Lanzamiento misiles

¿Es la superficie de un planeta el mejor lugar para el desarrollo de una sociedad biológica supertecnológica?

Esta pregunta ha sido abordada por varios autores de ciencia-ficción en interesantísimas obras, que mezclan grandes dosis de imaginación con unos fundamentos científicos bastante válidos en su mayoría.

La ubicación óptima de una civilización viene determinada por una gran cantidad de factores, tales como la habitabilidad de los diferentes ecosistemas existentes en el planeta (vivir en la superficie, en cuevas subterráneas, o en el fondo de un océano). Por ejemplo, si la atmósfera de un planeta no es suficientemente densa como para filtrar radiaciones que puedan repercutir negativamente en la salud de los habitantes, puede que el resultado sea una habituación a esta radiación a lo largo de generaciones con una reducción de población debida a las muertes por esta radiación, o que los habitantes opten por vivir bajo tierra, bajo el agua, o construyan hábitats que les protejan de dicha radiación.

Si no existe ningún factor condicionante en lo que respecta al hábitat, la superficie de un planeta nos permite estar en contacto con su litosfera, su hidrosfera (aunque esta pueda estar bajo tierra), y su atmósfera.

Otra idea interesante es la propuesta por el físico Freeman Dyson en 1959 en la revista Science, en la que proponía fabricar estructuras alrededor de estrellas para así aprovechar toda su energía.

Estas estructuras fueron bautizadas "Esferas de Dyson", aunque lo cierto es que su "creador" no entró en detalle sobre cómo podrían ser construidas.

Con el paso de los años se plantearon dos posibles estructuras basadas en la idea de Dyson. Una, la más factible, es la que proponía poner en órbita alrededor de una estrella una gigantesca constelación de satélites que captarían una gran cantidad de la energía emitida por la estrella. Estos satélites enviarían la energía recibida hacia un colector común vía microondas.

La otra idea, más propia de novelas y películas de ciencia-ficción, era construir una estructura sólida alrededor de una estrella, construyendo un hábitat donde pudiera desarrollarse una civilización tremendamente avanzada y con una fuente de energía enorme.

Este tipo de civilizaciones son las clasificadas como "Tipo II" por el físico Nikolai Kardashev en 1960, que creó una escala logarítmica de tipos de civilizaciones por su capacidad de aprovechar la energía.

Una civilización de Tipo I sería capaz de aprovechar toda la energía que generara un planeta. Una de Tipo II, toda la de una estrella, y una de Tipo III, la de una galaxia.

Lanzamiento marítimo de cohetes

El primer lanzamiento del proyecto Sea Launch se realizó con éxito el 27 de Marzo de 1999 desde la plataforma Odissey, situada en el Ecuador, mediante un cohete Zenit modificado.

El proyecto Sea Launch es una empresa internacional en la que participan Boeing Commercial Space Co. de Seattle, Wash. (40%); RSC-Energia de Moscu, Rusia (25%); Kvaerner Maritime a.s de Oslo, Noruega (20%); y KB Yuzhnoye/PO Yuzhmash de Dnepropetrovsk, Ucrania (15%). El motivo de lanzar desde el mar es que al tratarse de una plataforma móvil, la pueden situar a 0º Norte, es decir, en pleno Ecuador terrestre, que es la latitud óptima para el lanzamiento de satélites geostacionarios, ya que se puede ahorrar combustible y aumentar la vida útil de los satélites al aprovechar la velocidad de giro de la Tierra que en ese punto es mayor. Hasta la aparición del Sea Launch, la base espacial más cercana al Ecuador era el Puerto Europeo del Espacio de la Agencia Espacial Europea (ESA),

en Kourou, Guayana Francesa, situado a tan sólo 5º Norte por encima del Ecuador.

Sin embargo, el Sea Launch tiene por inconveniente el hecho de estar a bordo de una plataforma situada en el mar, con lo que el ensamblaje es más costoso y está limitado por las condiciones no sólo atmosféricas, sino también marítimas, inconvenientes con los que no cuenta el Puerto Espacial Europeo.