Y es que ese es el punto en común más destacable de dos películas (de Fritz Lang y Charles S. Chaplin, respectivamente) que nos ofrecen visiones y tratamientos distintos, pero a la vez parecidos, buscando siempre criticar un orden establecido que nos persigue desde remotos tiempos (y según Lang lo hará en el futuro) y cuya erroneidad es innegable desde cualquier enfoque que no parta de la cúspide de la pirámide social.

Metrópolis (1927) cuenta, en el marco de una ciudad futurista pero con una organización social propia de la post-revolución industrial, la historia de un joven de la clase alta que se conciencia y se hace consciente de lo injusto de la sociedad en que vive, gracias a lo que se encuentra mientras persigue a una bella joven, líder, pacificadora y guía espiritual de los obreros de forma clandestina. La situación se descontrolará y se escapará no solo de las manos de los obreros, que jamas tuvieron el control, sino también de los poderosos, que fueron los causantes de todo. La ciencia toma una postura extraña y poco definida, pareciendo indiferente a lo que ocurra en la sociedad en un principio, pero culpando a ésta si su ciencia no recibe la acogida que cree merecer, y estando a merced de los poderosos para disponer de los más medios posibles.

La película, en general, muestra los fallos de la sociedad (tanto del pueblo como del poder) y de la ciencia, con un tratamiento que llama a la alerta. Es una película que lleva a pensar sobre el papel de la ciencia en la sociedad, la repercusión de la tecnología, y lo erróneo del orden establecido.

Tiempos Modernos (1936) es un film que, desde el prisma del humor, denuncia las injusticias sociales de la época (que curiosamente coinciden con las de la futurista que plantea Lang, salvo en lo del desempleo, esto último debido al crack del 29 que se sitúa en el tiempo entre las dos películas). Cuenta la historia de un obrero que sufre una crisis nerviosa por lo duro de su trabajo, pasa un tiempo en el sanatorio y vuelve a sufrir, esta vez la acometida de la policía contra los obreros manifestantes, va a la cárcel, sale pero quiere volver a entrar para no tener que preocuparse del desempleo, conoce a una joven que acaba de quedarse huérfana y se han llevado a sus hermanos; se enamoran y emprenden una vida juntos, pero todo se ve truncado, cuando parecía ir bien, por el largo (a veces demasiado, tanto que se hace nudos) brazo de la ley. En esta película el gran protagonista es el pueblo llano y la desgracia que lo acompaña, tomando la élite un papel de trasfondo, y la ciencia-tecnología el de un mercenario que se vende al mejor postor, y que sufre el clásico: "no es útil, por tanto no lo financio porque no es rentable".

En resumen, son estas dos películas que nos describen como ciencia-tecnología y sociedad interactúan y se condicionan mutuamente, bajo el puño de hierro del poder (la minoría que nos guía) en un orden social que no se tambalea porque ningún ladrillo se mueve si no ve que otro lo hace primero.