Microrrelato
TUS BRAZOS ME APRISIONAN. Bendito cautiverio me otorgas…
¡Cállate ya, humano! Deja de recitar lo mismo, una y otra vez. Si por mucho que te esfuerces serás siempre un actor mediocre… Claro, te crees superior. Ignoras que estoy dotado de pensamiento; que, entre mordisco y lametón al hueso, miro de reojo el teatro de la tele, con las orejas tiesas y el rabo ventilando las bambalinas del salón. Inalcanzables para ti permanecen esos cómicos y dramáticos de siempre, verdaderos reyes de la representación.
Tus brazos me aprisionan. Bendito cautiverio me otorgas…
¡No seas cínico, humano! El único cautivo se encuentra aquí, sujeto con la correa en esta platea doméstica, mientras padece el cuchillo de tu voz cuando ensayas. Si cualquier pulga declamaría mejor.