La suerte del creyente

¿Cual es la suerte del creyente?

El cristiano de hoy, que vive lo que nos pasa hoy, debe ser un testigo de su época, pero no un testigo silencioso, que se contenta con mirar las cosas desde su ventana, sino alguien que actúa, que vive intensamente los acontecimientos y no puede quedarse afuera.

Tiene la obligación de participar, de asumir los hechos que le toca vivir.

En vida de Monseñor Pironio nos decía: un cristiano comprometido tiene que amar el tiempo que le toca vivir, con todas las cosas que le tocan vivir.

Y Monseñor Casaretto, no se cansa de repetir: el cristiano debe hacer el esfuerzo de buscar la huella de Dios aun en las situaciones más malas, aun en las actitudes más malas.

Y desde la huella de Dios rescatar lo que cada situación nos permita actuar o decir.

El hombre puede estar alejado de Dios, pero Dios nunca deja de estar en todo hombre.

Amar mi tiempo y buscar el lado bueno de las cosas son actitudes que deben estar en el actuar de todos los días.

Hay tantos que se pasan el día repitiendo lo malo, las cosas malas, que la sociedad necesita más que nunca quien se esfuerce en hablarle de lo bueno, de lo que vale la pena rescatar.

¿Cual es la suerte del creyente?

¿Cual es nuestra suerte? Estar en manos de Dios.

Y al final de cada día, si ese día lo he podido vivir y me voy a la cama, habiendo comido el pan nuestro de cada día, habré vivido una vez más en el convencimiento de que Dios existe.

Habré, quizás, vivido alguna desgracia, alguna preocupación, alguna dificultad, pero habré llegado una vez más al final de un día.

Eso sólo me debe hacer crecer en mi fe.

Es frecuente encontrar al final de algunos milagros de Jesús, la expresión; y sus seguidores creyeron en El.

Al final de cada día, debemos ver el milagro que nos permite seguir viviendo y seguir creyendo.

Llevamos ya un tiempo, en que todos los días amanecemos con una nueva preocupación, y todas las noches debemos acostarnos haciendo el esfuerzo de abrazarnos a la esperanza.

¿Por qué abrazarse a la esperanza? ¿Por qué?

Porque mañana será otro día. Otro día que deberé enfrentar rezándole al Padre, al Gran Padre, mi Padrenuestro de todos los días.

Y la vida de este nuevo día, la debo iniciar, no solamente haciéndome carne con el “Padrenuestro” sino también con la actitud de aceptación; aceptación de todo lo que sucederá en este nuevo día que me toca vivir.

El “Padrenuestro” la única oración que nos enseñó Jesús, nos hace pedir el pan nuestro de cada día. Y si tú se lo pides, no dudes que el pan de cada día de algún lugar aparecerá.

El problema está que los hombres no nos conformamos con el pan de cada día, queremos también el de la semana que viene.

Y además del pan de la semana que vienen también queremos todos los añadidos que acostumbran acompañar nuestra vida moderna.

Tiempo atrás la corresponsal del diario La Nación al regresar de Afganistán escribió una crónica sobre aquel país y de como se vive allí.

Comparaba nuestra vida de hoy aquí y el como viven allí.

Nos decía que nosotros somos un país rico, lleno de comodidades y de posibilidades.

Somos ricos sin saberlo, sin saberlo apreciar, aunque tengamos nuestra cuota de pobres y de desocupados.

Seguro que nuestra actitud de la búsqueda del lado bueno de las cosas, será visto por muchos como una locura, como un despropósito.

Como algo que está fuera de lugar en el día de hoy.

Siempre fue así.

Recordemos aquellos cristianos del circo romano.

Eran tomados por verdaderos locos.

Recordemos a Juan el Bautista. Se tenía que ser loco tirarse en contra de Herodes. Le costó la cabeza.

¡Y quieren mayor locura que la forma en que Dios hizo su venida al mundo!

¡Y más locura que terminar en una cruz!

Son locuras humanas. Son locuras vistas desde el ángulo del mundo.

Son locuras que llegan a hacerse solamente por una fe profunda, por una profunda forma de ser creyente.

A mi edad me queda un anhelo dentro de mi, que no sé si algún día podré hacerlo realidad.

Sería poder recorrer los lugares santos de la lejana Palestina.

Por ahora no es posible. Y aún los que disponen para poder ir, es lógico que no vayan. Reina el caos, las bombas y la violencia por todos lados en aquellas lejanas tierras que caminó Jesús.

Pero mi ilusión sigue viviente.

Y si algún día puedo hacerlo realidad, quiero peregrinar en forma distinta de la mayoría.

Me compraré o alquilaré un burro y trataré de seguir los pasos de José y María.

Quiero hacer el mismo camino que ellos hicieron desde Nazareth a Belén.

Pero no en auto como lo hacen todos. Yo lo haré arriba un burro.

Si lo hizo María embarazada, ¿como no lo podré hacer yo?

Cuando algunas veces he comentado este mi deseo, me toman por loco.

Pero ya he encontrado otro loco como yo. Mi hermano José, el cura Pepe, como lo llaman sus amigos, dice que él también se anota en esta locura.

Mi esperanza es que como se llama José, le toque a él caminar y yo iré arriba del burro.

Salvador Casadevall

salvadorcasadevall@yahoo.com.ar