• Biblioteca digital sobre Arte Gráfico.

"Juan Espina y Capo", Pequeñas monografías de Arte, 11 (1909?) pintura 1-8. Texto 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8.

Francés, José. "La agrupación de artistas grabadores y su tercera Exposición en Madrid", Arte Español. Revista de la Sociedad Amigos del Arte 6 (1931) 172-174. Texto ilustrado con fotografías. http://ddd.uab.cat/pub/artespSAA/artespSAA_a1931v19n6.pdf

DURANTE la segunda quincena de Abril reunió, en la Sala de Exposiciones del Museo de Arte Moderno, la Agrupación de Artistas Grabadores un selecto conjunto de obras.

Por tercera vez hacía acto de presencia colectiva esta simpática entidad. Las dos anteriores, bajo un apelativo más concreto, menos capaz de contener la amplitud expresiva a que seguramente aspiran sus miembros. Se nombraba entonces Los 24, por ser este el número limitado de los grabadores que constituían la Sociedad recién fundada por D. Juan Espina.

Resurgían en ella anteriores esfuerzos por la significación y consideración públicas de un arte tan bien alcurniado como este de grabar sobre el metal, la piedra y la madera formas y temas bellos. Pero caído, también, aquí en España, en secundaria categoría artística; tolerado desdeñosamente a pesar de que contaba con excelentes cultivadores y valedores.

De los primeros—cronológica y profesionalmente—, D. Juan Espina, paisajista de recio estilo y fogosa alma, quien no conforme con realizar su obra personal, procuraba suscitar ecos y atraer voluntades propicias en torno de la obra de sus compañeros y discípulos.

Es de ayer, en verdad, el cambio de la indiferencia en curiosidad, primero, y atención, después, que despertaron las primeras Exposiciones de aguafuertes, y el otorgamiento de medallas en los certámenes nacionales.

El Círculo de Bellas Artes crea una revista, La Estampa, donde se reproducen obras originales. Un culto y experto especialista, el Sr. Esteve Botey, publica una obra de divulgación técnica que había de ser muy estimada. Surgen valores nuevos junto a los que el siglo XIX nos transmitió: Fernando Labrada, Castro Gil, Eduardo Navarro, José Pedraza, en Madrid; Estrany, los Tersol, Jou, Ferrer Matas, Ricart, Ollé Pinell, Vila Arrufat, Colom, Aragay, en Barcelona. Empieza a estimarse por pintores de talento que no sólo la acuarela y el óleo pueden servir para expresar la visión personal de los seres y de las cosas en la Naturaleza o en la fantasía. A semejanza de los editores extranjeros, algunos españoles restituyen a la litografía, a la xilografía, su pretérita capacidad ilustrativa de obras literarias, y en los modernos procedimientos fotomecánicos encuentran las aguafuertes, que antaño servían para reproducir pinturas, esculturas y obras arquitectónicas con escrupulosa minucia no dañina al estilo peculiar del artista, aliados poderosos para mejor difusión. El Estado otorga poco a poco ayuda a este indiscutible renacimiento, y las Escuelas de Artes Gráficas, si bien todavía distan mucho de lo que pueden y deben llegar a ser en lo futuro, adquieren eficaz importancia. Por último, nuestros grabadores establecen intercambios con los extranjeros. En el Salón de Otoño de la Asociación de Pintores y Escultores vemos sucesivamente series de grabados italianos, franceses, holandeses, argentinos. En una Exposición Internacional de Calcografía que es paseada por el mundo, y que en Madrid fué acogida por el Patronato del Museo del Prado, no falta el acento hispánico sostenido con altivo decoro.

Todo, pues, autoriza al optimismo, y acaso no esté lejano el día en que, unidos los entusiasmos de diversos sectores, aliados en un afán plural entidades diversas y artistas independientes, se acometa el empeño de una magna Exposición del Grabado Español. Y entonces se comprenderá cómo esta noble arte tiene ya en nuestro país eficiencia dilatada y magnífica.

II

Por de pronto, la tercera Exposición de la Agrupación de Artistas Grabadores de Madrid señaló un avance notable en ese camino. Dentro de ella, distintas aportaciones se destacan por grupos definidos:

Artistas invitados, Agrupación de Artistas Grabadores de Cataluña, Artistas de libre concurrencia, Alumnos de la Escuela de San Fernando y, por último, la titular organizadora de la Exposición.

Ello se indica como prueba de lo dicho anteriormente: la posibilidad conveniente de no concretar la labor de exhibición y demostración del resurgimiento del grabado en nuestros días, a un conjunto más o menos numeroso de artistas, ni tampoco a practicar ese idiosincrásico prurito de feroz individualismo y de enconado afán partidista, que nos sitúa a unos españoles enfrente de otros practicantes la misma profesión y aspirantes a idéntica ideología.

La Exposición de los Grabadores madrileños procuró ir precisamente contra eso: consiguió reunir elementos esparcidos o aislados, y si bien no podría un criterio, excesivamente riguroso, lamentar la ausencia de significados artistas y el escaso número de litografías y xilografías —cuando precisamente estos dos géneros de grabado tienen hoy en el mundo legítima preponderancia—, sería injusto negar al Sr. Esteve Botey, actual presidente de la Agrupación, y a sus compañeros de Junta, el fervor y el eclecticismo con que han procedido para conseguir tan excelente conjunto.

Encontramos nombres de bien arraigado prestigio: Espina, Esteve, Navarro, Ollé Pinell, Junceda, Brañez, Prieto Nespereira, Colom, Oroz, Tersol, Gil de Mora, Ziegler, Ernesto Gutiérrez, Fernández Cuervo, Reyes, Ráfols; descubrimos otros nuevos, que acaso no tarden en ser aprendidos por quienes se interesan de estas cosas. Una discreta instalación evitaba el confusionismo y valoraba, en cambio, cada estampa. Se comprende, por lo tanto, que la A. E. D. A. G. tiene derecho a ser estimulada y alentada; pero también el deber de no descuidarse ella misma en el sentido de seleccionar sus propios envíos.

Porque en la última Exposición no todo era perfecto ni digno de exhibirse. (Sea consentido el reproche en gracia a la sincera simpatía que nos inspira lo realizado hasta ahora.)

D. Juan Espina presentaba dos aguafuertes y una punta seca. Tres paisajes tratados con su peculiar ímpetu romántico y su escrúpulo técnico.

Esteve Botey, otro maestro indiscutible, reiteraba también su predilección por los temas portuarios y de pescadores. Navarro, tan hábil, tan inspirado en la estampación de sus planchas, envió una Calle de Sigüenza plena de encanto.

Ollé Pinell exhibía una sola obra: un desnudo grabado en boj. El gran xilografo alcanzaba en esa estampa el nivel de los verdaderos maestros del género. Junceda, el excelente ilustrador y caricaturista catalán, expuso un aguafuerte titulado San Jorge, resuelta con singular brío. Brañez, cada vez más seguro, más poseedor de todos los secretos técnicos, tenía dos obras: Aquí comienza la vida (punta seca) y Catedral de Burgos (litografía), reveladoras de su gran temperamento. Prieto Nespereira, dos aguafuertes. En la titulada Vigo, su característico trazo renovaba ritmos gratos a su factura especial. En el grupo de Madre e hijo se revelaba con una faceta distinta."

Noel David, "Agustín Lhardy Garrigues" en Casino de Madrid. Nuestra Historia. Socios ilustres, (2009) 55-57. Consultado mayo 2013. http://www.casinodemadrid.es/sp/revista/Revista55/PDF/55 Socios Ilustres.pdf

CASINO DE MADRID NUESTRA HISTORIA

GACETA SOBRE LA HISTORIA, LOS SOCIOS, LOS ACONTECIMIENTOS, LA VIDA SOCIAL, LAS ANÉCDOTAS, EL EDIFICIO, LAS ACTIVIDADES...

SOCIOS ILUSTRES

Agustín Lhardy Garrigues

Ingresó como socio el 28 de junio de 1902, hasta su fallecimiento, en 1918

H

ay nombres y apellidos cuya sola

mención nos evocan recuerdos

u otras sensaciones. Este es el

caso del socio biografi ado para

esta revista. Si nosotros escribimos: Lhardy,

automáticamente la mente se dirigirá a la Ca-

rrera de San Jerónimo, a sus escaparates,

sus dulces, su caldito y su restaurante. Es

inevitable asociar este apellido con uno de

los más afamados restaurantes y con uno

de los más veteranos restauradores ma-

drileños y españoles.

P

ero hay más, Don Agustín Lhardy,

fue un gran pintor paisajista de fi nes

del siglo XIX y principios del XX. Un

amante de las artes, la música y las ter-

tulias, denominador común de muchos de

nuestros socios casinistas.

A

gustín Lhardy Garrigues fue el hijo pri-

mogénito de Emilio Huguenin y Juana

Garrigues.

E

milio Huguenin fue un cocinero y pas-

telero francés, de padres suizos, naci-

do en Montbéliard en 1808. Trabajó como

repostero en Besançon, como cocinero en

París y como “restaurateur” en Burdeos, re-

gentando su propio negocio.

S

u restaurante era frecuentado por nu-

merosos españoles liberales persegui-

dos por Fernando VII, y anteriormente

por seguidores de José Bonaparte. Tal vez

muchos de ellos le animaran a montar un

negocio en Madrid, carente, por entonces,

de locales de este tipo.

A

sí, en 1839, Emilio Huguenin abrió en

Madrid una pastelería, muy bien situa-

da en la Carrera de San Jerónimo, número

6, a la que llamó Lhardy, probablemente en

imitación al café parisino “Hardy”. Al poco

tiempo Don Emilio sustituyó su apellido por

el de su establecimiento, así como el de su

descendencia.

L

hardy introdujo en Madrid el bollo sui-

zo, el cruasán, y los canapés.

A

los pocos meses, y por recomendación

del famoso viajero y escritor francés

Prosper Mérimée, Lhardy abre una charcu-

tería y un restaurate en la planta superior de

la pastelería.

E

l veterano Lhardy fue un revulsivo en

la cocina madrileña al introducir inno-

vaciones como las mesas separadas, el pre-

cio fi jo en el menú, las minutas por escrito,

o los manteles en las mesas. En el aspecto

gastronómico, introdujo la salsa besamel, el

pan “brioche”, los souffl és y los “volavant”.

Por todo ello, sólo cabe decir: “Gracias

Lhardy”.

L

hardy se convirtió pronto en el restau-

rante preferido de la aristocracia, los

políticos, los intelectuales y muchos socios

casinistas. Entre sus más famosos clientes se

encontraban Alfonso XII, Isabel II, el gene-

ral Prim, el marqués de Salamanca, Sorolla,

Amalio Gimeno, Pérez Galdós, Mazantini,

Mariano de Cavia, y tantos otros. Lugar de

visita ineludible, es quizás, aún hoy, el res-

taurante más citado en la literatura españo-

la.

D

on Emilio Lhardy falleció el 17 de

enero de 1887. Su hijo y consocio

nuestro, Agustín, ya regentaba el negocio

familiar, aproximadamente desde 1882.

A

gustín Lhardy nació el 20 de agosto

de 1847. Parte de sus estudios los

realizó en Francia. Años más tarde fue

alumno de la Escuela Especial de Pintu-

ra, Escultura y Grabado —según otras

fuentes estuvo en la escuela de Bellas Ar-

tes de San Fernando—.

S

u maestro fue el pintor y acuafortista

belga Carlos Haes, que tuvo un gru-

po de discípulos, pintores paisajistas, como

Morera, Aureliano de Beruete, Casimiro

Sainz y el propio Lhardy.

N

uestro consocio supo compaginar su

vida como artista con el negocio fami-

liar, con sus amistades y con sus afi ciones

personales.

D

on Agustín llevó a cabo reformas im-

portantes e innovaciones en el nego-

cio, para mantener e incluso aumentar su

prestigio. Al poco de acceder a la dirección,

se cambió la fachada y el interior del estable-

cimiento, que tomó la apariencia que cono-

cemos ahora. El autor de la reforma fue el

ebanista y decorador Rafael Guerrero, pa-

dre de la actriz María Guerrero, que cambió

el aspecto del local y decoró la fachada con

caoba cubana. Fue el que diseñó los famo-

sos salones japonés, blanco y grande o isa-

belino.

S

i Don Emilio Lhardy trajo a España

novedades gastronómicas europeas, su

hijo Agustín mantuvo éstas, pero además

consiguió introducir y refi nar platos de

nuestra gastronomía popular, consiguien-

do que fueran alta cocina. Sus principales

adaptaciones fueron el cocido, los callos y el

consomé.

L

as anécdotas sobre Lhardy, sus ban-

quetes y su cocina, son innumerables.

Como muestra, les contaremos la ocurrida

con los callos a la madrileña. En cierta oca-

sión un cliente asiduo de Lhardy le comentó

a Don Agustín que sus cocineros, tan ver-

sados en cocina internacional, eran incapa-

ces de preparar una olla de callos, como la

de sus vecinos de la taberna de la calle del

Pozo. Don Agustín apostó 20 botellas de

champán “Roederer” a que sí.

E

l día de la cata, un jurado probó ca-

llos servidos en cazuela de barro y en

bandeja de plata. Todos se decantaron por

los de la taberna, pero a la hora de tomar el

champán don Agustín les dijo: “Muy bien,

beberemos champán, pero yo no pago la

apuesta, por que si se concede un premio a

los callos del señor hay que conceder otro

igual a los míos”. Y es que Don Agustín, en

connivencia con la taberna del Pozo, había

servido callos cocinados por la propia ta-

berna. La caras del jurado y el cliente, se las

pueden ustedes imaginar.

O

tro de los grandes aciertos de Don

Agustín fue la introducción del “Din-

ner Lhardy”, según el cual, a las cinco de la

tarde, se servía una merienda en la que se

hizo famoso el “consomé de Lhardy”. Mu-

chas veces era imposible circular por la calle,

por que los carruajes paraban un instante

para abastecerse del famoso caldo. La cos-

tumbre sigue actualmente, pero con el hora-

rio adelantado, más cercano al aperitivo.

D

on Agustín continuó con el prestigioso

servicio de catering de su restaurante.

A modo de ejemplo, señalemos que atendía

cacerías regias, banquetes en el Banco de

España, servicio en trenes especiales, en el

bufé del Teatro Real; incluso sirvió un cate-

ring en el globo aerostático “Cierzo”, que pi-

lotaba Fernández Duro, en febrero de 1906,

con pavo en gelatina, rosbeef, y champán.,

tirando desde el aire los platos de cartón y

las botellas.

A

gustín Lhardy prestaba todo tipo de

servicios relacionados con lo que hu-

biera en su comercio. En cierta ocasión, un

ministro de Estado, utilizó la vajilla de plata

de Lhardy, por no sacar la suya del banco

de España, ya que pensaba que con el lava-

do, desgastaría la propia.

L

os candelabros de Lhardy sirvieron, en

cierta ocasión, para decorar el estreno

de una ópera de Puccini, en el Teatro Real..

N

o podemos citar en este artículo, por

falta de espacio, los innumerables ban-

quetes celebrados en Lhardy, las tertulias

en las que participaron artistas, políticos,

toreros, científi cos, periodistas, médicos,

etc. Les remitimos a la bibliografía final, es-

pecialmente al libro de José Altabella, para

deleitarse con unas referencias que narran

en detalle la vida de nuestro consocio y su

entorno.

L

a otra gran dedicación de Don Agustín

fue la pintura y el grabado. Como ya

hemos indicado, fue uno de los discípulos de

Carlos Haes, maestro belga que inculcó en

Lhardy la técnica y los recursos para con-

vertirse en un reconocido paisajista.

E

n sus cuadros, el protagonista es la na-

turaleza en armonía con el entorno, y

el paisaje donde destacan motivos como los

ríos, los árboles o las diferentes estaciones

del año. A través de ellos nos muestra los

espacios tal como son, escenas costumbris-

tas sin posibilidad de crítica o ironía, ya que

como decía Haes: “La naturaleza difícilmen-

te soporta el trabajo de la imaginación (...)

la multitud innumerable de sus accidentes

y combinaciones poca cosa nos permite in

ventar”.

D

on Agustín pintaba en su estudio de la

calle Núñez de Arce (antigua calle de

la Gorguera), donde acogió como huéspe-

des a Mariano Benlliure y Pablo Sarasate.

L

a primera vez que presentó un cuadro

suyo en público fue en 1874. En los

años siguientes intervino en exposiciones

en Madrid (1876, 1878 y 1881) y París

(1878). Participó en numerosas Exposicio-

nes Nacionales de Bellas Artes, obteniendo

medallas en las de 1887, 1890, 1895 y 1901.

Los títulos de sus obras premiadas, reflejan

perfectamente el contenido de las mismas:

“Paisaje de los Pirineos”, “Pinos de la costa

de Asturias”, “Arroyo en la Casa de Cam-

po”, o “Primavera”.

E

n 1904, obtuvo otra medalla, esta vez

como grabador. Su culmen como artista

vendría con la medalla de oro de 1912, con-

cedida por el grabado titulado “La Laguna

de la Granjilla”, en la que demostró haber

superado a su maestro Haes, al lograr dar

efectos pictóricos a los grabados, debido a su

adecuado uso de las resinas.

S

obre la concesión de medallas, el famo-

so crítico de arte José Francés escribió:

“Las medallas no parecían ser la obsesión

de Agustín Lhardy. Concurría a las exposi-

ciones con el mismo entusiasmo después de

lograrlas que antes de conseguirlas”. Para

nuestro consocio, supuso una satisfacción

mucho mayor, el ver en la Exposición Na-

cional de 1915, un cuadro titulado “Crisan-

temos y rosas”. La autora era su propia hija

Luisa, y fi rmaba como Lily Lhardy.

D

on Agustín participó con sus grabados

y cuadros en la ilustración de revistas

como Blanco y Negro, y la Ilustración Espa-

ñola y Americana. Muchos de sus grabados

se conservan en la Calcografía Nacional, en

la Real Academia de Bellas Artes de San

Fernando.

C

omo ya hemos descrito, las actividades

profesionales de Don Agustín se cen-

traban en su comercio y restaurante, y en su

dedicación a la pintura. Pero había aún otra

actividad que le llenaba de satisfacción, y a

la que dedicaba mucho tiempo. Esta activi-

dad era la música.

D

on Agustín era un amante de todas las

artes, pero su devoción por el mundo

de la música se puede detectar en muchas

facetas de su vida. Su mujer, Doña Luisa

Gassier y Cruz, con la que contrajo matri-

monio antes 1876, era hija de Luis Gassier,

célebre bajo-cantante marsellés.

L

hardy fue muchos años abonado al Tea-

tro Real. En su restaurante tenía una

tertulia que reunía numerosos amigos de-

seosos de la promoción de la música en Ma-

drid. De Lhardy surgió la idea de fundar la

Sociedad Filarmónica Madrileña, que que-

dó constituida, el 30 de abril de 1901, con

doscientos noventa y un socios fundadores.

D

on Agustín también fue uno de los

creadores de la Asociación Wagneria-

na Madrileña. Esta asociación se fundó en

el restaurante Lhardy, en 1911. Entre sus

miembros fi guraban, entre otros artistas,

destacados pintores como Cecilio Plá, Félix

Borrell, Tomás Campuzano, Aureliano de

Beruete o Rogelio de Egusquiza.

L

os wagnerianos fueron una corriente

artística y estética que tuvo cierta im-

portancia en Europa. En España llegó su

infl uencia a fi nales del siglo XIX y princi-

pios del XX. Richard Wagner escribió una

teoría sobre la Obra de Arte Total, en la que

había una concepción multidisciplinar del

arte, destacando la infl uencia de la música

en la pintura, escultura, arquitectura, etc.

S

egún escribió Baudelaire, los colores

pueden sugerir sonidos y los sonidos,

colores. La fusión de ambos es capaz de in-

terpretar ideas y de aquí surge la corriente

“simbolista”, de la que nuestro consocio era

seguidor, al plasmar en sus pinturas “el alma

del paisaje”.

L

a Asociación Wagneriana realizaba

conciertos, conferencias, publicaciones;

y hasta tenía una biblioteca.

E

n diciembre de 1914 o enero de 1915, la

Asociación terminó sus actividades de-

bido a lo exiguo de su cuota, y a la explosión

de la Primera Guerra Mundial, que dividió

a los españoles en aliadófi los y germanófi

los.

C

omo socio del Casino, D. Agustín

Lhardy ingresó el 28 de junio de 1902.

Fue presentado por Manuel Ducassi, Ángel

Rendueles y José Muro. En el apartado de

profesión, consignó: “Comercio”. Tuvo una

participación destacada en la vida de nues-

tra Sociedad, como demuestran sus aporta-

ciones a la “Comisión de Construcción de

Nuevo Local”. Comisión encargada de todo

lo concerniente a la difícil tarea del cambio

de sede desde la Equitativa, a la actual, de

Alcalá 15. Don Agustín fue socio hasta su

fallecimiento en 1918.

D

on Agustín continuó trabajando

y pintando de manera infatigable

hasta el 3 de abril de 1918, en que fallece en

Madrid. Su cuñado Adolfo Temes Nieto, le

sustituyó en el famoso restaurante.

H

asta aquí, nuestro apunte biográfi co

de D. Agustín Lhardy Garrigues, co-

merciante, restaurador, pintor, melómano,

socio del Casino de Madrid y gran persona,

que dejó su impronta en los lienzos, en los

paladares y en la memoria colectiva, por que

la sola mención de su apellido nos estimula y

aviva su recuerdo.

Noel David

Fuentes:

– Archivo y Biblioteca del Casino de Ma

drid

– Altabella, José. Lhardy. Panorama histó

rico de un restaurante romántico (1839-1978), 1978. – Mélida, Julio. Biografía de Lhardy, 1947. – Ortiz-de-Urbina Sobrino, Paloma . Richard Wagner en España: La Asociación Wagneriana de Madrid (1911-1915), 2007 – Entrambasaguas, Joaquín de. Gastronomía madrileña,. 1971 – Carrete Parrondo, Juan. El Nuevo Arte Gráfico. Del grabado de reproducción al grabado libre. Summa Artis T. XXIII.– Zárate Martín, Antonio Pintura de paisaje e imagen de España: un instrumento de análisis geográfi co, 1992. – La Ilustración Española y Americana.

– Blanco y Negro.

Espina y Capo, José. "Aguafuertes", Arte Español. Revista de la Sociedad Amigos del Arte 6 (1931) 175-179.

He de confesarme ante vosotros, manifestando que no soy poeta ni escritor, ni charlista y quizá ni artista. Que doy este paso por amor a las Bellas Artes. Consideración a mis compañeros, complaciéndolos en su petición, y porque desde el primer momento vi la ocasión de reunir a unos cuantos amigos que habrían de honrarme con su presencia y dispensarme por su bondad.

Todo esto me indujo a hacer una Conferencia sencilla, y de tal modo dividida, que facilitase la salida del salón de aquellos que no tuvieran el valor de sufrirme, terminando con mi eterna preocupación acerca del gran defecto de algunos artistas.

La síntesis de la conferencia, de suyo sintética, es recordar a los artistas grabadores los maravillosos asuntos, las bellezas que encierran las cuatro Estaciones del año, y ligerísimas observaciones en cuanto al modo de conseguirlas. Así, se puede eliminar el que guste, en Primavera, en Verano, en Otoño o en Invierno.

PRIMAVERA

La primavera con toda su espléndida belleza, cuando está en toda la plenitud de su vida, es el estado de imaginación del artista en los momentos de concebir su obra.

Lo mismo en la espesa selva, en el áspero monte que en la planicie de verde pradera; lo mismo en las crestas de las montañas que en el curso de los ríos, todo está empezando, todo está disponiéndose para dar el fruto que el calor del verano ha de madurar, el otoño ha de recoger y el invierno ha de castigar suprimiendo la savia de la vida. Al artista, una inclinación irresistible le lleva desde los albores de su vida, de su primavera, hacia el silencio, la soledad, hacia todo lo armónico que no hable el lenguaje de los hombres. Le lleva a la contemplación, al campo. La primavera es el símbolo de la alegría. En ella la existencia renace, sus días son de color de rosa; su teatralidad, de encajes. La primavera es la vida, es el color, es la inspiración, es la juventud, el arte en todas sus manifestaciones. La estación de las flores.

El arte juvenil franco, exento de preocupaciones, sin maldad. Es la vida del artista, esencia, alcaloide de su alma.

Sus tonalidades infinitas; el rocío que en las oquedades deposita ornando así la mansión del amor; el canto de las aves; el palabreo de las aguas movidas por la brisa, armonizan en bucólica sinfonía todas las sonoridades de la Naturaleza. De su hermosura y fecundidad nace el artista. Ese puñado de armonías pasa, en el pintor, a la paleta; en el músico, al pentagrama; en el poeta y el escritor, al papel, produciendo esas cosas que se llaman cuadro, sinfonía, composición, libro, poesía. [Pintura, música, poesía! Cuántas veces os he invocado en la primavera de mi vida, en mis primeros años.

Toda la variedad, todo el juego y febril movimiento de las ideas cuando el artista piensa y medita sobre la realización de su obra, no es más que la visión del campo matizado de flores, rumores dulces y dulces sensaciones, lujuriosa nota de color de amapola que hace recordar las creaciones de Botticelli. En esta transparente estación de sonrisa franca, alegre, de sensación real sin escrúpulos, consideraciones ni obligaciones, tiene su infancia la Naturaleza.

¡Cuando el tedio, el disgusto, el dolor amargue, hay que recordarla! Leonce Benedit dice: "Es la preferida de los viejos; la iniciadora de las flores; el calor de los animales que pueblan los campos; el calor del macho y de la hembra; del hombre y de la mujer; el amor, en fin, que todo lo vivifica, dando paso al reino vegetal sublevado ante la tiranía del invierno que le encerró en el gran sepulcro." Recordar, digo yo, que los esqueléticos árboles, presagiando los rigores del verano, se cubren, tapando su osamenta con su robusto y verde manto. Recordar que es la Vida en toda su plenitud.

Existe en Madrid este desconocido manantial de consuelo. Yo, que me he criado en medio de la luz, vivido en eterna duda, he llegado a convertir el infortunio en felicidad por conocer esos lugares hermosos que la Naturaleza ha colocado en los alrededores de Madrid. Las luminosas orillas del Manzanares. Los misteriosos rinconcillos de la Moncloa. La Casa de Campo. El Pardo y cuanto constituye la grandiosa antesala de nuestra espléndida Sierra, han sido en mis continuas excursiones mi compañía y consejo. En primavera debería existir la ineludible obligación de llevar a la primera juventud a esos lugares para que aprendieran cuan pequeño es todo lo positivo comparado con lo ideal. Estos paisajes, las figuras que los amenizan, o por sí solos, deben grabarse al aguafuerte, olvidando, no en parte, sino por completo, las técnicas minuciosas o sobadas. "El esto se hace así o de la otra manera", dejando volar muy suelta, muy despreocupada la fantasía, y aplicando a cada caso cuanto sugiera la imaginación o la casualidad. Ya el asunto impone por sí ejecución franca transparente y da a la estampa el carácter de la estación con sus puntillas y festones llenos de gracia. Ni por asomo debe el artista grabador tener presente que existen otras cosas y otros medios de ejecutar. Mucho más, si cabe, debe huir en este caso y en todos, de las opiniones, alarde de sabiduría y conversaciones, las más veces perjudiciales y siempre inútiles. El artista, solo siempre con su obra, cuyo amor no debe compartir con nadie, debe considerar que es cierto que ha nacido para serlo, y el aguafortista elevarse a una condición de superioridad en que no está ni estará jamás mientras le preocupe, antes que el procedimiento, el mercantilismo, la vanidad o la envidia.

VERANO

La paleta del Verano. La musa ardiente de los 40º. La nota que raspa más que hiere nuestros oídos, ese conjunto de frutos maduros, es en el artista la época de la lujuria del pensamiento, la época en que nuestro cuerpo, desentendiéndose de todo, tiende a la posición horizontal, como si esperase la visita de la Diosa Molicie del brazo de Venus; época de lujuria del pensamiento, del canto de la chicharra y de la rana, suavizado con el tenue chasquido del beso, ese beso que se da en el misterio, en la soledad. Época en que la Naturaleza siente también la necesidad de crearse lugares sombríos en que adorar el fruto que engendró la Primavera.

Sí. La inspiración del artista también suda, es roja como el ocaso, quiere rincones desde los cuales pueda contemplar las macizas y grandiosas siluetas que le brinda el natural. En este tiempo no se ama como en el resto del año: en él se besa más fuerte y se abraza con locura; se pinta, se esculpe, se graba y escribe despreciando las tintas suaves y las concepciones engañosas. No son las flores las inspiradoras. No es la mortaja amarilla del Otoño. No es la nieve, ese blanco sudario lo que impresiona con su helado contacto nuestro numen. El verano nos conduce, nos encamina hacia los hermosos vicios y nos brinda la nota roja, emblema del calor. El espectáculo típico de este tiempo son las tempestades, que surgen con más frecuencia que en otro alguno, y no ceden en grandeza a ninguna manifestación de la belleza. Lucha titánica que tiene por armas el rayo, el vendaval y el diluvio.

Residir un verano en "Las Cuevas", abrupto sitio a espaldas del tétrico Escorial; contemplar el vuelo de las águilas que al hacerse dueñas del espacio mécense majestuosas describiendo curvas grandiosas; ver cómo regresan al nido colgado en el risco más alto.

Contemplar las bellezas del verano en Navacerrada, Guadarrama, Siete Picos, Peñalara, Los Cotos, El Paular, La Pedriza de Manzanares y tantos otros sitios hasta dar con la histórica Segovia y la amurallada Ávila, ornamento del Leres, es vivir soñando grandezas, caer en brazos de la Locura y tener que buscar en la sombra del picoteado roble, del cristalino castaño o el gigante pino, la paz del olvido para la imaginación y para el cuerpo. Para conocer esto, es preciso haberlo visto y sentido, llegando al estado de paroxismo en que yo he vivido siempre, envidiando al artista o artista grabador que no ve en el natural más que su capricho, el aire libre desde el balcón de su casa y el arte en general como un oficio. Si la inteligencia, el pensamiento, las inclinaciones, los amores, todo lo que constituye la vida del corazón y del cerebro ha de ser esclavo de las circunstancias que nos rodeen... huelga la palabra libertad, huelga llamarse artista.

El aguafuerte en verano cuenta con muchos y variados recursos. Las aguas tranquilas, espejo natural incomparable; los regatos que serpentean entre las piedras barnizadas, la masa verde de infinitos tonos, los resquicios de luz que, curiosos y brillantes, muestran su curiosidad, calando la espesura, y tantos otros de bucólica belleza. La dificultad del aguafortista se encuentra en este caso en hallar los negros aterciopelados que en gran número son precisos, y la combinación con los términos que le sirven de foro muy corto y también de enérgico tono; pero logrado esto, la estampa resulta de una frescura y potencia encantadora. Conste—y permítaseme el inciso—-que no doy lecciones, consejos ni opinión, cosas que he criticado anteriormente y sigo condenando, y sólo sí que estoy hablando conmigo mismo, en pleno soliloquio.

OTOÑO

Muchas veces en mis soledades; en esos momentos, en ocasiones tan largos como el día; en esos éxtasis tantas veces objeto de mis tristezas, he considerado si los árboles tendrían cerebro, si esas hojillas que una tras otra van desprendiéndose del tronco serían ideas que encarnizadas reñían. Si aquella algazara era en el fondo una terrible lucha social.

¡Vi sacrificar tantas veces a las pequeñuelas por las grandes! ¡Las vi desaparecer tantas veces de la luz del sol para morir en la sombra! Estación de las puestas de sol que más pesa en el aguafortista; he observado tantas veces esas doradas espirales como si fueran efectivamente ideas desechadas por el hombre como estorbo de otras mayores que están por venir.

Simpatizo con esta época del año, y como en ella las hojas he visto y veo desprenderse mis ideas impulsadas por otras, sin que tan febril movimiento haya producido otro fruto que la eterna irresolución, la pena constante de verlas escapar sin producir sus naturales frutos, destruidas por mi Destino. ¡El Otoño! La estación de las transiciones del color de los campos. La tierra y los árboles cambian poco a poco sus vestiduras, y al propio tiempo que la hojarasca tiende al oro en todas sus distintas gamas, la tierra va cubriéndose con esas mantas verdes producidas por la humedad otoñal, que la defiende y espera a su enemigo el Invierno con sonrisa de esmeralda, haciendo así posible ese admirable encadenamiento de estaciones que constituye la Creación.

Tienen la Primavera y el Otoño cierto gracioso parecido. La Primavera, con toda la gama verde imaginable va cubriendo la anatomía de los árboles hasta ocultarla. El Otoño, como en son de alegre burla la vuelve a descubrir después de vestirla de todos los rojos dorados y amarillos imaginables y de hacerla pasar por el infierno del Verano. Sus temperaturas son aproximadamente iguales, es decir, que el artista grabador cuando no dispone del color tiene que adoptar igual o muy parecido medio de expresión, diferenciando las dos estaciones entre sí con mayores veladuras en la segunda y el distinto afán y trabajo de las figuras y los animales cuando figuran en la estampa. Sobre todo en la elección de asunto.

Esta, como todas las épocas del año, cede sus gracias desinteresadamente al aguafortista, diciendo: "Yo, que valgo más, soy más generosa contigo para que cumplas tu deber cerca de la Cultura, cerca del amante de las Artes, generosamente." ¡A ver qué haces!

INVIERNO

Poesía de la Muerte. Cortejo fúnebre del año, se anuncia con los Santos y la conmemoración de los Difuntos. Frío, lluvioso, gastado por los placeres incógnitos, representa el gris aspecto de la paralización de la vida, convulso, epiléptico, espasmodizado. Cuando el año llega a su mayor edad, el aguafuerte llega a lo indeciso y ceniciento... pero tiene sus fiestas, sus oasis, tiene sus horas de sol, multitud de detalles toman entonces sus irisaciones infinitas, sus reflejos, como en el campo primaveral las flores.

Su belleza trágica también nos embelesa, y merced a su influencia vivimos enamorados de ella sin darnos cuenta de que en esa época, lo que hacemos es contribuir a la parte de belleza que nos está encomendada en el conjunto de la Naturaleza. El invierno tiene su natural asiento en los terrenos quebrados, en las sierras, entre los peñascos, los pinos y los robles. En las alturas en que se forman esas legiones de nubes que, semejantes al fuego de potente artillería, barren el llano despidiendo torrentes de agua, granizo, nieve, aire, hielo y escarcha, hasta conseguir la devastación. Es cruel enemigo de la actividad y de la vida. Su belleza extraña, por el contrario que sus hermanas que se inspiran en la variedad y riqueza de cuantos elementos pueden apropiarse, se acoge a la síntesis estética y produce la sensación con lo más indispensable. En el llano, el blanco, el gris y el terroso son la nota de la totalidad apenas interrumpida por algún pardo amarillento que se destaca y la ameniza. Puede decirse que el llano es el andante de la Sinfonía universal. En él desaparece el horizonte lejano, y como fantasmas van apareciendo y dibujándose cada vez más las casuchas, la danza macabra de los árboles, mientras el humo del hogar que indica que existe la vida, sube y sube con magnífica grandeza hacia el infinito. El invierno todo lo disfuma menos el palmo de terreno que pisamos.

En la sierra, ¡ah!, en la sierra todo tiene dos naturalezas: la que siente el alma y la que alcanza la atónita vista. El artista que haya reflexionado acerca de esta manifestación de la belleza en pleno ventisquero, en plena trocha, desde las altas cimas de los picachos, y haya espoleado su fantasía mirando el mundo tan por debajo de sus pies, sabe que el humano ser no es más que una pincelada en la composición de la belleza universal.

Esos lugares, que tan contadísimos artistas conocen, y que de seguir por el camino que se va, serán más olvidados cada vez, tienen el encanto del miedo a lo tétrico, y la belleza del miedo del terror tiene por lenguaje el silencio, y de este total recogimiento del espíritu nace la sensación de lo extraordinario, de lo maravilloso. El invierno es el arte armonizado, cuyo misterio está en el conjunto; arte de ensueño y de poesía, apartado de las leyes imaginario e intuitivo. En este caso, el aguafortista debe ponerse al unísono de su obra, fundir, simplificar, hacer con poco uso de la herramienta el trabajo, dejando todos los medios al ingenio. El aguafuerte es "gran arte": su ropaje es la sencillez y su fin artístico el deleite.

Ahora bien; bueno será decir algo acerca de los endiosados, refiriéndome sólo a los artistas, por lo mismo que su misión consiste no sólo en hacer obras maravillosas —por más que esto de lo maravilloso en estos tiempos sea relativo—, sino también en poseer y transmitir a los demás el buen gusto, siendo ejemplo de bondad, de sencillez y de algo que no está escrito ni dicho, pero que existe y conocemos.

El artista es la única criatura que se explica cómo se vive en la pobreza, cómo se goza en la miseria y, al contrario de los demás mortales, su idiosincrasia le obliga. Joven y con idealismos, cuando los ve realizados en lo posible, poco a poco va entrando en el camino de la pequeñez espiritual de gozar de la suerte que va invadiendo su pensamiento y alejándole de aquella vida de romántico desinterés, de bohemia y deliciosa existencia. Fascinado, los diablos le arrastran, le conducen a la monomanía de las grandezas. Elevado en su pedestal, mira con desdén olímpico a aquellos que con su aplauso profesional labraron la piedra en que ha de posar su altiva planta, y lejos de tender la mano siquiera en recuerdo y agradecimiento a aquellos que se la tendieron y en la que se afianzó para la subida, la eleva al cielo pidiendo más y más suerte, más y más gloria, más y más lucro, más y más ocasiones de menospreciar lo más grande que cabe en la cabeza humana, el amor al prójimo. La satisfacción de su vanidad y el menosprecio, repito, para aquellos que vienen detrás recorriendo el camino que él recorrió, sin que les guíe la estrella afortunada del Belén del Arte.

Estos artistas, no muchos por fortuna, habiendo nacido para embellecerlo todo, concluyen por embellecerse a sí mismos y adorarse. Son los ególatras en la profesión. Muchísimo se ha dicho, estudiado y escrito acerca del alma del artista; mucho incienso se ha quemado en su honor; mucha generosidad se ha prodigado a estos seres destinados a producir la emoción estética para consuelo de los mundanales dolores; quizá el sufrimiento haya hecho explotar el aplauso y manifestar el estado ético puro, honrado, de las criaturas; pero sea lo que sea, el artista que retrato cuando entra en la gloria cierra al propio tiempo la puerta, como si temiese que lacompetencia, la justicia, entrasen a disputarle su egoísmo.

... Pero estaréis ya esperando el momento del "gracias a Dios", por lo que terminaré diciéndoos que "el que no mira adelante, atrás se queda". Que son bienaventurados los pobres de espíritu, y que el hacer cada cual su santísima voluntad íntegramente, salgan las cosas bien o mal, es el bello ideal de cada uno... quizá por ser esto imposible.

* Conferencia explanada por Juan Espina y Capo en el local que el Museo de Arte Moderno destina a Exposiciones, con motivo de la tercera celebrada en la segunda quincena del mes de abril de 1931 por la Asociación de Artistas Grabadores Españoles. Espina y Capo, José. "Aguafuertes", Arte Español. Revista de la Sociedad Amigos del Arte 6 (1931) 175-179.

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Ver libro

Instruccion para gravar en cobre, y perfeccionarse en el gravado à buril, al agua fuerte y al humo con el nuevo methodo de gravar las planchas para estampar en colores à imitacion de la Pintura, y un compendio historico de los más célebres gravadores que se han conocido desde su invencion hasta el presente. Dedicada a la Real Academia de San Fernando por Don Manuel de Rueda, Comissario Extraordinario del Estado Mayor de Real Artillería. Con Privilegio. Madrid. Joachin Ibarra. 1761. Texto

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Mario Vargas Llosa

LA CUARTA PÁGINA

El visionario

PIEDRA DE TOQUE. Giambattista Piranesi, gracias a sus aguafuertes y diseños, llegó a ser uno de los más grandes artistas del siglo XVIII, que crecería más y ejercería una influencia mayor después de muerto.

El País 6 mayo 2012 - 00:07 CET Texto completo

ROCAMORA, Manuel. "Les targetes de visita espanyoles". Papyrus. Revista de Bibliofilia, 1 (1936) 2-10. Completo

Imago imaginis. La Virgen de las Angustias y la estampa devocional granadina.

Museo Casa de los Tiros. Del 4 al 30 de octubre de 2012. http://centenariocoronacionangustias.org/cronica/exposicion-de-grabados-en-casa-de-los-tiros/

Imago imaginis

LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS

Y LA ESTAMPA DEVOCIONAL GRANADINA

MUSEO CASA DE LOS TIROS

DEL 4 AL 30 DE OCTUBRE DE 2012

De martes a sábados, de 18 a 20,30 horas

Comisarios: Juan Jesús y Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz. Procedencia de las estampas: Museo Casa de los Tiros, Hermandad Sacramental de Ntra. Sra. de las Angustias, Abadía del Sacromonte y colección particular de Armando López-Murcia Romero. Fotos: Manuel Virola.

Como gran medio de socialización universal de la imagen, la estampa religiosa conoció un auge extraordinario durante la Edad Moderna, inserta en una estrategia didáctica y catequética. Dentro de ella, un género singular lo representa el grabado devocional puesto al servicio de la difusión de determinadas imágenes sagradas y como acicate a su veneración. Determinados rasgos lo caracterizan como la fidelidad a la imagen representada, su propagación masiva, su interesada difusión para incentivar una determinada devoción o a la institución que la auspiciaba, la transferencia de valores taumatúrgicos del original a la copia impresa, incluso la concesión de indulgencias a través de las estampas, todo lo cual favoreció la colosal popularidad de estos “santos de papel”.

La presente muestra propone un recorrido por la estampa devota granadina de los siglos XVII, XVIII y XIX donde comprobar estos caracteres y el lugar preeminente ocupado por la devoción a Nuestra Señora de las Angustias (en el siglo XVIII ya patrona oficiosa de la ciudad) a través de una selección de los ricos fondos del Museo Casa de los Tiros, complementado para esta ocasión con algunos ejemplares procedentes del Archivo de la Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de las Angustias, de la Biblioteca de la Abadía del Sacromonte y de colecciones particulares granadinas.

En la sala Devociones granadinas en el grabado se exponen estampas de las grandes devociones granadinas de la Edad Moderna, algunas de ellas fácilmente reconocibles para el espectador actual por corresponder a imágenes de continuada veneración hasta la actualidad. Pueden encontrarse aquí devociones de carácter general, como la del Apóstol Santiago o la de la Inmaculada Concepción, patrones de España, la última de especial significación en Granada, como ejemplifica la tradición sacromontana. Las devociones marianas se hacen presentes en las estampas de laVirgen de la Antigua, primera patrona (aunque no oficial) de la ciudad, o la Virgen de Guía, ambas veneradas en la Catedral, en la Virgen de Gracia, auspiciada por entonces por los trinitarios descalzos, o en la Virgen del Rosario, que conoce un proceso de efervescencia devocional durante el siglo XVIII paralelo al de Nuestra Señora de las Angustias, que le lleva a emprender promociones artísticas parejas (retablo y camarín) y a iniciar una campaña de difusión masiva a través de estampas de ricos contenidos iconográficos al hacerse eco de su presencia en la batalla de Lepanto. Muchas de estas imágenes alcanzaron especial fama y popularidad en relación a su benéfica intervención a favor de la ciudad en coyunturas de especial dificultad, como la grave epidemia de peste de 1679-1680. Es el caso delCristo de San Agustín, aclamado desde entonces como Sagrado Protector de la ciudad, el Cristo de la Salud de la parroquia de San Andrés, el Cristo de los Favores o San Miguel, además de las imágenes marianas ya referidas. A éstas se añaden representaciones de los copatronos de la ciudad, San Cecilio y San Juan de Dios, que en la Edad Moderna representaban el antiguo pasado cristiano de Granada y el presente de la obra asistencial de los hospitalarios, respectivamente. Finalmente, la presencia de las fiestas en honor del Corpus Christi, a través de un grabado procedente del Sacromonte, termina de bosquejar algunas devociones capitales de la ciudad de Granada.

Inmaculada Concepción de la Iglesia San Juan de Dios (1764)

Ntra. Sra. de la Antigua (1730)

Virgen del Rosario (1784)

Cristo de la Salud. Parroquia de San Andrés (1844)

Grabado de Santiago Apóstol

Cristo de San Agustín (1763)

En la sala Estampas de la Pasión se insiste en la especial frecuencia con que los temas de la Pasión de Cristo y la Compasión de María Dolorosa fueron representados en la estampa devocional de esos siglos. La difusión iconográfica de estas imágenes vendría a reforzar su presencia pública en las calles mediante actos de culto externo de gran popularidad como las estaciones de penitencia y las vías sacras. Imágenes de antiguas cofradías hoy expuestas al culto se hacen presentes en las estampas de la Virgen de la Soledad y elCristo yacente, del antiguo Convento del Carmen, o la Virgen de las Tres Necesidades de San Gil o el Cristo de las Tres Caídas del antiguo Convento de San Francisco Casa Grande. Las iconografías clásicas de la Pasión como la de Jesús Nazareno, la Expiración de Cristo (de San Gil) o la tan granadina del Ecce-Homo (Jesús del Rescate de los trinitarios descalzos o el Cristo de la Humildad de Santa María de la Alhambra) están presentes, junto a populares devociones como la delCristo de la Luz de San Luis o la Virgen de los Dolores del Oratorio de San Felipe Neri, y la emotiva iconografía delCristo del Mayor Dolor o Cristo recogiendo las vestiduras después de la flagelación. Correlato de estas estampas son dos esculturas de pequeño formato, una de Cristo crucificado de principios del siglo XVII y otra de Nuestra Señora de la Soledad, de fines del XVIII, procedente la primera del patrimonio de la Real Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de las Angustias y la segunda de la colección permanente del Museo Casa de los Tiros; son ejemplos de imágenes de devoción doméstica en paralelo a la imagen de estampa.

Virgen de la Soledad y el Cristo yacente, del antiguo Convento del Carmen (1788)

Ntra. Sra. de las Necesidades. Iglesia de San Gil (Esperanza) (1809)

Cristo de la Luz de la Iglesia de San Luis (1846)

Jesús de las Tres Caídas (1787)

Jesus Nazareno Cautivo (Rescate)

PASSIO DOMINI

Mención singular en este apartado merece la presencia de la obra impresa Passio Domini litteraliter et moraliter ab Henrico de Firmaria explanata, obra del agustino alemán Heinrich von Freimar e impresa en Oppenheim (Renania) hacia 1515 por el impresor y grabador Jakob Köbel. Procedente de la Biblioteca de la Abadía del Sacromonte se expone públicamente por primera vez como ejemplo de literatura devocional de carácter popular, acompañada de imágenes grabadas que aseguraban su comprensión. Se muestra específicamente la xilografía que representa a la Piedad, atribuida bien al mismo Köbel, bien al grabador Erhard Schön.

Passio Domini (1515). Abadía del Sacromonte

Grabados del libro Passio Domini (1515) que se encuentra en la Abadía del Sacromonte

Finalmente, la sala La Virgen de las Angustias, imagen doméstica ofrece un nutrido elenco de estampas que representan a Nuestra Señora de las Angustias, fechables entre el siglo XVIII y principios del siglo XIX, que muestran la extraordinaria difusión iconográfica de la imagen de la Patrona de Granada. Se insiste en ellas, por lo general en una imagen prototípica que revela con claridad la naturaleza compositiva de la imagen: la Virgen dolorosa en pie con los brazos extendidos y Cristo yacente dispuesto sobre una mesa delante de Ella. De igual manera se detallan aspectos también distintivos como el manto negro con estrellas bordadas, la túnica blanca con adorno de encaje en forma de pico sobre el pecho, la cruz pectoral con un lazo de brillantes en su parte superior también sobre el pecho de la Virgen o los ángeles plañideros que flanquean la media luna a los pies del conjunto. En ocasiones el grabador se esfuerza por representar el camarín (con mayor o menor fidelidad) e incluso el retablo, como marco grandioso en la presentación de la imagen, aunque en versiones más tardías se decantan por marcos arquitectónicos más escuetos y sobrios. De igual modo se destacan las instituciones promotoras de estas estampas, la Real Hermandad y la Esclavitud, con sus correspondientes heráldicas, así como el símbolo prototípico de los Dolores de la Virgen: el corazón atravesado de espadas. En todas ellas se insiste no sólo en la advocación que la imagen representa, sino también en su carácter de Patrona de la ciudad de Granada y en ocasiones incluso las indulgencias concedidas al venerarla, lo que habla bien de la función devocional de estas estampas de consumo doméstico y explica su popularidad. Estas estampas no sólo se imprimían aisladas, sino también insertas en escritos diversos de los que aquí se han seleccionado varias convocatorias de cultos en formato de cartel para su octavario anual, procedentes del archivo de su Hermandad, a lo que se suma una pequeña versión escultórica dieciochesca cedida por el Convento del Santo Ángel Custodio de Granada.

Virgen de las Angustias siglo XVIII. Convento Santo Angel Custodio

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Una imagen poco conocida

de la Virgen de la Paz1

Miguel Roa Guzmán

Jesús Romero Valiente

En sus Notas bibliográficas de Medina Sidonia2 el Doctor Thebussem catalogaba con el número 46 -entre los papeles que contaba en su biblioteca referidos a "Sermones, novenas, estampas y asuntos religiosos"- un grabado que hoy en día se ha convertido en un ejemplar raro y de gran interés: Verdadero retrato de la milagrosa imagen de María Santísima de la Paz, titular del Convento de N. P. S. Agustín de Medina Sidonia y patrona de esta ciudad. Á devoción del P. L. F. Phelipe Rodríguez = Jacobo Vanderheyden, sculp. Pº. Sª. María 1766. - En cuarto. Grabado en cobre, de escaso mérito.

La estampa de la que hablamos ofrecía a sus fieles la única representación existente entonces de la imagen de la Virgen de la Paz estrenada en 17383. Había sido encargada, por fray Felipe Rodríguez, prior del Convento de san Agustín en la década de los ochenta del siglo XVIII, personaje que, como nos ha referido Enrique Hormigo, intervino de manera fundamental para concienciar al obispado de la importancia del culto a la imagen venerada en su cenobio. La obra fue realizada en 1766 en el taller portuense del grabador de origen holandés Jakob Van der Heyden. La abreviatura sculp., que aparce en su leyenda, es deformación del vocablo latino scalptor (grabador). La Virgen se representaba con el niño a sus pies, sobre una peana que suponemos fantasía del dibujante, al igual que el decorativo templete en que se encuentra.

Cuando, debido a la exclaustración de San Agustín, la imagen fue trasladada a la Iglesia Mayor, ya avanzado el siglo XIX, para que recibiera un culto más solemne en su nuevo camarín, el grabado de 1766 fue reeditado con algunas enmiendas en el texto de la leyenda que contenía. En esa nueva estampación, que nosotros reproducimos ahora, convenía dejar constancia del traslado de sede de la imagen. No hemos tenido la oportunidad de contemplar el grabado primitivo, pero, a partir de los datos que sobre el mismo ofrece Thebussem, no resulta difícil deducir que se realizaron cambios en la plancha. Éstos afectaron fundamentalmente a la parte del texto que pasó a escribirse con caligrafía inglesa (final de la primera línea y toda la línea segunda) en perjuicio de la letra redondilla originaria. Thebussem califica la forma del texto resultante de "estrafalaria". Efectivamente resulta muy chocante la secuencia "en Medina Sidonia/ Ciudad".

Para el asidonense de hoy quizá el mayor interés del grabado radique en la posibilidad de contemplar la imagen de la Virgen antes de que fuera remodelada en la segunda mitad del siglo XIX con motivo de su ubicación definitiva en el sagrario de la Iglesia Mayor. Aquí podemos verla con rostrillo, sin peluca, luciendo su antigua corona y más sobria, en general, de lo que hoy en día se nos muestra. Las diferencias con la actual imagen que se observan en la posición de sus manos o en el giro de la cabeza del Niño quizá puedan deberse sólo a la impericia del dibujante. No olvidemos que Thebussem decía que la estampa tenía "escaso mérito".

El erudito asidonense, contrario a las reformas que en su tiempo había sufrido la imagen, las comentaba en estos términos4:

Creo que sería casi imposible alterar la indumentaria de la Virgen de las Angustias en Granada, de la Iniesta en Sevilla, de Araceli en Lucena, de la Cabeza en Andújar, ó de Gracia en Carmona. Y, sin embargo, desde el año de 1867 se ha hecho perder su individualidad á la Patrona de Medina suprimiéndole el clásico rostrillo, colocando perendengues en sus orejas y variando las formas del manto y de la corona. No debemos acusar de esta cándida profanación á las pobres mujeres que la idearon, pues la culpa de tal sandez debe recaer en el cura, señor Pelufo, que la consintió y autorizó.

Contra semejantes alteraciones creemos que ésta es la primera protesta que se hace, pues para la generalidad tales cambios han pasado inadvertidos, ó los ha visto con la indiferencia que algunos achacan a los medineses.

Ciertamente, la queja de Thebussem ante la desidia de sus convecinos sobre este particular puede ser comprendida si leemos con detenimiento sus propias palabras cuando comenta cómo en su tiempo la devoción a la Patrona sufría cierto relajo:

Aun cuando se dedica solemne fiesta y novena á dicha Patrona, y al salir en procesión ha de ser llevada por miembros del Ayuntamiento, lo cierto es que no arden de continuo lámparas ante la Virgen, ni ésta tiene un solo exvoto en su altar, ni más estampa que la antes reseñada, y aun ésa falta en el mayor número de las casas de la ciudad. Mayor devoción tributa el público á la efigie del Jesús Nazareno de Santiago, ó al Cristo de las Penas de la ermita de Santa Ana que á su propia patrona.

Notas:

(1) Queremos agradecer a don Manuel Moreno Pantoja, su propietario, que nos haya permitido la reproducción fotográfica de la estampa a la que se refiere el presente trabajo.

(2) Doctor Thebussem (M. Pardo de Figueroa), Notas bibliográficas de Medina Sidonia, artículos varios y jeroglíficos, Madrid, Editor M. Brown, 1909, pp. 24-6.

(3) Véase lo que dice don Enrique Hormigo al respecto en el artículo precedente.

(4) A esta remodelación se refirió también en otros escritos. Véase nota 27 del artículo precedente.

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Fausto Martínez de la Torre, José Asensio. Plano de la villa y corte de Madrid: en sesenta y quatro láminas que demuestran otros tantos barrios en que esta dividida, Madrid, José Doblado, 1800.

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Libro de figuras que demuestran todas las posiciones del manejo del arma : del exercicio establecido por S.M. en su Infanteria y dragones / Manuel Rodríguez [grabador]

Autor:Rodríguez, Manuel Mariano, 1729-1802

Publicación: Se hallará en [Madrid] : en la Librería de Escribano, frente de las gradas de San Phe. y en la de Soto, subida de San Martín, 1762

Las h. de lám. son grabados calcográficos sobre el manejo del arma

http://bibliotecavirtualdefensa.es/BVMDefensa/i18n/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=141389