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—-En los días venideros les mostraré mi gratitud — prometió el caballero. Llamó a Lu bajo un pino y le susurró :

—Su vida debe ser diferente desde hoy, hermano. Conténgase en todo, y no sea orgulloso bajo ninguna circunstancia.

Si no, será difícil que nos veamos otra vez. Cuídese bien. De tiempo en tiempo le enviaré ropa abrigadora.  

—No necesita decírmelo, hermano — dijo Lu —. Me portaré bien.  

Zhao se despidió del abad y de los monjes, subió a la silla de manos, y partió montaña abajo de vuelta a casa. 

Lo seguían sus sirvientes cargando la otra silla, ahora vacía, y las cajas. 

El abad y los monjes regresaron al monasterio.  

Cuando Lu volvió al cuarto de la meditación, se arrojó sobre la cama y se fue a dormir. 

Los monjes que meditaban a ambos lados lo zarandearon para que despertara.  

—No puedes hacer eso — dijeron —  Ahora que eres un monje, se supone que debes aprender a sentarte y meditar.  

—¿Qué les importa si quiero dormir? — preguntó Lu.  

—;Pecado! — exclamaron los monjes.  

—¿Por qué hablan sobre pescados? Tortugas es lo que me gusta comer.  

—OH! ¡Amargura!  

—No tienen nada de amargo. El estómago de la tortuga es grasoso y dulce. Son un gran manyar.  

Los monjes se rindieron y lo dejaron dormir.  

Al día siguiente quisieron quejarse ante el abad. Pero el superior se los desaconsejó:  

—-El abad sólo está encubriendo sus culpas cuando dice que obtendrá la santidad y que ninguno de nosotros se le compara. Pero no podemos hacer nada al respecto. Simplemente olvídense de él.  

Los monjes regresaron. 

Ya que nadie le llamaba la atención, Sagaz se tendía sobre la cama cada noche, y dormía roncando estruendosamente. 

Cuando le tocaba hacer sus necesidades, hacía un terrible barullo al levantarse. Meaba y cagaba detrás de uno de los salones. Su inmundicia estaba por todo el lugar.  El asistente del abad informó sobre el asunto. 

—Ese Lu no tiene modales. No parece en modo alguno un hombre que ha abandonado el mundo material. 

¿Cómo podemos conservar a un  individuo así en el monasterio?  

— Tonterías! — replicó el abad —. No olviden el pedido de nuestro benefactor. Sagaz cambiará más adelante.  

Nadie se atrevió a discutirle.  

Así, Sagaz Lu permaneció en el monasterio del monte Wutai. 

Antes de que se percatara de ello, habían pasado cuatro o cinco meses. 

Al principio del invierno Lu, que había estado tranquilo un largo tiempo, empezó a inquietarse. 

Un buen día, se puso su sotana negra, se abrochó su cinturón de un apretado color negro, se puso sus zapatos de monje, y salió del monasterio.  

Media montaña abajo, se detuvo en un pabellón a descansar. Se sentó en una banca baja, y se dijo: “En los viejos tiempos tenía buena carne y bebida a diario. Pero ahora que soy monje, me estoy consumiendo por inanición. 

Hace mucho que el caballero Zhao no me manda algo de comer. Mi boca está absolutamente desabrida. 

¡Si sólo pudiera conseguir un poco de vino!”  

A la distancia vio a un hombre cargando dos cubos cubiertos.