En esta subpágina aparecen pequeños fragmentos de distintos libros en castellano sobre Ciencias Naturales. Su utilidad, además de despertar la curiosidad y aprender sobre la naturaleza, es que los alumnos de sexto tengan a su disposición textos sobre Ciencias en castellano -dado que utilizamos el gallego en Naturales- y aprendan un vocabulario adecuado en esta materia.
Textos seleccionados y copiados libremente por L. A. Martínez
El nacimiento de la Biología
Durante el siglo XVIII hubo dos naturalistas que constituyeron una referencia en la Ciencia Natural.
El primero fue un noble francés, el conde de Buffon, Jean Louis Leclerc (1707-1788), un hombre rico que dedicó su vida a la ciencia. Pasaba una parte del año en su finca y la otra en París, donde estaba a cargo de los jardines del rey, que se parecían mucho a un zoo o una reserva natural. Ya en su juventud se convirtió en un admirador de Newton, su física y sus matemáticas, aunque pasó la mayor parte de su vida investigando la naturaleza, con la intención de describir la flora y la fauna que la habitaba.
Buffon representado con los animales que estudió.
Arriba, página de la Histoire Naturelle des Oiseaux (historia natural de la aves) de Buffon. A la izquierda, página de un volumen sobre mamíferos de la misma obra.
Buffon escribió casi todo lo que pudo sobre animales en su Historia Natural (Histoire Naturelle): su anatomía, su forma de moverse, lo que comían, cómo se reproducían, que utilidad tenían para nosotros y muchos otros aspectos. Esta enorme obra se publicó a lo largo de cuarenta años a partir de 1749, y los lectores aguardaban ansiosos cada nuevo volumen, que se tradujo a la mayoría de las lenguas europeas.
El gran rival de Buffon era el médico y naturalista sueco Carlos Linneo (1707-1778), que había estudiado medicina, pero cuya verdadera pasión eran las plantas. Durante la mayor parte de su vida fue profesor en la Universidad de Uppsala, en el norte de Suecia, donde mantenía un jardín botánico, y envió a muchos jóvenes estudiantes a recorrer el mundo para recolectar plantas y animales para él. El gran objetivo de Linneo era nombrar con exactitud todos los seres que existen sobre la tierra.
Para facilitar la tarea, lo que hizo fue clasificarlos; es decir, definir sus características esenciales. En 1753, con veintipocos años, escribió un libro corto llamado Systema Naturae (el sistema de la naturaleza), que consistía básicamente en una larga lista de todas las especies animales y vegetales conocidas, agrupadas por géneros. A lo largo de su vida, publicó doce ediciones de su libro, en la que cada una de ellas aumentaba la lista de la anterior, a medida que iba conociendo más clases de animales y plantas, sobre todo las que sus estudiantes encontraban en América, Asia, África y otras partes del mundo.
William Bynum. Una pequeña historia de la ciencia.
El lobo: un depredador social
Foto: National Geographic
El lobo –animal de cuerpo relativamente pequeño para la caza mayor- se ve por ello obligado a cazar en grupo, lo que requiere división de tareas, entendimiento y organización.
Los lobos de la manada son extraordinariamente pacíficos entre sí. Proporcionan un ambiente amistoso y tolerante dentro de la manada, no siendo raro que los cachorros arrebaten la comida a los animales adultos. La paciencia de éstos para con los lobeznos es enorme.
Los choques en los que la inhibición de morder desaparece y el objetivo de la lucha es hacer daño, se producen exclusivamente para ocupar una posición de máximo rango entre dos lobos de igual fuerza.
La pelea se dirime entonces con la huida o muerte de uno de los adversarios, no valiendo la sumisión que sirve de señal de rendición y desarma al vencedor en otras peleas, más de tanteo o de mentira, que son las que en realidad abundan en la manada.
Dentro de una manada de lobos existen dos jerarquías por separado: una para los machos y otra para las hembras. Las peleas agresivas sólo se observan entre animales del mismo sexo.
Los dos animales de rango respectivo más elevado, o sea, el macho y la hembra de mayor jerarquía, son los únicos que pueden presentar actividad sexual al final del invierno. Las actividades sexuales entre otros miembros de la manada se reprimen, sobre todo por la loba de más alto rango. El resultado es que sólo una hembra tiene cachorros al llegar la primavera.
Nos hallamos ante un verdadero control de natalidad. Las piezas de caza del lobo –ciervo, alce o reno- sólo tienen uno o dos hijos al año. En cambio, cualquier hembra de lobo podría traer al mundo al año cinco, siete o incluso nueve lobatos. Mediante la “selección materna” dentro de la manada se previene la posible superpoblación, y además quedan disponibles los demás miembros de la misma para la tarea de criar cachorros.
Klaus Thews y otros. Etología animal
Datos sobre el desarrollo humano
Un bebé suele pesar al nacer 3,5 Kg de media; que, también como promedio, es la veinteava parte de lo que pesa su padre.
El crecimiento es muy rápido durante los dos primeros años de vida y aunque baja su intensidad, se mantiene durante los cuatro años siguientes.
Después de los 6, la tasa de crecimiento es mucho menor, y el niño/a tiene crecimiento moderado y gradual que prosigue hasta los 11 años en los niños y 10 en las niñas.
Al llegar a la pubertad se produce otro estirón, en el que de nuevo observaremos un rápido crecimiento en los chicos desde los once a los diecisiete años, y de los 10 a los 15 en las chicas.
Los primeros dientes suelen aparecer entre el 6º y 7º mes y la dentición de leche se completa a finales del segundo año o mediados del tercero. Los dientes permanentes salen a los 6 años, con lo que vemos desdentados a los niños en los primeros cursos de Primaria, y las muelas del juicio no salen hasta los 19 como mínimo (si lo hacen).
Las 16 horas de sueño de promedio que duerme el recién nacido no transcurren en una sesión nocturna, sino que se dividen en numerosos y breves periodos repartidos en las 24 horas. Existe una ligera tendencia a dormir durante la noche desde pequeños.
La mayoría de los bebés presentan una lateralización muy pronto. La mayoría tienden a ser diestros -un 90%-, como otros primates en los que también se ha observado esta tendencia, o a ser zurdos -un 10%-. Tener un lado dominante tiene la ventaja de ordenar el cerebro para evitar duplicidades y posibles antagonismos, además de ahorrar espacio, especializándose en labores diferentes por hemisferios.
Entre los seis y los diez u once años, los cachorros humanos entran en una fase desconocida en todas las otras especies animales: la niñez. Esta fase tan larga tiene como fin el aprendizaje de la cultura: es decir, de todos aquellos conocimientos necesarios para sobrevivir en una sociedad tan compleja como la humana.
Fases en la especie humana: neonatal, infantil, niñez, pubertad, juventud, adultez y vejez.
Fases en un mamífero: neonatal (cría), infantil (cachorro), pubertad, juventud, adultez y vejez.
Desmond Morris (El mono desnudo) y otros.
Lenguaje en los monos vervet
Los monos vervet tienen un lenguaje muy complejo que utiliza diversos sustantivos.
¡Sí! Lee el siguiente artículo.
Parece que los monos vervet poseen nombres para varias especies de depredadores y para varias docenas de monos individuales.
La primera clave para saber cómo se transmite esta información provino de las observaciones de los monos vervet realizadas por el biólogo Thomas Struhsaker en Kenia. El investigador advirtió que tres tipos diferentes de depredadores provocaban distintos tipos de alarma y medidas defensivas, lo suficientemente diferenciadas para distinguirlas sin ayuda de aparatos electrónicos sofisticados.
Cuando los monos se encuentran con un leopardo u otro gran felino, los machos prorrumpen en sonoros gruñidos, las hembras emiten un chirrido agudo y los monos que lo oyen trepan a toda prisa a los árboles.
La visión de un águila planeando por las alturas les lleva a emitir una tos seca de dos sílabas, y los monos que la oyen miran hacia arriba y se esconden en la maleza (es de señalar que cuando pasa un buitre, que a nosotros nos resultaría bastante parecido, los monos no emiten sonido alguno).
Cuando un mono divisa una boa u otra serpiente peligrosa emite un grito de "impaciencia" que estimula a los monos que se encuentran en los árboles a mirar hacia abajo y a los de tierra a alzarse sobre sus patas traseras para localizar la serpiente.
El vocabulario de los monos vervet dista mucho de agotarse con estos tres gritos. Utilizan otra llamada en tono bajo para prevenirse de la llegada de mandriles, que les lleva a adoptar una posición de alerta; otra más para prevenirse de otros animales como los chacales o hienas que no comen monos normalmente, y que casi nunca suponen un peligro real, tiene como resultado que los monos miren al animal y se alejen lentamente en dirección a un árbol. Por último, tienen un grito especial para advertir la presencia de humanos. y encaramarse rápidamente a un árbol.
Jared Diamond: El tercer chimpancé
El idioma de los gansos
Konrad Lorenz fue uno de los más eminentes biólogos del siglo XX, creador de la etología animal (el estudio de la psicología y el comportamiento de los animales).
Aquí aparece el Dr. Lorenz con sus míticos "hijos" gansos, con los que hablaba y se entendía perfectamente. Todo empezó como cuenta en su libro autobiográfico que reproduzco a continuación.
El gansito que adopté, Martina, nunca dormía mucho de un tirón, lo cual no me sorprendió el primer día. Pero sí por la noche. Había preparado para ella una estupenda cunita con calefacción eléctrica y, nada más echarla sobre la almohada calentita, dejó oír el rápido cuchicheo que en los gansos jóvenes es señal de que están a punto de dormirse y que viene a sonar, aproximadamente, como "virrrrr".
Puse el cajón con la cuna caliente en un rincón del cuarto. Ya me iba a dormir, cuando escuché que Martina, suavemente y ya adormecida, musitaba su "virrrr". Luego sonó más fuerte, como preguntando: "¿Vivivivivi?". Después, mucho más fuerte, e interpreté que lo que quería decir era algo así como: "Estoy aquí, ¿dónde estás tú?". Un momento después, con las plumas erizadas y el cuello tieso, emitía un incontenible, agudo y penetrante: "¡Pip, pip...!".
Tuve que saltar de la cama y acudir al cajón. Martina me recibió satisfecha con un saludo: "¡Vivivivi!". Expresaba su alivio porque ya no estaba sola, pasara lo que pasase. Pero apenas pasada una hora, hacia las diez y media, se volvió a repetir la llamada y todo el proceso. Y de nuevo a las doce menos cuarto. Y otra vez una hora más tarde.
Sobre las tres menos cuarto, cogí la cuna del gansito y la puse al alcance de mi mano, junto a la cabecera de mi cama. Cuando a las tres y media, como era de esperar, volvió a oírse la pregunta: "Estoy aquí, ¿dónde estás tú?", contesté en mi mal "gansés": "gangangang", y di unos golpecitos sobre la almohada eléctrica. "Virrrr", contestó Martina: "Ya me duermo, buenas noches".
Pronto aprendí a decir "gangangang" sin despertarme. Y me parece que aún respondería de igual manera si alguien, cuando duermo profundamente, me dijera suavemente al oído: "¿Vivivivi?".
Konrad Lorenz: Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros.
Las herramientas de los chimpancés salvajes
Chimpancé comiendo termitas con una pajita.
El eminente etólogo Klaus Thews nos cuenta en su libro "Etología animal" las investigaciones sobre los chimpancés libres del Gombé en Tanzania.
Kortland se situaba cada día en su puesto de observación para esperar allí la llegada de los chimpancés. Primero hacían su aparición los machos. Desde muy lejos anunciaban su presencia con un griterío que enmudecía súbitamente en la inmediata cercanía de la plantación.
Al cabo de un rato, crujían las hojas en la orilla del claro. Silenciosamente, iban saliendo los machos, escuchando en todas direcciones, hasta que se convencían de que la seguridad era total.
Estallaba entonces un espectáculo espeluznante. Dando terribles gritos, los grandes machos corrían unos detrás de otros. Aporreaban el suelo con manos y pies y golpeaban con las palmas de las manos los troncos de los árboles. Tirando las ramas, inclinaban hasta el suelo árboles del grosor de un brazo. Había un chimpancé que, una y otra vez, cogía una rama gigantesca y, blandiéndola en los aires, corria con ella entre los demás ruidosos actores. Y de pronto, todo cesaba, ya que habían demostrado su fuerza hasta la saciedad. Entonces, mientras las hembras y las crías salían al claro, se daban un banquete con los plátanos y pomelos de los árboles más cercanos.
Un chimpancé de cuatro meses, al que Jane Goodall había bautizado con el nombre de MIke, se las arregló para hurtar un par de latas vacías del campamento de los investigadores y las llevó consigo a la siguiente reunión intimidatoria de machos. Producía, como es natural, un ruido atroz al que los otros chimpancés no podían responder con nada igual. Entonces, los machos se daban a la fuga, aterrados, y hasta Goliat, el jefe, perdió su puesto con muy poquita dignidad. Mike fue desde entonces el rey sin corona del grupo. Los demás chimpancés se inclinaban sumisamente en su presencia y procuraban despiojarle con mucho respeto.
Klaus Thews: Etología animal