• Chillida. El papel de la intimidad. Por Juan Carrete

El papel de la intimidad

JUAN CARRETE

El País 20 AGO 2002

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No solamente la piedra y el hierro han sido las materias que Eduardo Chillida quiso llevar al límite para darles vida, la música fue el material con el que más creó, con ella creaba su pensamiento, sus formas en el vacío. ¿Cuántas esculturas no habrá concebido Chillida que nunca fueron materializadas?

Lo más cercano a estas obras inmateriales ha sido, sin duda, su producción de arte gráfico. Una gran parte de sus dibujos están en relación con su familia o sus amigos, su mundo íntimo y privado, retratos de su mujer y de sus hijos, realizados a tinta, lápiz o carboncillo, en los que destacan la sobriedad y firmeza de trazo, pero que son una síntesis de su concepto de forma y espacio. De gran interés para conocer el ductus más espontáneo del artista son aquellas obras que realizó como invitaciones a actos sociales de carácter familiar: bodas de sus hijos o comuniones de sus nietos. En estas sencillas y deliciosas obras están intuidos los problemas formales y espaciales con los que siempre se enfrentó. Mención especial siempre han merecido sus estudios de manos, la mano como prolongación del cerebro. Manos con los dedos doblados o recogidas formando un suave puño, que en ocasiones desaparecen para quedar solamente los dedos. Pero llega un momento en que el dibujo se aparta de toda realidad para convertirse en puro grafismo que sugiere partículas en movimiento, la esencia de las formas, ni materia ni espacio, solamente ritmo.

El grabado ha cobrado su más pleno sentido en las realizaciones de Chillida, pues nunca fue suplemento de su obra escultórica, sino complemento en que se reflejaba su intimidad. Sus estampas son su diario íntimo. Sentado en el pupitre, inmerso en la música de Bach, su mano transmitía directamente el pensamiento al cobre. Y llegó un momento en que el propio grabado no le fue suficiente, necesitaba algo más leve, sólo el papel, las gravitaciones, papel sabiamente tratado, la esencia de la idea.

La obra de Chillida ha consistido en preguntar a la materia, hallando siempre una respuesta poética, y en el caso de la materia papel, las gravitaciones, su más sincera respuesta, la más cercana a su intimidad. Papeles suspendidos en que la caligrafía es sustituida por el vacío y las sombras, única manera de representar su pensamiento, su poética.

La herencia que nos deja en el campo del arte gráfico es espléndida. La Calcografía Nacional custodia entre sus obras más preciadas, la que acaso sea la última plancha de cobre que grabó, año 2000, con ocasión de habérsele concedido el Premio Nacional de Grabado por su destacada actividad como grabador.

La nómina de autores de textos que ilustró nos proporciona una somera idea sobre cuáles fueron sus inquietudes y preferencias: Esquilo, Heidegger, Cioran, Hölderlin, Octavio Paz, María Zambrano, Goethe, Max Hozler, Jorge Guillén...

Juan Carrete Parrondo es director del Centro Cultural Conde Duque, de Madrid.