Novia invisible

El rincón de la Ciencia

nº 24, Diciembre de 2003

Ciencia y Literatura

I.S.S.N.: 1579-1149

La novia invisible de Julio Verne

J. L. López Lasala (IES Victoria Kent, Torrejón de Ardoz (Madrid)

Un buen matrimonio sería el de

una mujer ciega con un hombre sordo.

Montaigne

Ahora que tanto se llevan las transparencias en los cuerpos femeninos es la ocasión para hablar de la novia invisible de Julio Verne. Esta "novia invisible" es el título de una novela del autor francés que acabó llamándose El secreto de Wilhelm Storitz, en su publicación póstuma.

Henry Vidal, narrador de esta historia coetánea a su autor, emprende un largo viaje desde Francia al encuentro de su hermano Marc, prometedor artista que lleva cierto tiempo viviendo en la ciudad húngara de Ragz, donde pretende casarse pronto. Myra Roderich, su novia, pertenece a una de la más honorables familias del lugar y si los dos no estuvieran realmente enamorados ("enamorados, comprometidos, convencidos e ilusionados") hubiera empleado, para definir esta relación, una expresión muy castiza que aparece en el Diccionario de la R.A.E., adonde remito al curioso lector. Bien. Durante su travesía, Henry se entera por casualidad de la existencia de un pretendiente rechazado por Myra: Wilhelm Storitz, hijo de un renombrado químico que murió con fama de brujo. Intuimos ya cuál puede ser el secreto del amante despechado y con qué fines lo va a utilizar. Dejaremos al lector de novelas, diccionarios y revistas del corazón que descubra por sí mismo las fechorías de este hombre invisible que acaba haciendo invisible a su amada, pero no puedo olvidar en qué situación dejó a los novios en su segundo intento de boda:

"Terminada la misa, el anciano sacerdote se volvió hacia los asistentes. Marc y Myra se aproximaron, y él dijo:

—¿Estás ahí, Myra Roderich?

—Aquí estoy —respondió Myra."

Wilhelm Storitz muere sin revelar su secreto y el rostro de la novia invisible pervive inmutable en los cuadros que pintó su marido.

En la novela de Verne no aparece ningún razonamiento científico que justifique "el secreto de Wilhelm Storitz"; las explicaciones ya las dio el joven inventor Griffin, protagonista de El hombre invisible, de H. G. Wells: "si un cuerpo ni absorbe, ni refleja, ni refracta la luz no puede ser visto". Un vidrio casi desaparece dentro del agua porque la luz que incide sobre él se refracta y refleja muy débilmente. Cuanto mayor sea la densidad del líquido transparente, el cristal será menos visible, porque los índices de refracción del medio y del objeto se irán aproximando. El personaje de Wells pone el ejemplo del polvo de vidrio machacado, que se hace mucho más visible en el aire y desaparece en el agua. Las partículas de cristal triturado brillan en el aire porque tienen más facetas para reflejar y refractar la luz; en el agua no se ven porque casi coinciden sus índices de refracción. Todo esto es correcto. Pero, aun suponiendo que consiguiéramos preparar un cuerpo humano para hacerlo transparente y que su índice de refracción fuera igual al del aire, hay algo en que no repararon ni Wells ni Verne: ¡el hombre invisible tiene que ser ciego! Para que la retina obtenga la imagen de la realidad exterior es preciso que el cristalino refracte la luz, pero no puede hacerlo si tiene la misma refringencia que el aire (condición previa de la invisiblidad del cuerpo). En efecto, si los rayos de luz atraviesan los ojos del hombre invisible sin cambiar de dirección no podrán converger en un punto para producir una imagen.

Julio Verne tampoco cuenta que, gracias a la transparencia de Myra, su marido Marc fue más dichoso a su lado... ¡por no saber que ella estaba a su lado! Los solteros no se sienten felices nunca; los casados, al menos, sí lo son cuando no ven a su mujer. Como Marc. Bien es cierto que en los contados momentos de intimidad apenas acertaba a encontrarle aquellas zonas tan sensibles al placer, tarea ya dificultosa en condiciones óptimas de visibilidad, pero estos puntuales esfuerzos eran compensados por la obligada facilidad para ignorarla en situaciones menos agradables, que suponemos más frecuentes. Y quizá el secreto de la convivencia ideal dentro del matrimonio esté precisamente en la invisibilidad de los dos cónyuges, aunque no queda totalmente comprobado: al tal Wilhelm Storitz no le dio tiempo a dejar invisible al novio. Ni a dejarlo invisible, ni a dejarlo ciego, ni a dejarlo completamente sordo.

Julio Verne (1828-1905)

Para saber más...

Yakob Perelman dedica varias páginas de su libro Física recreativa (Ed. Mir) a los problemas físicos que plantea la posibilidad de un "hombre invisible".

* * *

Si quieres leer El secreto de Wilhelm Storitz, de Julio Verne, te recomendamos la edición de Plaza & Janés (Barcelona, 2001. Primera versión original y completa en castellano). También puedes encontrar el texto íntegro traducido en esta dirección:

http://jgverne.tripod.com/textos/Wstoritz/Principal.htm

El hombre invisible, de H. G. Wells, está disponible en la colección "Tus libros" (nº 26) de la editorial Anaya (http://www.anaya.es)