Familia

Lo que hago hoy, repercute en el mañana

Bien está pedir perdón por lo mal hecho, y así lo está haciendo la Iglesia Católica, cuando se ha puesto a revisar viejas actitudes, lo cual debe tener un carácter de ejemplaridad para todos, cristianos y no cristianos.

El mayor valor del reconocimiento de lo mal hecho es que motiva a no volver a hacerlo. Si no existe este propósito, de nada sirve pedir perdón.

Lo de ayer, lo mal hecho en la antigüedad, ya no lo podemos cambiar, pero si podemos cambiar el hoy. Lo que estamos haciendo, si lo podemos cambiar, si podemos modificar nuestras actitudes.

Hacerlo es nuestra responsabilidad, para que dentro de otros mil o dos mil años, no tengamos nuevamente que salir a buscar una nueva disculpa.

¿Cuales pueden ser los males de hoy en los cuales debemos asumir nuestra responsabilidad de cristianos? Juan Pablo II nos los señalaba.

La indiferencia religiosa.

Nos bautizan cuando nacemos, hacemos también la primera comunión y hasta a la hora de casarnos también vamos a la iglesia, pero el resto de nuestra vida transcurre en una gran parte con total indiferencia hacía lo religioso.

Salvo una serie de actos de religiosidad popular que por tradición y costumbre se siguen celebrando con gran participación de personas que no sabemos bien si van por lo folklórico, por costumbre o porque queda bien.

La ausencia difusa de un sentido de trascendencia de toda vida humana.

Sabemos si que hay un cielo, y hasta de cuando en cuando levantamos la cabeza y lo miramos y alguna que otra vez quizás nos pasa por nuestra mente la existencia de un más allá, pero conciencia de la trascendencia que toda vida humana tiene, es ignorado en su gran mayoría por las personas.

Un clima de secularismo y de relativismo ético.

Todo se relativiza. Todo es relativo. A todo se le busca la vuelta, a todo se le busca la justificación.

La definición de lo que está bien o está mal es cada día más relativo.

Ello trae como consecuencia que cada día se sabe menos que es lo que está bien y que es lo que está mal.

Se acepta el mal como bueno. La aceptación de actitudes que no están bien terminan por convertirlas en buenas, en ser aceptadas como buenas.

El mayor mal de nuestro tiempo es no saber poner el mal en el mal y el bien en el bien. Se ignora lo que está bien y lo que está mal.

La negación del derecho a la vida del niño por nacer.

La humanidad proclama múltiples derechos y está bien, y hay que alegrarse y aplaudir la defensa que la sociedad hace de los derechos del hombre, de la mujer, del niño, pero.....¿y los derechos del que está por nacer? ¿Dónde están?

Es el único ser que no tiene derechos.

La gran indiferencia ante las crisis de pobres provenientes de amplios sectores de la familia humana.

Nuestra sociedad rica, es cada día más rica, mientras que los pobres cada día son más numerosos.

Hay una falta de conciencia de que las cosas de este mundo nadie se las puede llevar puestas a la hora de morirse, nadie piensa que el estómago tiene un tamaño y que si pretendes comer más de lo que el estómago puede recibir te vas a indigestar.

Platón, sabio de la antigua Grecia, cuando ya tenía más de 80 años, y eran muchos años en aquel entonces, era alabado por lo bien que estaba, tanto física como espiritual. Los que recibían sus enseñanzas no limitaban su admiración y le preguntaban cómo había hecho para llegar a una ancianidad siendo y estando como estaba él.

Y lo más suelto les decía: Uno llega a la ancianidad como ha sido. No se cambia la forma de ser porque uno haya ya cumplido muchos años. Uno sigue siendo como haya sido siempre. El que ha vivido una vida buena, positiva: buena y positiva seguirá siendo todos los años que le toque vivir. Por muchos años que sean. Palabras sabias.

Haz de tu vida una vida buena, hoy, y será buena también tu ancianidad.

Y si tu vida está llena de cosas buenas y el bien llena tus actos diarios, también la sociedad se beneficiará de tus actitudes. No hay nada de lo que uno hace que no tenga una repercusión comunitaria.

Es por ello que también nuestras actitudes de creyentes tengan un gran peso.

Muchas veces la sociedad llama perturbador al que en sus actividades o en sus palabras, sean dichas cosas que perturban.

Martin Luther King el pastor afro-americano fue asesinado por odio racial.

Martin Luther King no era un perturbador, aún cuando sus actividades perturbaran.

Había dicho: Las leyes son importantes y pueden traer mucho bien, pero nada resuelven en definitiva, si no es por la vía de la comprensión y el amor.

Como buen cristiano creía en la magia de lo amoroso y, seguramente, había llegado al gran secreto del destino de todo hombre, prescindiendo del color de su piel. Seguramente ya había advertido que en la sociedad de su tiempo, y porque no, en la de hoy, faltaba un autentico caudal de amor.

Las leyes no bastan cuando no existe alegría ni ilusión en su cumplimiento.

De que vale dictar leyes, si yo no las voy a cumplir con alegría.

Hay un resurgimiento de lo religioso en todo el mundo. De ahí la importancia y la repercusión de lo que ocurra entre creyentes.

Dijo alguien: No hay paz en el mundo si no hay paz entre las religiones, y no habrá paz en el mundo religioso si no hay diálogo.

Y si de diálogo entre religiones se trata, nadie hizo más que el recordado Juan Pablo II. Cuando uno analiza este aspecto, más se agranda su figura, más se agranda su siembra.

En Bangalore, hace ya mucho tiempo allá en la India, se congregaron unos cien monjes provenientes de veinte países en peregrinaje a las fuentes del monacato oriental. De esta manera convivieron benedictinos y trapenses junto a bonzos, monjes, hindúes, lamas del Tibet y swamis.

En esta reunión se proclamó la prioridad de la oración y de la meditación.

Ya lo sabes, todos los que se pasan la vida rezando, dicen que el reflexionar y el orar es lo principal.

El hombre de hoy sin profundidad mística, es decir, sin conciencia de su raíz espiritual, está prometido a la neurosis y a la locura y a perecer rápidamente en las llamas de la violencia desencadenada que lo envuelve.

Cada día es más necesario detenerse de pies.

Igual sucede con las cosas materiales. Cuanto más juntas, cuanto más tienes, menos las disfrutas, porque el día tiene 24 horas solamente y el que vive para juntar cosas nunca le alcanza lo que tiene. Ni le alcanza el tiempo para disfrutarlas.

Cuan acertada está la definición de que el hombre rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita. ¡Qué sabiduría hay en esta frase!

¿Cuántas son tus necesidades? Cuantas menos necesidades tengas, cuando menos estás atado a cosas materiales, más rico eres.

Las cosas mal hechas siempre parten de una responsabilidad personal, aunque afecten dañinamente en su imagen a toda una institución. Por eso, lo que haces tu creyente, afecta no solamente a ti, afecta también a tu credo, afecta también a la institución a la cual perteneces.

El pecado es siempre personal y las situaciones llamadas “de pecado social” siempre son, en realidad, el resultado de la acumulación y la concentración de los actos personales mal hechos.

Bien está pedir perdón por los males cometidos allá a lo lejos y hace tiempo, pero no perdamos la mira de que aquello merece ser enjuiciado teniendo en cuenta el contexto histórico y cultural de las épocas en que sucedieron.

Es injusto juzgar hechos de la antigüedad con mentalidad de hoy.

Si queremos ser justos debemos si señalar lo que estuvo mal, pero teniendo siempre una actitud de comprensión del tiempo, de la cultura y del cuando ello sucedió.

Salvador Casadevall

salvadorcasadevall@yahoo.com.ar

REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA.............para acompañar a vivir

Galardonado con la GAVIOTA DE ORO-Mar del Plata 2007 Programa “Día Internacional de la Mujer”

Galardonado con la ROSA DE PLATA-Buenos Aires 2007 Programa “Navidad”

Galardonado con la GAVIOTA DE ORO-Mar del Plata 2006 Programa “Día del Niño”

Mención Especial Premio MAGNIFICAT-Buenos Aires 2005 Programa “Adultos Mayores”

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Varela (Gran Buenos Aires)

Los tres primeros libros sobre estas reflexiones están disponibles