• Prólogo de Juan Carrete Parrondo para el libro de Fernando Moreno Cuadro, Iconografía de Santa Teresa, Las series grabadas. Burgos: Grupo editorial Monte Carmelo, 2017

Prólogo de Juan Carrete Parrondo para el libro de Fernando Moreno Cuadro, Iconografía de Santa Teresa, Las series grabadas. Burgos: Grupo editorial Monte Carmelo, 2017

El estudio de las estampas es un tema que hasta ahora no ha suscitado la dedicación necesaria por parte de las instituciones académicas, pocos historiadores se han aplicado a su investigación. Por esta razón este estudio dedicado a la Iconografía de Santa Teresa de Jesús. Las series grabadas es modelo de trabajo y ejemplo a seguir por los más jóvenes historiadores.

La lectura de este erudito libro del historiador el doctor Fernando Moreno Cuadro, cuyo tema fundamental es la función de las estampas como medio de transmisión de tipos iconográficos, requiere por parte del lector una preparación y disposición previa para algo tan sencillo como tener presente, durante su lectura, la singularidad o singularidades que conlleva el mundo de la estampa.

Hoy día aún es preciso resaltar la singularidad de la estampa, pues cuando las estudiamos hay que tener siempre presente, en primer lugar, su cantidad y su difusión. La estampa fue en su época el Internet del siglo XXI.

Pero creo que mientras leemos y miramos esta Iconografía de Santa Teresa nos será de utilidad tener presentes algunas características propias de las estampas. He aquí pues unas reflexiones para comprender mejor uno de los medios de comunicación más potente que existió en Europa hasta el siglo XIX y que en muchas ocasiones no se ha sabido valorar adecuadamente. Es la estampa la que se convierte en medio de comunicación, tanto de ideas como de conocimientos, pudiéndose llegar a convertir en objeto artístico, propio del estudio de la historia del arte.

La estampa es algo tan frágil que si no es por circunstancias extraordinarias, casi se puede considerar un objeto efímero. La estampa religiosa, la más difundida en la época, tenía una vida breve, a veces no más que la de su primer propietario, ya que las modas hacían que fuera sustituida con rapidez. Su hallazgo va casi siempre unido a circunstancias extraordinarias o a que estuvieran adheridas a un material rígido. Caso aparte, aunque íntimamente ligado a la estampa, es el de las ilustraciones que formaban parte de los libros, ya que siguiendo la producción de los impresores, se empiezan a conocer con alguna exactitud, aunque su estudio no esté exento de problemas en cuanto a los artífices que las realizaron.

Otro aspecto, que casi podemos considerar inédito, es el de la circulación de las laminas de cobre y tacos de madera o metal, y sobre todo el de la difusión de las estampas, es decir de su comercio, consumo y penetración en la sociedad.

En cuanto a la producción de estampas en Europa, algunos estudios señalan que de los grabados realizados con la técnica de la entalladura como del punteado, se hacían unas tiradas medias de diez mil ejemplares, asimismo la tirada media de estampas calcográficas que se solía hacer en el siglo XVI se estima en unas tres mil.

En 1543 Juan de Flandes y su mujer, María de Olagüe, imprimieron en Pamplona tres mil ejemplares de la carta de cofradía del Hospital General de la Misericordia de Pamplona, de tamaño de medio pliego. En 1558 Adrián de Anvers imprimió de nuevo la carta de cofradía del citado Hospital, de tamaño de medio pliego y de la que se hicieron doce mil ejemplares. La operación se repite en 1559 con otros doce mil ejemplares. También en 1559 el dicho Adrián de Anvers imprime doce mil estampas que conceden indulgencias y bienes espirituales para el mismo Hospital. El precio de la impresión fue de un ducado el millar. Y finalmente, el mismo documento nos informa que en 1560 Adrián de Anvers imprimió mil ejemplares de un pliego de indulgencias, para los frailes mercedarios del Monasterio de Santa Eulalia de Pamplona, con el fin de ser fijado en las puertas de las iglesias. Le pagaron cuatro mil cornados.

Sobre difusión y consumo es elocuente un documento veneciano de 1412 sobre santa Catalina de Siena que nos proporciona una muy temprana visión sobre la difusión de las estampas: “ [...] una imagen de esta virgen [santa Catalina de Siena], fácil de multiplicar sobre hojas de papel [...] de tal suerte que ellas pueden ser distribuidas a todos, y sobre todo a los devotos de la Virgen, y así pueden ellos venerar a la Virgen de una manera conveniente no solamente en público sino también en privado y en sus casas. Y estoy seguro que desde que las dichas imágenes han comenzado a ser hechas, varios miles han sido hechas, y cada día se hacen, hasta el punto que una no pequeña cantidad de ellas ha sido distribuidas no solamente en la ciudad de Venecia, sino también en los países nombrados [Italia, Alemania, Grecia, Polonia, Dalmacia, Egipto]. Las imágenes de algunos santos, el día de su fiesta, son multiplicadas sobre las tales hojas de papel, tan pronto como ellas llegan a las manos de las personas devotas aumentan su respeto y devoción por estos santos”.

En París varios editores se especializaron en la exportación de estampas a España. Martin Bonnemer, muerto en 1584, trabajó para clientes españoles, algunas de sus estampas llevan leyenda en español. Jean Leclerc (1560-1622) exportó a España gran cantidad de estampas de devoción realizadas en la técnica de la talla dulce. En el inventario de 1598 de Denis de Mathonnière (c. 1545-1596), estampador y grabador de temas religiosos, alegorías religiosas y morales, naipes, cronologías, estampas de ornamentación (hojas, pájaros, caza), calendarios, juegos, y anatomías, aparecen seis resmas [tres mil hojas] de estampas valoradas en setenta soles la resma y con los títulos tanto en francés como en español, señal inequívoca de que se exportaban a España.

En muchos casos la estampa religiosa se convirtió en fetiche, es decir en objeto al que se atribuye la capacidad de traer buena suerte a quien lo posee. No hay duda de que la estampa religiosa fue la que más se difundió –incluso el término estampa, en España, llegó a ser sinónimo de estampa religiosa– y por ello se cometieron numerosos abusos. Algunos de ellos se recogen y critican en la Plática doctrinal sobre la diferencia entre el culto de Dios y el de los Santos, y sobre la veneración de las sagradas imágenes: que en cumplimiento del mandato hecho à los párrocos para que predicasen acerca de estas materias por José Escalzo, obispo de Cádiz, en su Edicto de 9 de febrero del año de 1784, (Cádiz, Imprenta Nueva, 1784): "El cuarto abuso es confiar el buen éxito de las peticiones en hacerlas delante de alguna determinada Imagen, o por razón de promesa hecha precisamente en obsequio de la tal Imagen. Este abuso lo cometen muchas personas de sana intención, y de fervorosa devoción, quienes tomando una excesiva devoción a alguna determinada Imagen de su afecto particular, juzgan que en ofreciendo algo en obsequio de la tal Imagen se logrará cuanto se desea, y se le pida. Si enferma alguna persona conocida, si tiene alguna aflicción grave, o peligro, si pretende algún empleo, le suelen decir: — Si Vmd. quiere conseguir lo que desea. Si Vmd. quiere mejorar en su salud ofrezca algún voto o promesa a la Imagen N. Y si acaso la persona suplicante y necesitada ha dirigido sus oraciones ante otras Imágenes, o a diferentes Santos le dicen: — Mientras no se encomiende Vmd. a San N. o a tal Imagen no ha de conseguir sus intentos. Si Vmd. lo hace así, al punto lo logrará. Aún no para aquí el abuso, sino que si determinan hacer decir alguna Misa, y no puede celebrarse en el sitio donde está colocada la Imagen de su devoción, quieren que precisamente se haya de celebrar la Misa ante un cuadro, o estampa (aunque esta esté indecente) que represente a la Imagen de su afecto, y ante quien se han encomendado. Estos son abusos grandes, amados oyentes .”

Las estampas en ocasiones fueron objeto de persecución por parte de la autoridad, tanto la religiosa como la civil. En el Índice de libros prohibidos de 1790 quedaron incluidas, entre otras, la estampa de fray Jerónimo Gracián por que “lo representa con diadema de Luz”; la estampa de san Antonio de Padua realizada en Mallorca en 1722, en la cual la Virgen le dice: “Antonio éstas son mis armas, que Yo he llevado en mi corazón, … y quien tuviese su casa adornada con ellas, será libre de incendio, de peste y de encantamiento”, o una estampa de san Gregorio que ofrecía a sus devotos 50.000 años de perdón.

También el poder político ejerció la censura sobre algunas estampas, como, por ejemplo, las comprendidas en la Real cédula [...] en que se prohíbe la introducción, expedición y retención de estampas satíricas alusivas a las providencias tomadas con los Regulares de la Compañía [jesuitas], e imponen las penas correspondientes a los contraventores. (Madrid, Oficina de Antonio Sanz, 1769). Y más en concreto la Real cédula de 3 de octubre de 1769 decía: “Con motivo de haberse esparcido en la Ciudad de Barcelona crecido número de ejemplares de una estampa satírica, bajo el título de San Ignacio de Loyola, con varias inscripciones acerca de la expulsión de los Regulares que se llamaron de la Compañía, dirigidas todas a aumentar el fanatismo; se manda a los Corregidores y Justicias celen con el mayor desvelo sobre las estampas que se venden, y hagan saber a todos los Impresores, Libreros y Tenderos, no impriman, vendan, pidan de fuera, introduzcan ni tengan en su poder estampa alguna alusiva a la expulsión o regreso de los Regulares de la Compañía, pena de muerte y confiscación de bienes, y que den aviso a las Justicias, de si otros las tienen o venden, o si las han vendido; en inteligencia de que si lo ocultaren, serán igualmente castigados, extendiéndose esta Providencia a los dominios de Indias, donde es mas precisa por ser mas fácil la introducción de ellas.”

Ante la fragilidad de la estampa hay que señalar la importancia que cobraron las colecciones y los coleccionistas para su conservación. Para ello nos servirán de muestra las colecciones que a continuación se mencionan. Destacamos en primer lugar unos textos del abate Juan Andrés (1740-1817), poco conocidos y recogidos en Cartas familiares (1793), sobre las colecciones que tuvo ocasión de ver y estudiar en Italia en 1785, textos en los que valoraba las estampas por su utilidad para la cultura. El abate Juan Andrés, sacerdote jesuita español, bibliotecario, filósofo, historiador, profesor e historiador de la literatura, fue un humanista y crítico literario de la Ilustración, padre de la Literatura universal y comparada.

Una de las colecciones de estampas que tuvo ocasión de ver Juan Andrés en Turín fue la del señor Rignon que se encontraba en un “bellísimo gabinete”. La colección estaba formada por numerosas pruebas de estado y muchas pruebas antes de la letra, extremadamente bien conservadas, como recién pasadas por el tórculo. Entre las obras se encontraba una colección de dibujos de Guercino grabados por Bartolozi, otras muchas estampas del excelente William Woollet (1735–1785) y algunas de Cristofano Robetta (1462–1535), grabadas según el gusto de Mantegna. También estaban representadas las distintas técnicas de grabar como el grabado de puntos y otros, así como varias rarezas muy apreciables por los coleccionistas. Pero lo que más llamaba la atención de Juan Andrés y le parecía más singular en la colección del Señor Rignon era “la extraordinarísima conservación de todas, aún de las más difíciles de hallar, lo que no he visto ni creo sea fácil de ver en ninguna otra”.

El abate también visito en Mantua la colección de Durazzo, que describe de forma apasionada: “tiene una colección de estampas tal vez la más copiosa de Italia y que puede entrar entre las primeras de Europa. Pasaban ya, según me dijo de 60 mil y ciertamente reducidas a grandes tomos en folio llenaban todos los estantes de una particular biblioteca. El objeto del docto colector ha sido formar una historia práctica de la pintura y de los pintores. Con esto ha tenido presente la división de las escuelas, el orden cronológico y las noticias que puedan dar luces a la historia de las dos artes de la pintura y del grabado. […] Allí se ven las más antiguas reliquias del arte del grabado que queda en duda si debe tomarse su origen de la Italia o de la Alemania. Creía haber visto en la colección del Señor abate Bianconi en Milán cuanto hay que ver en esta suerte de antigüedades, pero aquí, vi aún mucho más y además de las estampas antiquísimas tiene el colector naipes y otras cosillas que empezaba a introducir el arte del grabado. Vi una estampa de las de la primera edición de Dante con estampas de que te hablaré después […]. Como de las pinturas antiguas de Cimabue y Giotto no se sacaron estampas, dicho Señor conde ha hecho sacar no pocas para tener mas completa la historia de la pintura y ha dado el primer ejemplo y tal vez estímulo a los toscanos para la obra que se publica actualmente de la Etruria Pittrice. […] La colección de estampas de Durazzo será uno de los más preciosos e instructivos monumentos del arte del grabado y ésta se debe al genio amante de las nobles artes de este caballero genovés.”

Y no conviene olvidar algunas colecciones españolas como la colección de estampas que formaba parte del gabinete de curiosidades del erudito Vincencio Juan de Lastanosa (1607-1681), que poseía en la ciudad de Huesca y que alcanzaba la cifra de tres mil estampas, la mayoría retratos, jeroglíficos, ingenios y trajes. Sus autores eran, entre otros, artistas, Miguel Ángel, Rafael, Alberto Durero, Tiziano, Tintoretto o Jacques Callot. El Catálogo de la Biblioteca de Lastanosa recoge entre otras: “Ochocientas estampas, parte sueltas y parte encuadernadas en ocho libros, todas de famosos pintores como son de Michael Angelo, Rafael, Alberto Durero, Jacomo Callot y otros. En diversos tomos, más de dos mil estampas de empresas, jeroglíficas, ingenios y trajes. [...] Gran número de libros de retratos de emperadores, personas insignes, muchos libros de estampas, que pasan de ciento, y de estampas sueltas para hacer otros tantos”.

Y para terminar este epígrafe sobre coleccionismo y coleccionistas no dejaré de mencionar a Eduard Fuchs (1870-1940) que fue uno de los coleccionistas más singulares de la historia contemporánea, pues además era historiador que se servía de su propia colección de estampas para ilustrar sus estudios de historia social y de la cultura. Fuchs llegó a ser el mayor propietario de una de las mayores colecciones de litografías y pinturas de Honoré Daumier, de quien poseía tres mil ochocientas estampas, mayor cantidad de las que conservaba la Biblioteca Nacional de Francia.

En conclusión, la pasión por coleccionar, junto con el rigor aplicado al estudio de las ciencias históricas, virtudes de las que goza el profesor Moreno Cuadro, han dado como resultado este magnífico libro –texto e imagen– que tienes la fortuna de sostener en tus manos.

Juan Carrete Parrondo