Mercurio

Mercurio es el planeta más cercano al Sol y el segundo más pequeño del Sistema Solar. Tiene una densidad muy elevada y casi el 80% de su masa en un enorme núcleo de hierro. Su superficie está marcada por miles de cráteres y acantilados escarpados que se formaron cuando el núcleo del planeta se enfrió y se contrajo la corteza superficial. Mercurio casi no tiene atmósfera, pues la gravedad de su superficie es demasiado débil. Al estar tan cerca del Sol y no tener atmósfera, la superficie de Mercurio tiene temperaturas extremas que van desde -180°C a +430°C.

Debido a la proximidad del Sol y a la eterna duración del día, el hemisferio iluminado de Mercurio alcanza temperaturas capaces de fundir el plomo; a tales temperaturas no puede existir agua liquida, ni siquiera en ebullición. Por lo contrario, el hemisferio que esta sumido en eterna noche posee temperaturas muy bajas, muy inferiores al punto de congelación del agua. Entre ambos hemisferios existe una zona de transición.

La teoría de la relatividad de Einsten ha logrado explicar el misterio de la órbita de Mercurio con respecto al Sol. Su órbita es una elipse, cuyo eje mayor gira lentamente alrededor del Sol. La teoría de newton de la gravitación universal aplicada al movimiento de los planetas conseguía explicar sólo parcialmente el fenómeno, pues subsistía una pequeña discrepancia de cerca de un grado cada 10.000 años. La teoría de Einsten demostró que la órbita de Mercurio debía cambiar exactamente en la cantidad observada.

No sabemos con certeza que Mercurio, que es poco más del doble de la Luna terrestre, sostenga un campo magnético. Sin embargo, su proximidad al Sol nos indica que está continuamente siendo bombardeada su superficie con partículas cargadas y energía magnética del viento solar, dichas fuerzas se combinan y distorsionan el escudo magnético del planeta.

El hecho de que Mercurio sea el planeta más cercano al Sol hace que, para mantener una órbita estable, deba girar alrededor de él a más velocidad que los demás planetas. Así pues, Mercurio tiene el año más corto: sólo tarda 88 días terrestres en realizar una órbita completa alrededor del Sol, a una velocidad media de 48 km por segundo. A lo largo de un año, Mercurio da una vuelta y media sobre su eje, lo que hace que su día sidéreo dure casi 59 días terrestres. Su día solar, medido de alba a alba, dura 176 días.