Microrrelato
UN AUTOBÚS SIN PASAJEROS llegó a la parada. Una anciana de ojos azules salmodiaba palabras confusas, mientras leía las letras iluminadas de la parte delantera del vehículo.
—¿Qué línea es esta, Alex? —preguntó Teo a su amigo, al comprobar que la mujer se subía.
—La de Fuera de Servicio.
—¿Y a dónde va?
—No sé, Teo.
—¿Nos montamos?
—Bien. Por un día que faltemos a clase, no creo que suceda nada.
Escondieron sus móviles, sacaron varias monedas del bolsillo y ascendieron la escalerilla; nadie más lo hizo. Al cerrarse las puertas, los cristales se oscurecieron hasta perderse toda referencia exterior. El leve traqueteo inicial se incrementó poco a poco, hasta convertirse en vorágine de tiempo indefinido...
Familiarizados ya con el vértigo, este fue decreciendo y todo se detuvo. Penetró de nuevo la luz; también algunos murmullos de voces y aires con aroma a romero.
Al salir, Alex y Teo vieron descender tras ellos a una joven de iris garzos que se sujetaba las largas faldas. La observaron con tanta reiteración, que casi los atropella un carruaje mientras cruzaban la desconocida calle.