• Los 10 años de Estampa.

Los 10 años de Estampa

JUAN CARRETE | Publicado el 31/10/2002 El Cultural | Ver el número

Estampa, el primer salón de obra gráfica de Madrid, celebra este año (entre el 6 y el 10 de noviembre) su décimo aniversario. Es momento pues de hacer balance. Juan Carrete, director del Centro Cultural Conde Duque y experto en el arte de edición, analiza el pasado y el futuro del certamen.

El arte gráfico seriado se ha caracterizado desde su nacimiento, ya hace más de cinco siglos, por haberse desarrollado en paralelo con los avances técnicos.

Así, a la talla en madera, al buril, al aguafuerte, al aguatinta, a la manera negra... estampadas en prensa o tórculo, y que ya en sí mismas son distintos estadios de un proceso técnico, les sucedieron las técnicas del grabado sobre acero, de la litografía, de la serigrafía, y todas las novedades que introdujo la fotografía: fototipia, fotograbado, fotolitografía ...

Hace diez años, cuando nació Estampa, Salón internacional del grabado y ediciones de arte contemporáneo, todos los implicados profesionalmente en el arte gráfico -artistas, talleres, editores, galeristas, críticos y estudiosos- que lo consideran como auténtico arte, que además tiene el aliciente de contribuir a que la creatividad de los artistas se difunda ampliamente y que sea accesible a una gran mayoría de la sociedad, saludamos con alborozo que por fin el arte gráfico tuviera un lugar en que el gran público lo pudiera conocer y adquirir.

Pero han pasado diez años y, si bien es cierto que Estampa ha ofrecido la oportunidad de pequeñas muestras monográficas de Picasso, Miró, Beuys, Saura, Arroyo, etc., parece que el mensaje dominante que ha llegado al gran público es que la estampa es una obra de arte barata, decoración a bajo precio y si es posible con prestigio de firma. Se ha vendido, se ha difundido, algo es algo, pero no ha sido suficiente, pues en este intervalo de tiempo los más jóvenes y destacados creadores del arte gráfico han introducido en su mente y en su trabajo las nuevas tecnologías procedentes del mundo digital, y no sólo técnicas, sino un nuevo concepto de estampa. La estampa ya no es únicamente el papel estampado procedente de una matriz que previamente el artista ha preparado con las llamadas técnicas tradicionales. La estampa busca su nueva definición en la complejidad de las últimas tecnologías, la interactividad de las artes y la implantación de sistemas y productos híbridos. Hoy, tan estampas son las realizadas por Durero, como la que aparece en una pantalla de plasma o la que “estampa” una impresora láser. Como siempre todo radica en el talento del creador.

Estampa, aunque en algunas ocasiones ha realizado incursiones (al margen de las galerías comerciales) en el mundo de la fotografía, las instalaciones, la estampa digital o la holografía, se ha mantenido fiel a unos principios tradicionales, bien es verdad, que es lo que demanda el comprador, educado y anclado en “lo de siempre”, y lo que ofrecen la mayoría de las galerías, pero también es cierto que socapa de esta tradición se han colado en Estampa obras de escasa calidad artística.

En Estampa debe caber todo lo que tenga calidad, también lo nuevo. La Bienal Internacional de Arte Gráfico de Liubliana de 2001 pudiera servir de ejemplo de por dónde va el arte gráfico actual, y el simposio Arte gráfico y nuevas tecnologías que estos días tienen lugar en Madrid, organizado por la Calcografía Nacional y la Fundación BBVA, es un magnífico foro para que reflexionemos todos los interesados en el mundo de la estampa, es decir, en la producción, distribución y consumo de imágenes.

Aparte los temas inherentes al propio concepto de la estampa y sus límites, discusión que se produce y llega a un reducido grupo, la pregunta que hay que hacerse es si Estampa ha cumplido su objetivo fundamental, si ha fomentado y activado el coleccionismo de la estampa convencional. Quiero creer que el balance ha sido positivo, pero con lagunas muy significativas.

Todavía se compra de manera casi exclusiva para decorar, no para coleccionar, no se entiende la estampa si no está enmarcada, encristalada y colgada. Es una absurda reducción de la estampa convencional, pues es una obra de arte en la que domina el intimismo, tal como la visión cercana -sin la barrera de cristal- sostenida en las propias manos y contemplada en soledad compartida. Es un objeto precioso que una vez contemplado vuelve a su carpeta donde aguarda hasta una próxima visita.

Tampoco ha calado en el público la pequeña edición de arte, pues está generalmente descuidada por editores y galerías. La excepción, entre otras, seria la madrileña galería Estampa, una de las pocas que ha perseverado con éxito en publicar cuidadas ediciones.

No obstante las sombras que se proyectan sobre Estampa, todos somos conscientes del enorme esfuerzo que han realizado durante diez años sus organizadores y diariamente editores y galerías para casi exclusivamente mantenerse. Se partía casi de cero, quizá se necesiten otros diez años de dinamismo.