Microrrelato
NADA MÁS LLEGAR a casa, Carla deambulaba por el salón. A través del humo del cigarro vigilaba los dígitos del reloj; resultaba extraño que Juan no la hubiera llamado antes de coger el avión… ¡Maldita sea! Ella debería haberlo acompañado al aeropuerto; y no esa enigmática hermana suya, a quien siempre trataba de evitar.
Apenas había transcurrido unos segundos, cuando percibió el débil reflejo de una luz que provenía del pasillo. Sintió el crujir del suelo.
—¿Juan…? —las piernas ahora le pesaban.
Una figura surgía de la alargada penumbra. Ya más cercana y definida, sonrió de forma ceremoniosa.
—¿Qué haces tú… aquí? —balbuceó Carla, dando un respingo—. ¿Dónde está Juan…? ¿Qué sucede? ¡Por Dios!
—¿Deseas saberlo? —preguntó la cuñada con pausada voz y un extraño brillo en la mirada—. Duerme en su habitación. Vayamos a verlo, cariño. Él ya es feliz.