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El geógrafo griego Pausanias en su obra Crónicas de Grecia narró lo que veían los griegos en China en el siglo Il: “Los chinos crían con mijo y carrizo verde unos insectos parecidos a las arañas. Al quinto año aparece una rajadura en el vientre del insecto, de la cual se extraían hilos de seda”.

En este párrafo que describe la cría de gusanos de seda en la antigua China, se puede notar la distancia entre los europeos de aquel entonces con los chinos.

A mediados del siglo IX, los árabes empezaron a llegar a China. Un escritor árabe relató en su obra Anécdotas de China y la India las impresiones de los comerciantes árabes que entonces residían en China: —Cierto día un comerciante árabe fue a una cita con un funcionario de la Guarnición en Guangzhou. Durante la entrevista, el visitante clavó la mirada en el pecho del funcionario.

Este, extrañado, preguntó a aquél: “¿Qué le sucede? ¿Por qué se fija tanto en mi pecho?” El comerciante respondió: “Yo veo un lunar negro en su pecho a través de su ropa de seda. Y ¿Cómo es posible eso? No puedo siquiera imaginarlo”. Al oírlo el funcionario echó a reír a carcajadas y dijo: “Haga el favor de contar las prendas de ropa que llevo”.

El árabe se puso a contar y descubrió que en total eran cinco prendas y el lunar negro precisamente se traslucía a través de esas cinco prendas de seda. El comerciante árabe se quedó boquiabierto. Sin embargo, su sorpresa fue mayor cuando el funcionario le dijo que su ropa no estaba hecha con la más fina seda. Porque la seda de la mejor calidad estaba reservada para confeccionar las prendas del gobernador provincial.

—La referencia al té en ese libro (los árabes lo llamaban hojas secas) revela que los países árabes aún desconocían entonces el hábito de tomar té. En el libro se lee: “Los ingresos del emperador de China provienen principalmente de los impuestos a la sal y a un tipo de hojas secas, con las cuales se prepara una bebida con agua hirviente.

En muchas ciudades las hojas secas tienen un precio bastante alto. Los chinos lo denominan “Cha”. Su planta tiene más hojas que la alfalfa y también más fragancia. Resulta algo amargo, se sirve la infusión con agua hirviente y surte efectos terapéuticos”.

—Dicho libro también revela la admiración por la buena asistencia médica en China y así escribe: “Los chinos son beneficiados con buenas condiciones de asistencia médica e incluso los pobres pueden gozar de ciertas subvenciones del erario público para cubrir gastos de medicamentos.

En muchos lugares de las ciudades se ven lápidas en las que están inscritos los nombres de los medicamentos y sus respectivas propiedades curativas para diferentes enfermedades”.

—En referencia a la ciudad de Chang'an, el autor dejó correr su pluma para hacer impresionantes descripciones: La ciudad, tan grande y bastante poblada, está separada por una avenida divisoria de norte a sur. En el barrio este viven el emperador y su familia, el primer ministro, la guardia del Palacio Imperial, el mayordomo y las sirvientas. Allá se ven hileras de suntuosas residencias y mansiones. Las casas están bien alineadas, el agua corriente susurra y la vegetación exuberante muestra su perpetuo verdor.

En el barrio oeste viven plebeyos y comerciantes. Allí hay grandes almacenes y tiendas. Se advierte una impresionante concurrencia multitudinaria cada madrugada. Algunos van a pie y otros montados a caballo. Entre ellos hay funcionarios administrativos y sirvientes del Palacio Imperial, pobladores y comerciantes, todos ocupados en las compras.