Desde la antigüedad, el hombre ha aspirado a mantener su juventud. Juventud y salud no son términos sinónimos pero sí guardan relación: es más fácil tener un estado saludable durante la juventud porque funcionan bien nuestros sistemas de reparación. A lo largo de las dos presentaciones se tratan aspectos relacionados tanto con nuestras características fisiológicas como especie (¿por qué somos como somos?) como con hábitos beneficiosos que permiten mantener la salud y por tanto un aspecto más jovial. En la elaboración de las presentaciones se han utilizado, además de libros de los autores citados, varios artículos científicos relativos a sirtuinas, antioxidantes y alteraciones del envejecimiento y, estudios antropológicos (Bermúdez-Castro-Carbonell, Walter).

En la primera presentación, orientada a alumnos de Bachillerato de la opción biosanitaria o lectores con estos conocimientos, se comentan aspectos como la diferente replicación de células procariotas o eucariotas, mucho más compleja en estas últimas; lo que produce un número limitado de divisiones y por tanto, un envejecimiento de los tejidos. Los fibroblastos pueden dividirse unas 33 veces en un bebé pero sólo 25 en una persona joven. Las neuronas y miofibrillas son células diferenciales terminales, no se dividen; cuando envejecen, mueren y deben ser sustituidas por otras generadas a partir de células madre. Cuando se altera el entorno de éstas últimas, por ejemplo por daños en los tejidos, pueden desaparecer al comenzar a diferenciarse o pueden producir divisiones indiscriminadas (tumores) si dicha diferenciación no se realiza correctamente.

Por otra parte, en nuestra especie, hay una predilección por los rasgos juveniles. Prueba de ello es la proliferación de los tratamientos rejuvenecedores y estéticos. Estudios antropológicos demuestran una preferencia en diferentes culturas por rasgos con apariencia más infantil (cejas menos pobladas, estructuras faciales óseas menos marcadas…). Esto, al menos, concuerda con el mecanismo evolutivo que ha operado en los homínidos: neotenia. Esta tendencia desarrollada progresivamente en las diferentes especies de homínidos (a excepción de los últimos neardentales, donde se ha observado una ligera reversión, posiblemente por las duras condiciones medioambientales) retrasa la edad de maduración sexual. Ello tiene dos consecuencias importantes: alarga la infancia, que si bien aumenta la vulnerabilidad del individuo, permite un mayor desarrollo cuantitativo, especialmente del sistema nervioso, y aumenta la vida media de la especie, debido a una mayor expresión de los sistemas de reparación celular.

En humanos, la neotenia permitió no sólo un alargamiento de la infancia. También la aparición de la adolescencia, nueva etapa previa a la juventud, y el mantenimiento de rasgos más infantiles (incluyendo un mayor encéfalo) a lo largo de nuestra vida, en comparación con otros primates e incluso homínidos. Quizás, este cambio cuantitativo en el desarrollo permitió el cambio cualitativo que conlleva el lenguaje y la creatividad, y por tanto mayor adaptabilidad y supervivencia. Por tanto, gracias a la neotenia, no sólo tenemos más inteligencia, también vivimos más que otras especies similares a nosotros.

La domesticación de cachorros de lobo antecestral documentada ya hace unos 17.000 años pone de manifiesto otro mecanismo evolutivo, la progénesis, de efectos antagónicos, al acelerar la maduración sexual en los perros respecto al lobo gris, lo que implica el acortamiento de la vida media de los primeros.

Parece que la vida media de cada especie está marcada por una serie de factores genéticos en los que puede influir la edad de maduración sexual, la expresión de los genes de reparación, la producción de radicales libres en el metabolismo celular y la captación de éstos para evitar el daño celular. Las sirtuinas, genes de mantenimiento, no sólo ayudan a reparar daños celulares. También atenúan los daños ocasionados por el envejecimiento en el organismo, por lo que mejoran la salud y con ello, posiblemente, alargan la vida. Se ganan años de vida pero también, calidad de vida. Entonces, ¿cómo podemos aumentar o prolongar su expresión? El resveratrol, la fisetina… sustancias que contienen ciertos alimentos aumentan la expresión de estos genes y por tanto, ralentizan los procesos de envejecimiento.

En la segunda presentación, se exponen una serie de consejos, fácilmente asequibles a cualquier persona, que permiten mantenerse saludable. Se incide en el concepto de alimentación sana y se indican ciertos alimentos especialmente saludables. Se explica la razón por la que debemos realizar actividad física y se finaliza con los consejos de la Sociedad Americana de Cardiología y de Hiromi Shinya, reconocido especialista del aparato digestivo. La vida media de nuestra especie es de unos 56 años frente a los 45-50 de los chimpancés, pero los hábitos saludables y los avances en medicina hacen que se haya doblado la expectativa vital, que puede seguir aumentando en un futuro…