• Estampas milagrosas y el Beato Miguel de los Santos

En el libro de la VIDA DEL BEATO MIGUEL DE LOS SANTOS, RELIGIOSO PROFESO, Y SACERDOTE del Orden de Descalzos de la Santísima Trinidad Redémpcion de Cautivos, natural de la Ciudad de Vich en el Principado de Cathaluña. REDUCIDA A COMPENDIO POR EL P. Fr. ANTONIO DÉ SAN Geronymo, alumno del mismo Orden, y natural de la Ciudad misma, actual Secretario de Provincia..., Barcelona: En la Imprenta de Bernardo Pla , [entre 1770 y 1801] en la página 160: "Quando tenia celda, todo su adorno consistía en una cruz de madera basta, una estampa de papel sin iluminación alguna, una pileta de agua bendita, una calavera, un banquillo de pino, ó una mesilla de lo mismo muy pequeña, y baxa para tener dos o tres libros de devoción y los mas precisos para cumplir los ministerios de confesar, y predicar."

En las páginas 256-257: "En la Ciudad de Vich, patria de nuestro Beato Miguel, Juan Riera, de oficio Boticario, recibió prodigiosamente un insigne beneficio de su Santo compatricio, Y fué el caso que haviendose levantado en aquella Ciudad un motin considerable, y saliendo el dicho Juan con otra mucha gente para apaciguarle, y dar favor á los Conselleres le dispararon en la mexilla drecha un balazo, que le quebró la mandíbula, y le llevaron á su casa casi muerto. Era tanta la sangre que le salía de la herida, que para restriñirla no bastaban los mas eficaces remedios. En vista de esto le daban todos por difunto, y aun corrió́ por la Ciudad la voz de que ya lo era. Al cabo de diez horas se le apareció́ nuestro Beato Miguel de los Santos de quien era muy devoto; con cuia aparición se acordó́ Juan de implorar su aiuda, y favor. Hizolo immediatamente asi, encomendandose á el muy de corazón; y pidiendo por escrito (porque no podía de palabra) una estampa del Beato Padre que solía traher consigo, aplicóla á la herida, y luego al punto cesó el manar sangre, de tal conformidad, que ni una gota le volvió á salir; y sin embargo de haver derramado tanta, nada se le conoció en la fuerza, y aliento, con que prosiguiendo la mejoría, en breve estubo sano, y tan fuerte, que vivió después treinta años."

Y en las págs. 257-258: "La mujer del mismo Juan Riera, llamada Escolástica, parió un niño con todas las señales de difunto, porque todo él estaba de color de plomo, y no se le percibía movimiento ni respiración alguna. Después de pacticadas varias diligencias se confirmaron en el asenso de que era muerto el niño. Mas su Padre, á quien la experiencia le havia enseñado quanto puede la intercesión de nuestro Beato Miguel, acudió á el con fé, y devoción, pidiéndole la vida de aquel niño, y aplicándole al mismo tiempo la estampa á la boca. ¡Cosa maravillosa! al instante abrió los ojos el niño, y comenzó á llorar en voz esforzada, con admiración grande de los circunstantes (que eran muchos), y crióse con robustez en la puericia, llegando con prosperidad hasta la adolescencia."

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