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Lu lo arrojó a un lado y le aplicó una asombrosa cachetada. 

Mientras el hombre se esforzaba por recobrarse, Lu continuó con un puñetazo que lo dejó tumbado, gimiendo por el suelo.  

—Esta vez te dejaré ir, granuja — dijo Sagaz, y entró tambaleándose al monasterio.  

El supervisor convocó a los guardianes, los cocineros, los porteros y los cargadores de sillas, cerca de treinta hombres. 

Armados de varas, salieron corriendo del claustro occidental, al encuentro de Lu. El exmayor avanzó hacia ellos con un estruendoso gruñido. No sabían que había sido oficial del ejército. 

Se les abalanzó con tal fiereza que huyeron en tropel hasta el salón de los sutras y cerraron la puerta de celosía. 

Sagaz subió las escaleras y atacó. Con un puñetazo y un puntapié destrozó la puerta. Los hombres, atrapados, alzaron sus varas y salieron a pelear. 

El abad, que había sido informado por el supervisor, corrió hacia el escenario, con cuatro o cinco asistentes.  

—Sagaz! — gritó —. ¡Le prohíbo portarse mal!  

Lu estaba ebrio pero reconoció al abad. Arrojó a un lado su vara, avanzó y lo saludó.  

—Tengo un par de copas de vino encima, pero no hice nada para provocar a estos individuos — dijo Sagaz —. 

Vinieron en cuadrilla y me atacaron.  

—Si me tiene algún respeto — dijo el abad —, irá ahora mismo a sus aposentos y dormirá su embriaguez. 

Mañana hablaremos al respecto.  

—¡Sólo mi respeto hacia usted me impide apalear a estos burros  roñosos!

El abad ordenó a su asistente ayudar a Lu a llegar hasta el salón de los monjes. 

Se derrumbó en su cama y durmió, entre ruidosos ronquidos.  

Los monjes se agolparon en torno al abad.  

—Se lo advertimos — dijeron —. ¿Ve lo que sucedió? 

¿Cómo podemos tener un gato salvaje como ese en nuestro monasterio? Trastorna nuestra pura norma de vida.  

—Cierto que es un poco indisciplinado — admitió el abad —, pero se volverá un santo más adelante. 

Ahora no podemos hacer nada. Debemos perdonarlo, en consideración a nuestro benefactor, el caballero Zhao. 

Le daré un buen sermón mañana, y ése será el final de este incidente.