Junio, 2025.
Zunino, D.
Son las tres de la mañana. Se escucha el ventilador de fondo. Para dormir, siempre necesito un sonido a mis espaldas, algo que calme mi mente andante. Algo que no juzgue mis problemas ni mis miedos, que no me deje pensar en lo que ocurrirá en un tiempo de incertidumbre.
Tres con uno. Mi pulso se acelera, un reflejo que me hace saber que falta un minuto menos para el suceso. ¿Qué puedo hacer para volver a mi sueño profundo, a mi sueño ideal? Por la ventana se filtra la luz de un faro titilante, dándole un giro tétrico a mi descanso interrumpido. Siento cómo algo se acerca. Mi cara se tensa.
Tres con dos. Empiezo a jadear, desesperado. En tiempos así, no sé qué hacer. De pequeño, siempre me decían eso: el futuro me aterra. Futuro, una palabra con muchos destinos. Una acción, y tu futuro podría cambiar por completo. Pero, ¿y si esa acción ya fuera parte de tu futuro? ¿Y si tu futuro ya estuviera predeterminado desde el inicio del mundo?
Tres con tres. El cambio de hora interrumpe mi línea de pensamiento. Mis temores son acallados. El ventilador se apaga súbitamente, dándome otra razón para asustarme. Por el rabillo del ojo puedo ver una sombra acechante, buscando comida. Me estremezco y procuro no hacer ruido alguno.
Tres con cuatro. La bestia hace su canto típico, pidiendo comida. Se acerca hacia mí, decidida a destrozarme a arañazos. El ventilador se enciende y empieza a hacer un chirrido infernal.
Tres con cinco. La bestia maúlla, demandando su alimento deseado.