Hay que rezar parando la oreja

Factor de cambio es la fuerza renovadora que siempre da la vuelta a las fuentes evangélicas, viene a ser como un nacer de nuevo, que hace que el hombre contemple el mundo con unos ojos limpios de prejuicios, de intereses, de egoísmo.

Prejuicios, intereses y egoísmos son la trampa en que cae el hombre de hoy y de todos los tiempos y que le han servido para complicarle su existir.

Tres males que han entorpecido la plenitud de la vida, que han dificultado que la solidaridad impere entre los hombres.

De ahí la fuerza evangélica si te atreves a zambullirte en sus verdades.Único camino para superar todo egoísmo y entender, sin entender, que la plenitud de vida siempre está en la entrega al prójimo y a todas sus necesidades.

Cuando yo me atrevo a considerar la necesidad del otro, como mi propia necesidad, habré iniciado mi caminar hacía el ser feliz.

Y una vez más seré feliz haciendo feliz.

Ello implica una dinámica de cara al futuro que entraña la carencia de ataduras, la libertad inmensa de tener el amor, la paz, la justicia, la verdad, como motivaciones más íntimas y el impulso que da la búsqueda desinteresada del bien de todos, y en especial de los más desheredados, a imitación de lo que hizo Cristo en su paso por esta tierra.

El que así se atreve a vivir, el que así ama la vida, pronto le será fácil amar a Dios, y amándole se encontrará con Él.

Muchos son los que creen en la existencia de Dios. No sé si son muchos los que saben encontrarse con Él, y si no saben encontrarse con Él, ¿cómo harán para saber lo que Dios quiere de uno?

Hay dos caminos para encontrar y saber lo que Dios quiere de cada uno de nosotros. Uno es la oración. El otro es el dar.

San Francisco de Sales explica que las personas que se entregan a la oración actuan con mayor eficacia, porque el tiempo pasado con Dios --y el tiempo pasado en oración, es tiempo pasado con Dios-- permite una relajación espiritual que afina y perfecciona las facultades, incluso desde un punto de vista humano.

Puede añadirse, además, que el alma que posa su mirada en las verdades eternas sitúa mejor las prioridades de su vida y elimina lo superfluo.

El padre María Eugenio del Niño Jesús que centró su obra en los institutos seculares y que actualmente está en proceso de beatificación, escribía: Dios sólo nos habla directamente y muy claramente en contadas ocasiones; normalmente se insinúa en nuestra alma mediante inspiraciones o circunstancias que Él provoca. Nos habla con medias palabras, en voz baja, mostrándonos lo que podríamos hacer si quisiéramos agradarle.

Una alma llena de Dios no puede dejar de dar.

La oración es el momento del dialogo directo con Dios. Eso si, no me puedo quedar sólo en el rezar. Debo saber también escuchar. Debo rezar y parar la oreja y parando la oreja nunca Dios deja de decirnos lo que quiere de nosotros.

Algunos se quedan solamente en el rezo y entonces las cosas quedan sin hacerse. Es el viejo refrán español: A Dios rezando y con el mazo dando.

Los que se quedan solamente en el rezar están obligando a Dios a buscar a otro que haga lo que Dios le gustaría que hicieras tu.

Otro camino para encontrarse con Dios es el camino de la generosidad, el camino de la entrega, que mezclado con el orar y el escuchar, será fácil el encuentro con Dios.

Será vivir respirando Dios que es la forma más bella de vivir.

Será la forma de vivir ocupándose, pero jamás preocupándose.

Cuando Dios entra en el juego del vivir y del hacer, el hombre deja de tener preocupaciones, solamente se ocupa y es Dios quien se preocupa.

Cuando te atreves a poner a Dios y su amor en primer lugar, todas las cosas van encontrando su lugar y su momento.

Y no ha sucedido otra cosa que es el mismísimo Dios quien se ocupa de que ello suceda así. Tu diario vivir pasa a ser preocupación de Dios.

Cuando el Conde Keyserling, filósofo alemán, estuvo en la Argentina en 1929, al irse le interrogaron:

---¿Qué impresión se lleva usted de la Argentina? ¿Cómo sintetizaría usted, que es filósofo, la filosofía criolla?

Les contestó: No te metás. Miren si viene de lejos esta filosofía tan nuestra del no te metás.

El cristiano comprometido debe meterse; el Evangelio exige meterse.

Si Jesús no se hubiera metido con nosotros, ¿dónde estaríamos? Se metió y ya saben como terminó el Viernes Santo, ¿verdad? Pero se metió. Hay que meterse. Hay demasiados cristianos que no tienen las manos embarradas.

Como decía Monseñor Angelelli: Si al presentarte a las puertas del Cielo tus manos no son como las de Jesús, manos llagadas porque serviste al prójimo, no vas a entrar.

Hay que morir, entonces, no solamente con las manos llagadas, sino también con los pies llagados: pies que están maltrechos porque nunca se cansaron de salir a buscar a aquel matrimonio que necesitaba de tu palabra orientadora, hay que salir a buscar a aquella familia que necesita ser acompañada, que necesita ser orientada.

Ocúpate de salir a buscarla, que Dios se preocupará de ponértela por delante de tu nariz para que te tropieces con ella.

Si así lo haces te será fácil encontrarte con Dios.

Habrás dejado de ser un hombre que cree en Dios, para ser un hombre que sabe encontrarse con Dios.

Salvador Casadevall

salvadorcasadevall@yahoo.com.ar