• Frederic Marès. Coleccionista y escultor.

Coleccionista y escultor

JUAN CARRETE

18/08/1991 El Mundo

Quizá con la muerte de Frederic Marés Deulovol, nacido en Port Bou (Gerona) en 1893, haya desaparecido el último coleccionista representativo del coleccionismo decimonónico, formado por coleccionistas de tradición romántica más obsesionados por la salvación de los objetos artísticos, que de su futura rentabilidad. A esta estirpe pertenecieron Henry Clay Frick, Andrew Melon, Arthur M. Huntington, Isabella Stewart, Gardner y Samuel H. Kress en Estados Unidos de América, Calouste Gulbenkian en Portugal, y José Lázaro Galdiano, Pablo Bosch y el marqués de la Vega Inclán en España. Todos ellos dedicaron gran parte de sus vidas a lo que más tarde serían las grandes colecciones de arte. Nunca el Estado fue un gran coleccionista, estas colecciones han sido el origen de los grandes museos. El coleccionar obras de arte fue la gran pasión y dedicación de Mares que siempre tuvo que hacer compatible con su profesión de escultor. Hijo de un librero barcelonés se formó artísticamente durante cuatro años con el escultor Eusebi Arnau, siendo pensionado en París por la Diputación de Barcelona de 1911 a 1914, años en los que se despertó su pasión por el coleccionismo e inició su propia colección. En París entró en contacto con las grandes tiendas de antigüedades y salas de subasta, y conoció y se introdujo en un mundo que le cautivaría para siempre. Anticuarios y coleccionistas formaban por aquel entonces un grupo cosmopolita en el que todos se conocían, todos eran competidores por la misma presa, y a la vez configuraban una comunidad de expertos en obras de arte. En cuanto a su actividad como escultor Marés consiguió honores en las exposiciones nacionales de Bellas Artes. Efectuando múltiples encargos de esculturas para la ciudad de Barcelona con motivo de la Exposición del año 1929. Siempre dentro de un acusado academicismo no exento de primor entre sus producciones principales se encuentran el monumento a Francesc Lairet (1933), el dedicado a la Victoria (1939), al pintor Francesc Soler i Rovirosa, y a Salvador Brau (1974) en Puerto Rico. Entre sus actuaciones profesionales la más significativa fue la restauración de las tumbas reales del Monasterio de Poblet, hecha con «pericia de arqueólogo e intuición de poeta» para la que buscó el alabastro en la cantera originaria con el fin de esculpir los fragmentos complementarios. Su faceta como docente la desarrolló en la Escuela de la Llotja de Barcelona, no obstante Marés pasará a la historia por el museo que creó y en 1946 donó a Barcelona y en el que se recogen, entre infinidad de obras, una muy valiosa colección de tallas españolas salvadas de la incuria y la ignorancia.