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Se despidieron de Shi Jin entre lágrimas, y regresaron a la fortaleza.


El joven se dirigió hacia la prefectura de Yan'an. Bebía y comía lo indispensable, y se detenía sólo por la noche, para partir de nuevo al amanecer siguiente. 

Viajó así, solo, por más de medio mes, hasta que llegó a Weizhou.


“También ésta es una guarnición de frontera — se dijo —. Tal vez mi maestro, el instructor Wang, esté aquí.”


Entró al pueblo. Era un lugar activo, con muchos mercados y calles.

En una esquina vio una pequeña casa de té. Entró allí y tomó asiento.


Un camarero se le acercó:


—Señor, ¿qué clase de té desea?


—Quiero una infusión.


El camarero trajo la orden y la puso ante él, sobre la mesa.


—¿Dónde queda la comandancia de la guarnición local? — preguntó

Shi Jin.


—Queda justo al frente.


——¿Sabe si tienen un instructor de armas de la capital oriental, de nombre Wang Jin?


—La guarnición tiene muchos instructores de armas. Hay tres o cuatrode apellido Wang, pero no sé si alguno de ellos es Wang Jin.


Mientras el mozo hablaba entró un individuo grande, que parecía un oficial del ejército. 

Le cubría la cabeza un pañuelo estampado con cruces gamadas, abrochado por detrás con anillos de oro retorcido de Taiyuan.

Una faja plisada de un negro apretado ceñía a la cintura su túnica de guerrero color verde perico. 

Calzaba unas botas amarillas adornadas por cuatro tiras de cuero marrón con un diseño de garras de halcón. 

Tenía los ojos grandes, la nariz recta y la boca ancha. Una barba tupida enmarcaba su cara redonda.

Medía seis pies de altura y su cintura era de diez palmos.


Cuando el recién llegado hubo tomado asiento, el mozo le dijo a Shi Jin:


—Ese es el mayor. Puede preguntarle por Wang Jin. Conoce a todos los instructores de armas.


Shi Jin se levantó de inmediato e hizo una reverencia.


—¿Le puedo invitar un poco de té, señor? Por favor, acompáñeme a tomarlo.