LLamados a ser fuertes como pareja

Las primeras cartas de amor que se escribieron Flor y Jorge, eran en papel rústico—hojas de libretas de apuntes, para ser más exactos—y con letras grandes. En dos de ellas hicieron dibujos de un corazón, varias margaritas y un paisaje de un sol ocultándose tras las montañas.

Entre sus líneas se leía que toda una vida no iba a ser suficiente para amarse. Lo decían con la fuerza de su alma, convencidos que eran el uno para el otro, y esos sentimientos que iban más allá de la mera atracción y les hacia sentir maripositas revoloteando en su estómago, los cristalizaron en un matrimonio, consumado en una iglesia humilde de Santiago de Cali. La ceremonia tuvo lugar hace nueve años y el testimonio de la sencillez pero grandeza del evento, lo constituyen las fotografías a color que guardan cuidadosamente en un álbum.

Son una pareja singular. Jorge padece una discapacidad cognitiva leve, lo que explica el que un día se quedó esperándola con un ramo de flores en el parque de San Antonio, mientras las sombras de la noche bañaban la ciudad. Bien tarde, cuando las estrellas tachonaban todo el cielo, se cansó de esperarla y recordó que la cita la habían acordado para el día anterior.

Flor tiene dificultades para caminar. Es la secuela visible de una poliomielitis. Pero aunque camina con dificultad y las distancias le parecen más largas que lo normal, lo hace con gusto, disfrutando cada paso como si fuera el momento más delicioso de la vida. Ella está terminando el bachillerato.

La joven pareja trabaja en el mantenimiento de sillas de ruedas y caminadores. En ocasiones reciclan papel, cartón y botellas viejas. No obstante, se aman y eso cuenta mucho. Su mayor anhelo es tener una casita pintada de varios colores, y una motocicleta adaptada, para movilizarse y dejar de lado la vieja bicicleta, a la que le falta un bañito de pintura.

Ser pareja, una bendición

Como siervo de Jesucristo he aconsejado infinidad de parejas. Y siempre que esgrimen argumentos para sustentar su deseo de divorciarse, terminamos girando en torno a un elemento esencial: el matrimonio nos ayuda a crecer, nos fortalece y nos permite luchar por metas comunes.

El autor sagrado se refirió a este principio bíblico cuando escribió: "Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto" (Eclesiastés 4:12).

Dios fue quien concibió el matrimonio y, sin duda, no lo hizo pensando en que al menor tropiezo se produjera la ruptura. En absoluto. Él es honrado en un hogar donde hay armonía, comprensión y amor. Y sólo con su ayuda podemos alcanzar ese pleno entendimiento.

Su matrimonio necesita a Cristo

Es probable que las cosas no estén funcionando en su matrimonio. Hay enormes dificultades porque hasta el más mínimo diálogo desencadena una tremenda gresca. Las diferencias parecen irreconciliables. ¿Hay alguna solución? Por supuesto que sí. La solución es Jesucristo. Permítale que Él reine en su vida y en su hogar.

¿Cómo hacerlo? Recibiéndolo como su único y suficiente Salvador. Dígale, allí donde se encuentra: "Señor Jesús, reconozco mis pecados. También que al morir en la cruz perdonaste todas mis faltas. Te recibo en el corazón como mi Salvador. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea amén."

La virtud separada de Dios se convierte en orgullo, como la belleza separada de Dios se convierte en ídolo; y la virtud vinculada a Dios se convierte en santidad, como la belleza vinculada a Dios se convierte en sacramento.