Familia

El valor de la persona

Cada persona es muy importante para sí misma.

Todos hacemos diariamente muchas cosas para cuidar de nuestra persona y lograr que otros nos respeten y aprecien.

Sin embargo, pocas veces nos preguntamos cual es la verdadera razón de nuestra importancia. Pregúntense, ¿por qué soy importante?

Seguramente encontrarán muchas razones de peso que justifiquen su certeza de que no eres solamente un pedacito más del universo, sino alguien, nada menos que una persona.

Y seguro que eres alguien para alguien.

La razones verdaderas de la importancia de toda persona se basan en que tiene una dignidad única.

No tienen que ver ni con el dinero, ni con la salud, ni la belleza física, ni el sexo, ni si eres simpático o no y ni tan siquiera si eres poderoso.

Tampoco se basan en tus conocimientos y su ciencia.

Entonces, si no están en lo que tengo, ni en mi posición, ¿por qué soy importante? ¿En que está basada mi dignidad?

Tu dignidad, igual que la de todo el mundo, está basada en lo que eres.

En lo que te ha sido dado.

Pregúntate:

¿Quien soy? ¿Por qué existo? Preguntas de una gran profundidad.

Y que normalmente no se pueden contestar por uno mismo.

La respuesta última sobre el origen y el porque de tu existencia la recibes de Dios, que te dice:

Eres la obra de mis manos.

Yo te creé a mi imagen y semejanza, te hice parecido a mi.

Te di una inteligencia y un corazón con los que puedes conocerme y amarme.

Creé la tierra y todos sus bienes para tu servicio, para que los uses responsablemente en bien tuyo y de tus semejantes y así me des gloria.

Tú, ser humano, persona, eres superior a todo el universo, a todos los otros seres vivos de la creación, porque entre todos ellos solo tú te pareces a mi.

Estas palabras de Dios te llevan a hacerte otra pregunta, ¿qué es lo que hay en mí que se parece a Dios? Y Dios te contesta:

Cuando amas te pareces a mí; cuando das vida a otro ser actúas a mí semejanza.

Cuando piensas, razonas y te preguntas cuál es el sentido de tu vida y cómo debes actuar, participas de mí inteligencia.

Te he creado capaz de descubrir que yo existo y soy el autor de la vida y de cuanto la sostiene.

Puedes con el amor y la fe que yo pongo en ti, comprender que yo soy tu Padre y que tengo un plan de amor para tu vida, un plan que solo tu puedes realizar.

Te he creado para que estés unido a mí y vivas mi misma vida de amor en la eternidad.

Te llamo a disfrutar conmigo de la felicidad que nunca se acaba.

Quiero que me busques y me ames libremente; no te obligo a hacerlo.

Te he dado la capacidad de escoger entre el bien y el mal, entre el amor y el aislamiento.

Yo te doy la fuerza para que domines la inclinación al mal y cumplas mi ley de amor, que he escrito en tu conciencia.

Cuando tu obedeces libremente esta ley alcanza su verdadera dignidad, y yo te juzgaré personalmente por esa obediencia libre.

Te he creado para vivir en comunidad con otras personas.

No crecerás ni desarrollarás tus facultades aislado de los demás.

En tu relación con ellos demostraras el amor que me tienes.

No te invito aisladamente a disfrutar de mi amor, por eso te pido que te abras a tus hermanos, aprecies y respetes su dignidad, te esfuerces por lograr una situación social más humana y más justa para todos y defiendas la vida humana como el valor más alto de la creación.

Este es, en palabras muy sencillas y resumidas, el fundamento de la dignidad de la persona, tal como Dios nos lo revela.

Tal como Dios nos lo dice. Tal como Dios nos lo explica.

La dignidad de la persona no depende de que acepte o rechace lo que Dios dice. El que no cree en Dios y no practique ninguna religión goza en igualdad de condiciones de la dignidad de la persona.

Dios le dio a él, al no creyente, la misma libertad que el que cree.

A los dos les fue dada la misma dignidad de persona y cada uno es libre de creer o no en quien se la dio.

Todos los hombres tienen derecho a que se respeten sus ideas y su manera de vivir, aunque digan no creer en Dios.

La dignidad y los derechos humanos han sido aceptados y proclamados por todas las naciones, es lo que conocemos como Declaración de los Derechos Humanos firmada por los países miembros de las Naciones Unidas.

El cristiano no encuentra ninguna contradicción con su fe y su concepto de vida en esta Declaración de las Naciones Unidas. La asumimos plenamente.

Por el contrario, halla en ella una responsabilidad aún más fuerte de esforzarse para que la dignidad humana se respete y se promueva en todo el mundo.

La exposición de este tema busca servir en tu propia vida asumiendo actitudes que sirvan a la convivencia con el otro y con los otros.

¿Qué es lo que más me hace falta para crecer cómo persona?

¿Y hacía otros? ¿Qué debo hacer?

En nuestro matrimonio, ¿hay alguna actitud que lastima nuestra dignidad?

¿Cómo nos podemos ayudar a crecer como persona?

En nuestra familia, ¿respetamos de verdad la dignidad y los derechos de las otras personas que nos rodean? Que pueden ser los abuelos, alguna tía.

Si no lo hacemos en algún caso ¿qué nos proponemos hacer?

Recuerda que eres libre en lo que decides hacer y recuerda que fue Dios quien te dio esta libertad. Para que la uses para el bien.

Salvador Casadevall

salvadorcasadevall@yahoo.com.ar

REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA.........para acompañar a vivir

Galardonado con la GAVIOTA DE ORO-Mar del Plata 2007 Programa “Día Internacional de la Mujer”

Galardonado con la ROSA DE PLATA-Buenos Aires 2007 Programa “Navidad”

Galardonado con la GAVIOTA DE ORO-Mar del Plata 2006 Programa “Día del Niño”

Mención especial Premio MAGNIFICAT-Buenos Aires 2005 Programa “Adultos Mayores”

FM-Parroquial 105.1 Jueves 14 a 15.30 Vía Internet: www.fmparroquial.com.ar

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