PORQUE JESUS ORABA SI ERA DIOS?
¿Indican las oraciones de Cristo que hay una distinción de personas entre Jesús y el Padre?
No. Más bien, Sus oraciones indican una distinción entre el Hijo de Dios y Dios. Jesús oró en Su humanidad, no en Su deidad.
Si las oraciones de Jesús demuestran que la naturaleza divina de Jesús es diferente que la del Padre, entonces Jesús es inferior al Padre en Su deidad. Es decir, si Jesús oró como Dios entonces Su posición en la Deidad sería de alguna manera inferior a las otras “personas”
Este único ejemplo eficazmente destruye el concepto de una trinidad de personas coiguales.
¿Cómo puede Dios orar y a la vez ser Dios?
Por definición, Dios en Su omnipotencia no tiene ninguna necesidad de orar, y en Su unicidad, no tiene ningún otro ser a quién Él pueda orar.
Si las oraciones de Jesús prueban que hay dos personas en la Deidad, entonces una de aquellas personas está subordinada a la otra y por lo tanto no es completa o verdaderamente Dios.
¿Cuál, entonces, es la explicación de las oraciones de Cristo?
Solamente puede significar que la naturaleza humana de Jesús oró al Espíritu eterno de Dios. La naturaleza divina no necesitaba ayuda; solamente la naturaleza humana la necesitaba. Como Jesús dijo en el Huerto de Getsemaní, “El Espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Hebreos 5:7 dice claramente que Jesús tenía necesidad de orar solamente durante “los días de su carne.” Durante la oración en Getsemaní, la voluntad humana se sometió a la voluntad divina.
Por medio de la oración Su naturaleza humana aprendió a someterse y ser obediente al Espíritu de Dios (Filipenses 2:8; Hebreos 5:7-8):
Heb 5:7 Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.
Heb 5:8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;
Heb 5:9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;
Esto no era una lucha entre dos voluntades divinas, sino una lucha entre la voluntad humana y la voluntad divina de Jesús. Como hombre Jesús se sometió y recibió fuerza del Espíritu de Dios. Algunos pueden oponerse a esta explicación, afirmando que significa que Jesús oró a Sí mismo. Sin embargo, nosotros debemos darnos cuenta que Jesús tenía dos naturalezas perfectas y completas—la humana y la divina, humana a semejanza de cualquier otro ser humano. Lo que sería absurdo o imposible para un hombre ordinario no es tan extraño para Jesús. No decimos que Jesús oró a Sí Mismo, porque eso implica incorrectamente que Jesús tenía solamente una naturaleza tal como los hombres ordinarios tienen. Al contrario, decimos que la naturaleza humana de Jesús oró al Espíritu divino de Jesús que moraba en el hombre. La opción es sencilla. O Jesús como Dios oraba al Padre o Jesús como hombre oraba al Padre. Si el primero fuera la verdad, entonces tendríamos una forma de subordinacionismo o arrianismo en los cuales una persona en la Deidad es inferior a, y no coigual con, una otra persona en la Deidad. Esto contradice el concepto bíblico de un solo Dios, la deidad completa de Jesús, y la omnipotencia de Dios. Si la segunda alternativa es correcta, y nosotros creemos que así es, entonces no existe ninguna distinción de personas en la Deidad. La única distinción es entre la humanidad y la divinidad, y no entre Dios y Dios.
“Dios Mío, Dios Mío, ¿Por Qué Me Has Desamparado?”
Este versículo (Mateo 27:46) no puede describir una separación actual entre el Padre y el Hijo porque Jesús es el Padre. Jesús dijo, “Yo y el Padre uno somos.” (Juan 10:30).
La biblia indica que “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (II Corintios 5:19). Jesús era Dios Padre manifestado en carne para reconciliar consigo al mundo. El grito de Jesús en la cruz no significó que el Espíritu de Dios había salido del cuerpo, sino que no había ninguna ayuda del Espíritu en Su muerte sacrificaría de substitución para la humanidad pecaminosa.
No era una persona de la Deidad que fue abandonada por otra, sino más bien la naturaleza humana de jesus que sintió la ira y el juicio de Dios sobre los pecados de la humanidad. No había dos hijos—uno divino y otro humano—pero había dos naturalezas—la divina y la humana—fundidas en una persona.
El Espíritu divino no podía ser separado de la naturaleza humana para que la vida humana de Jesús continuara.
Pero en Su proceso agonizante de la muerte, Jesús sufrió los dolores de nuestros pecados. El morir se convirtió en muerte cuando El rindió Su Espíritu. En otras palabras, lo que Jesús quería decir cuando El gritó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” era que Él había tomado el lugar del hombre pecaminoso en la cruz y que Él había sufrido el castigo completo por el pecado.
No había disminución del sufrimiento debido a Su deidad.
Puesto que todos han pecado (Romanos 3:23) y la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), toda la humanidad (con la excepción del Cristo sin pecado) merecía morir. Cristo tomó nuestro lugar y sufrió la muerte que merecíamos (Romanos 5:69). Jesús era más que un mártir valiente como Esteban y más que un sacrificio del Antiguo Testamento, porque El murió en nuestro lugar y experimentó por un momento la muerte que nosotros merecíamos.
En la cruz, El murió por todos los hombres (Hebreos 2:9).
Esa muerte era más que una muerte física; también implicó una muerte espiritual, que es la separación de Dios (II Tesalonicenses1:9; Apocalipsis 20:14). Nadie que vive en la tierra ha sentido esta muerte espiritual en su grado más profundo, porque en Dios todos nosotros vivimos, nos movimos, y somos (Hechos 17:28). Aún el ateo se goza de muchas cosas buenas tales como la alegría, el amor, y la vida misma. Cada cosa buena viene de Dios (Santiago 1:17), y toda vida se origina en El y es mantenida por El.
Pero, Jesús experimentó la última muerte—la separación de Dios que un pecador sentirá en el lago de fuego. El sentía la angustia y la desesperación como si fuera un hombre eternamente desamparado por Dios. Entonces, la naturaleza humana de Jesús clamó en la cruz al tomar Jesús sobre Sí mismo el pecado del mundo entero y al sentir el castigo eterno de la separación a causa de aquel pecado (I Pedro 2:24).
No debemos presumir que el Espíritu de Dios dejó el cuerpo de Jesús en el instante en que El pronunció las palabras, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El Espíritu divino dejó el cuerpo humano solamente en la muerte.
Hebreos 9:14 dice que Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios por medio del Espíritu eterno. Por otra parte, Jesús dijo a Sus discípulos con respecto a Su muerte, “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32). Así, el eterno Espíritu de Dios, el Padre, no salió del cuerpo humano de Cristo hasta la muerte de Cristo.
Además cristo como todo sacerdote que era debía orar por él y por el pueblo:
Heb 5:1 Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados;
Heb 5:2 para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad.
Y oraba como todo hombre de carne y hueso debe orar:
Sal 65:2 Tú oyes la oración;
A ti vendrá toda carne.
QUE SACERDOTE TAN GRANDE ES NUESTRO SEÑOR JESUS
ALELUYA GLORIA A SU SANTO NOMBRE
LUIS VELEZ