Microrrelato
FLOTABA EN AQUEL espacio nuevo, como si de un astronauta novato se tratara. No se preguntaba de dónde venía ni qué destino le esperaba: la memoria evocaba tiempos pretéritos y la clarividencia le mostraba otros por venir. Tan solo escuchaba latidos; unos, protectores; y otros, los suyos, percibidos cada vez con mayor firmeza.
Y en ese universo, que parecía evolucionar hacia el infinito, se aproximaba la hora de cruzar la caverna membranosa. Fue entonces cuando, entre llantos propios y alegres caricias de bienvenida, cualquier pensamiento anterior se borró; su mente partía de cero.