Jóvenes

Hay que encontrar nuestra media naranja

La expresión común de que uno tiene que encontrar su media naranja, encierra un engaño.

La expresión me lleva a buscar alguien igual a mi y si bien es cierto que hay que buscar casarse con un igual, este igual, por suerte, se refiera a las costumbres, a las creencias, porque ello facilita la vida en común.

Pero no se refiere a las otras cosas que son propias de su sexo, o sea el que es varón, tiene cosas varoniles y la mujer es hermoso que sea femenina.

Es decir son una media naranja muy distintos en sus características físicas, y esto es lo que más agradecemos.

Lo otro, costumbres y creencias, si que es importante que haya la mayor similitud, porque facilita la convivencia.

Juntos, cada uno en su puesto y en su tarea, se dedican a la obra en común que Dios los ha llamado; construir una familia es uno de los aspectos más hermosos e importantes de esa obra en común.

Cada pareja tiene una serie de obstáculos para llegar a una plena relación.

Veamos algunos:

-- El machismo, la actitud de superioridad del varón que no quiere compartir su importancia y sus privilegios con su esposa.

Aun que parezca mentira en muchos lugares de nuestro planeta sigue existiendo esta postura y también debemos aceptar que en muchos hogares sigue habiendo un cierto nivel de machismo.

-- Los celos que consideran al otro como una propiedad absoluta y ven con malos ojos el derecho a promoverse y participar en la vida de la comunidad.

-- La inclinación que cada uno tiene lo suyo. Hoy que la mujer trabaja en la misma línea que el hombre, es frecuente que se caiga en la actitud de que mi dinero es mío. Y si bien a veces se ponen de acuerdo en pagar cada uno las cuentas, esta actitud no lleva a la unidad.

Hay que pasar del mi dinero, al nuestro dinero.

Y por supuesto dialogar en que gastarlo.

-- El peor obstáculo es cuando la violencia se instala en el hogar. Frecuentemente esto ocurre producto de una mentalidad machista.

Es el mayor obstáculo en la vida de la familia.

La violencia familiar es, mucho más allá de un problema social instalado en la vida cotidiana, un drama escondido en muchos hogares con su secuela de dolor y mal ejemplo.

Padre golpeador, hijo golpeador en su futura vida de padre.

Los ejemplos de ello abundan tanto que frecuentemente los hechos salen al dominio público.

Y algunos casi son incomprensibles para amigos y familiares.

¿Como puede ser que ello le suceda a tantos Juanes y Marías que eran un matrimonio que eran el uno para el otro?

Era un matrimonio que nació con amor e ilusiones y se dejaron atrapar por la maldita rutina que desgastó su convivencia transformando su vida en un infierno.

Porque eso es un hogar donde entra la violencia. Un infierno.

Una vida machacada a mazazos y lo peor mazazos de vida frustrada a los ojos de los hijos.

¿Saben los padres el mal que hacen a sus hijos estas reyertas?

Reyertas vividas y observadas con ojos lastimeros, porque no otra cosa son las miradas de los chicos: miradas lastimadas por lo que ven.

Hijos que se volverán violentos, golpeadores. Y este es el peor mal. El mal que continua, que sigue, a lo mejor con la humilde sumisión de la madre.

Madre que aguanta los golpes, que soporta las humillaciones, porque en el fondo sigue creyendo en aquel amor que los unió.

El que ama siempre ve la pequeña luz de la esperanza.

Esperanza que se va perdiendo, que se va desgastando y un día cansada y humillada se va. ¿A donde? A donde puede.

¿Quien no sabe de algún caso?

¿Cuales otros obstáculos se les ocurren a ustedes? Hay que encontrarlos para reflexionarlos y dialogarlos para que no sean un obstáculo en nuestra vida en común.

Las circunstancias actuales ofrecen a ustedes la oportunidad de construir una relación matrimonial mucho más rica que la de generaciones anteriores.

Es cierto que los tiempos han cambiado y que la relación hombre-mujer se vive de manera diferente, pero en esta relación hay ciertos valores que no cambian porque son eternos y son la base de todo matrimonio.

La atracción mutua ha existido siempre y seguirá existiendo para nuestro placer. ¡Que hermoso es sentirse atraído por el otro!

La alegría de haberse encontrado con una persona única que responde a lo que cada uno anhela y necesita.

El deseo de compartir alegrías y penas, acontecimientos y detalles de la vida diaria que unen y unen más cada día que pasa.

La ilusión para construir juntos una obra de amor, un hogar donde los hijos se alimenten del amor que sus padres se tienen.

Todas estas son expresiones del amor que se tienen, que es el alma y el valor fundamental de toda relación entre dos personas.

Al vivirlo en un plano de igualdad y respeto mutuo, formarán una familia nueva, adaptada, si ustedes quieren, a los tiempos actuales y al mismo tiempo asentada en el único valor que no cambia. El amor, el amarse.

Pero ese amor que se tienen, vivido por dos personas en igualdad de miras, podrá ser mucho más rico y satisfactorio, pues les permitirá compartir en un plano de igual a igual todas sus inquietudes, acompañar se en todas las circunstancias de su vida y complementarse en una forma mucho más profunda para buscar el bien y la felicidad total del otro.

No habrán hecho otra cosa que vivir la propia historia que han ido construyendo.

Que les ha hecho felices a ustedes, a sus hijos y a todos los que los rodean.

Y esto sucedió porque un día dos medias naranjas se encontraron, esto sucedió porque un rey encontró a su reina y ella encontró a su rey.

Para ser feliz no basta con sentirse rey, hay que hallar a la reina.

Esto es en definitiva lo que Dios quiere para cada familia.

SALVADOR CASADEVALL