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—He oído que tres jefes de ladrones han formado una banda de seiscientos o setecientos bandidos que asolan y pillan en el monte Shaohua— dijo —. 

Puesto que están operando a lo grande, tarde o temprano atacarán nuestra aldea. Los he invitado aquí para tomar un acuerdo. Cuando aquellos

bribones lleguen, cada familia debe estar lista. Si nuestra casa hace sonar la alarma, todos deben venir corriendo con sus armas. Nosotros haremos lo mismo sí alguno de ustedes es atacado. Nos auxiliaremos y

defenderemos nuestra aldea. Si los jefes vienen, me entenderé con ellos personalmente.


—-Usted toma las decisiones, joven amo — dijeron los campesinos —.

Dependemos de usted. Cuando suene la alarma ninguno de nosotros estará ausente —. 

Al anochecer bebieron una última copa en agradecimiento y regresaron a sus casas a preparar las armas.


Shi Jin reforzó las puertas y los muros de la casa, y puso todo en orden. Luego distribuyó armaduras y mantuvo listos espadas y caballos. 

Al respecto no diremos más.


Hablaremos, más bien, de los tres jefes de la banda del monte Shaohua.

Cierto día se sentaron y conferenciaron. 

El líder, Zhu Wu, el Milagroso Estratega, era de Dingyuan. Sus armas eran dos espadas. Á pesar de no ser un luchador particularmente bueno, era diestro en tácticas de combate, y un inteligente estratega. Chen Da, el segundo, era de la ciudad de Yecheng, manejaba una lanza con punta de acero. El tercero, Yang Chun, era de la región de Xieliang, en Puzhou, y usaba una alabarda.


—He escuchado que la región de Huayin está ofreciendo una recompensa de tres mil sartas de monedas, y también reuniendo hombres para que nos apresen — dijo Zhu Wu —. 

Cuando lleguen les daremos una batalla sangrienta. El problema es que estamos cortos de dinero y de grano.

Será mejor que salgamos y robemos una cierta cantidad. Necesitamos una reserva de grano por si las tropas nos asedian.


—Es cierto — dijo Chen Da, el Tigre Atacador de Gargantas —.

Exijamos grano de la región de Huayin, y veamos como responden.


—No vayan a Huayin — aconsejó Yang Chun, la Serpiente Moteada de Blanco —. Pucheng sería mejor. Es algo seguro.


—No hay mucha gente en Pucheng — dijo Chen Da —, y no tienen mucho dinero, ni grano. Yo estoy a favor de la incursión a Huayin.