañuelo llevaba las letras iniciales de su nombre y apellido. En el brazo derecho tenía una cadenita de oro que la acción de las llamas no llegó a fundir y que llevaba esta inscripción: “Carlos Gardel. J. Jaurés 735. Buenos Aires”.

También lo identificó su amigo Defino, quien  lo trasladó a Buenos Aires; y una vez aquí, Francisco Canaro, Maschio, Segundo Pomar y muchos otros amigos lo miraron por última vez.

VOLVER, CON LA FRENTE MARCHITA

Y volvió. Su cuerpo fue embarcado en Nueva York y llegó a Buenos Aires el 5 de febrero de 1936.

Un impresionante conglomerado lo esperaba en el puerto. Un desfile incesante lo veló. Más de treinta mil personas acompañaban a pie la carroza, precedida por varias berlinas de flores en su imponente marcha por la ciudad. Y cuando las puertas del panteón se cerraron, la multitud permaneció allí inmóvil, muda, negándose a creer que “el mundo sigue andando”.

Y sigue andando, pero la voluntad popular se niega a admitir la muerte de su ídolo. “Cada día canta mejor”, dicen algunos al escuchar una regrabación. Y le devuelven la sonrisa incomparable con que nos sonríe desde los colectivos, desde los espejos de los bares, desde las paredes de los camarines, desde las pantallas de los cinematógrafos, desde la cara misma de algún simpático aprendiz de cantor, desde el sueño de la obrerita, desde los barrios de la gloria y el cielo de los mitos.

Porque ¿Qué importan los turbios misterios y las fábulas sombrías? Esa es la voz de la Voz, ésa es la sonrisa de “su boca que reía” Ese es el único Gardel Morocho, el Zorzal, el Troesma. El Maestro, el Mudo, el Inmortal. Y decimos entonces con Enrique Cadícamo:

Hubo tan sólo uno que se llamó Gardel 

Y seguirá viviendo mientras haya una esquina

Corrientes y Esmeralda porteña como él,

o mientras en Palermo haya un final reñido

o del surco de un disco llegue un tango sentido

y su voz tan lejana nos erice la piel.

                                                                      Olga Orozco

 

Olga Orozco nació el 17 de marzo de 1920 en Toay, La Pampa. Olga adoptó como apellido literario el de su madre; su padre, siciliano de Capo d' Orlando, se llamaba Carmelo Gugliotta; su madre era Cecilia Orozco, nacida en San Luis.

Trabajó en el periodismo utilizando numerosos seudónimos, respondió a consultas sentimentales y a cálculos astrológicos, mientras se iban acumulando distinciones y homenajes: el Primer Premio Municipal de Poesía, el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, el Premio Municipal de Teatro por una pieza inédita titulada "Y el humo de tu incendio está subiendo"; el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes, el Premio Esteban Echeverría de Poesía, el Primer Premio Nacional de Poesía, el Gran Premio de Honor de la SADE, la Láurea de Poesía de la Universidad de Turín, el Premio Gabriela Mistral, otorgado por la OEA, el Premio Juan Rulfo.

Poseía una inteligencia sutil y sabía explayarse con lirismo y ternura. No era la suya una fantasía embrollada y caprichosa; su intelecto limpiaba y ordenaba la imaginación dotándola de esa ejemplar armonía propia del arte destinado a perdurar.

Su obra, traducida a varios idiomas, es una preciosa conquista argentina para todas las letras hispánicas.

Falleció el 15 agosto de 1999 a los 79 años como consecuencia de una afección circulatoria, sus restos se encuentran en un cementerio privado de Pilar, provincia de Buenos Aires. 

Siendo una de las principales exponentes de la poesía latinoamericana, la escritora siempre optó por un perfil bajo y prefirió que no trascendieran sus problemas de salud. A poco de conocerse su fallecimiento, numerosos intelectuales la recordaron. Así, Horacio Armani subrayó su afán por "alejarse de la versificación tradicional". Por su parte, Cristina Piña dijo que su obra "trasciende influencias". Y Antonio Requeni se refirió a ella no sólo como a la poeta más importante del país, sino "del idioma español".

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