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Los monjes se rieron con frialdad.
—Nuestro abad no es muy brillante — comentaron entre ellos, y se retiraron a sus respectivas estancias.
A la mañana siguiente, el abad envió a su asistente a los aposentos de los monjes para citar a Sagaz Lu.
Aún estaba dormido. El asistente esperó a que se levantara y se pusiera la sotana. De pronto Lu salió descalzo. El sorprendido asistente lo siguió.
Encontró a Lu orinando junto al templo. El asistente no pudo evitar reírse. Esperó a que Lu terminase, y luego dijo:
—-El abad quiere verlo. Lu lo acompañó hacia el cuarto de los clérigos.
— A pesar de que antes era un militar — dijo el abad — lo ordené gracias al padrinazgo del caballero Zhao.
Yo le había advertido: No mate, ni robe, ni fornique, ni beba, ni mienta.
Estos son los cinco preceptos por los que están ligados los monjes. Pero ayer en la tarde regresó ebrio y golpeó al portero, rompió la puerta de celosía bermellón del salón de los sutras, expulsó a los cocineros y a los porteros, gritando y vociferando en todo momento.
¿Cómo puede comportarse de manera tan vergonzosa?
Lu se arrodilló ante él.
—No volveré a hacer semejantes cosas.
—Ahora es un monje — continuó el abad —.
¿Cómo puede violar nuestra regla contra la bebida y trastornar la pureza de nuestro modo de vida?
Si no fuera por su padrino, el caballero Zhao, lo expulsaría del monasterio. No vuelva a actuar así.
Lu juntó sus palmas.
—No me atrevería — aseveró fervientemente.
El abad le ordenó el desayuno y, con muy amables palabras, lo exhortó a reformarse.
Le dió una sotana de tela fina y un par de zapatos de monje, y le pidió que volviera a sus aposentos.
Los borrachines nunca deben colmar su medida. “El vino puede estimular a la acción o arruinarlo todo”, dice el viejo refrán.
Si la bebida vuelve valiente al tímido, ¿qué hace con los intrépidos e impetuosos?
Durante los tres o cuatro meses siguientes al alboroto producido por su embriaguez, Lu no se arriesgó a dejar el monasterio.
Cierto día el clima se puso inesperadamente cálido.