No es poca virtud sacar adelante a la humanidad

Juan XXIII con su iluminación al convocar el Concilio Vaticano II partió la postura histórica de la Iglesia. Antes también había habido otras partiduras. Que duda cabe que el pobre de Asís también partió la historia de la Iglesia. Pero la virtud de Juan XXIII es que la pudimos vivir, al menos los que tenemos más de 70 años.Antes predominaba una espiritualidad monástica con posturas de desprecio hacía lo mundano que rodeaba los monasterios. Por eso los monasterios siempre estaban allá arriba de la montaña. Era una forma de estar alejado del mundanal ruido y estar un poquito más cerca del cielo

Predominaba una espiritualidad individual, severa, pero de la que el mundo, la totalidad del cosmos, acostumbraba a estar ausente.

En esta línea de postura religiosa se llegaba a una especie de divorcio.

De una parte, había una religión sin mundo y de la otra, un mundo sin religión. El Concilio Vaticano II acercó lo religioso al mundo y el mundo a lo religioso.

En la Biblia, Dios y el hombre no aparecen nunca separados.

Y sobre todo el misterio de la Biblia no es el misterio de Dios, sino las relaciones de Dios con el hombre que están siempre llenas de misterio.

Para la Iglesia, el hombre y la creación toda, solo pueden ser llevados adelante por medio de la iluminación del Espíritu Santo que es el Espíritu de Dios.

Y la forma de vivir del mundo actual es todo lo contrario. El mundo pretende llevar adelante su vivir prescindiendo de Dios y así le va.

El haber arrinconado a Dios así le va.

Hay que tomarse el trabajo de querer sacar adelante al hombre y la creación usando la iluminación de Dios, contando con Dios, permitiendo que Dios meta la nariz si queremos el bien de la humanidad.

No es poca virtud querer sacar adelante a la humanidad.

Pero ahí está el ateísmo, disfrazado de secularismo.

El ateísmo no es una realidad fácilmente explicable.

Monseñor Koenig decía: Los cristianos tienen su gran parte de culpa en el nacimiento y difusión del ateísmo.

A esto hay que añadir una idea anticristiana en materia económica y la idea demasiado extendida de un Dios únicamente consolador, que dio pie a la frase de Marx de que la religión es el opio del pueblo.

Monseñor Klepac, obispo de Lodz en Polonia decía: Hay que poner más atención sobre palabras como: verdad, justicia, libertad, progreso, derecho, democracia, puesto que no significan lo mismo para todo el mundo. Los hombres son ciudadanos del mundo antes que ciudadanos de tal nación.

En la historia existe un hecho invariable: el misterio de la decadencia.

Grandes imperios dejaron de serlo y en la raíz de su decadencia siempre está el haberse dejado llevar por el vivir sin Dios.

¿En que medida los cristianos hemos sido responsables?

¿No habremos transmitido una imagen de encerramiento, una imagen de intransigencia, una falta de comprensión en muchos pasajes de la historia?

El encerrarse, el ser intransigente es el principio de todo mal.

Es el no estar en el mal.

Si no estoy en el mal, metido en el mal, con la puerta abierta al mal, ¿cómo haré para que el bien sea el que se imponga? Hay que estar.

El mal solamente se cambia con el bien, porque el bien siempre hace bien.

Alguien dijo muy acertadamente, "si no asumo los males no los podré redimir"

Lo que urge es salir de si mismo, dejar de ser su propio texto sagrado para abrazar la realidad de la vida que vive el mundo y desde la misma vida que el mundo vive, siendo comprensivo, comprometiéndome y siendo solidario es que el mundo cambiará y creerá en el Dios que uno cree.

La vida del hombre siempre ha sido alentada por el afán de descubrir, explorar, conocer y aprender todo aquello que se le iba poniendo por delante. Aprendamos, cristianos de hoy, a ponerle a Dios por delante para que lo encuentre.

Terminada la exploración de la tierra la nueva frontera es el espacio.

Ese espacio que no presenta frontera alguna, más que las limitaciones tecnológicas para poder explorarlo.

Cosas que parecían imposibles hasta hace poco, hoy ya están al alcance de hacerlo. ¿Quien no recuerda la llegada del hombre a la luna en el siglo pasado? No había nadie que no estuviera sentado frente al televisor para ver la llegada del hombre a la luna.

Como parte del universo inmenso, la llegada a la luna fue nuestro primer saltito, porque esto ha sido comparado con las grandes distancias que tiene nuestro universo: un saltito. Ir a la luna es un saltito de pulga.

Ahora ya está en nuestra mente viajar a Marte --o a cualquier otro planeta o estrella-- lo cual no es más que seguir con este afán que siempre ha tenido el hombre en seguir descubriendo.

Cuando suceda, y gracias a la ciencia y a la tecnología ya no es nada utópico que suceda, será prodigioso, será algo maravilloso.

Nos hermanaría con el cosmos, nos acercaría a Dios un poquito más.

Porque esto es lo hermoso que va sucediendo, cuando más descubrimos, más nos acercamos a Dios, más nos convencemos de la existencia de Dios.

Recordemos aquellas palabras de Einstein: Un poco de ciencia me aleja de Dios, mucha ciencia me acerca a Dios.

El astronauta Edgar Mitchell al cumplirse treinta años de su llegada a la Luna, dijo: Mi conocimiento sobre la clara existencia de los cuerpos cósmicos quedó descartada, ante la infinita comprensión de la armonía de todo el universo.

La paz, el amor y el asombro de aquella experiencia fueron y serán inefables. Fui como técnico, volví como humanista. Que es como decir que volvió estando más cerca de Dios.

Hagamos descubrir el misterio de Dios, desde lo que el hombre va descubriendo.

Pongámosle a Dios por delante y se tropezará con Él a medida que vaya encontrando.

Volvamos a citar a Einstein: Cada vez que la ciencia abre una puerta se está más cerca de Dios.

Salvador Casadevall

salvadorcasadevall@yahoo.com.ar