• Bartolomé Sureda y Miserol (1769-1851). Necrología. 1851, y otras noticias.

Creada el 4 noviembre 2014

Diario Constitucional de Mallorca, viernes 14 de marzo de 1851, págs. 3 y 4.

Palma

15 DE MARZO

NECROLOGIA

En la noche del 10 del corriente marzo falleció á los 82 años de edad nuestro compatriota D. BARTOLOMÉ SUREDA y MISEROL, director jubilado de las reales fábricas de loza y cristales de S. M. Si el mérito de los hombres se mide, como la razón prescribe, por su honradez, por la bondad de su corazón, por su moralidad, por la estension, dificultad y utilidad de sus conocimientos, por su laboriosidad, por la suma de trabajos útiles prestados á la sociedad, por la dulzura de su carácter, por la amabilidad de su trato; pertenece sin duda al venerable anciano, cuya muerte deploramos, uno de los primeros puestos entre los distinguidos hijos de esta isla. No era por cierto Sureda de aquellos hombres que desaparecen bajo algunas espuertas de tierra. Criatura privilegiada nacida en humilde cuna sobre esta pobre roca, su talento, su aplicación y su bondad le llevaron en su juventud á la corte, en donde dedicándose á la delineacion y á la mecánica, muy pronto le valieron sus adelantos el entrar en el gabinete de máquinas que dirigía el célebre Betancourt. De aquí fué sacado por el gobierno para ir á las capitales de Francia é Inglaterra, centros de la moderna ilustración, á estudiar las ciencias físicas y algunas de sus aplicaciones á la industria, principalmente la fabricación de la porcelana. La corrupción que se anida en esas capitales á la par de las ciencias, y que parece por fatalidad del género humano acompañar á la moderna civilización, no contaminaron aquella alma pura que se entregó con todas sus fuerzas al cumplimiento de su misión. Y la química general con muchas de sus principales aplicaciones á las artes, y la física principalmente también en sus partes de aplicación, y la mecánica y el dibujo lineal fueron con ardor estudiadas y perfectamente comprendidas por Sureda. Era entonces que el ilustre Watt educaba al vapor en sus talleres de Soho cerca de Birmingham, echando los cimientos del futuro colosal poder de la Gran Bretaña, y nuestro compatriota observaba con solícita atención los progresos del discípulo y ausiliaba en sus lecciones al maestro.

Regresado á España los estudios de Sureda dieron op[t]imos y abundantes frutos. Lo fueron la prosperidad de la fábrica de porcelana del Buen Retiro, de que fué nombrado director, y cuyos productos al encargarse de ella mejoraron considerablemente en calidad y baratura, gracias á la modificación de los procedimientos que introdujo guiado por la antorcha de la ciencia. Lo fueron los paños de Guadalajara, cuya fábrica refundió por comisión de S. M., imaginando las máquinas de hilar y demás, diseñándolas y dirigiendo su construcción que tuvo lugar en España, y arreglando por fin por sí solo la marcha de tan importante establecimiento. Lo fueron los buenos, variados y abundantísimos productos de las fábricas de loza de la Moncloa y de cristales de toda especie de la Granja, de que fué también á un mismo tiempo primer director. Y lo fueron en fin muchas otras aplicaciones menos importantes que llevó á efecto de sus conocimientos en las artes químicas y mecánicas, ya por cuenta del patrimonio de S. M., ya por cuenta de la nación, ya de algunos amigos, para quienes era estraordinariamente benévolo. En la fabricación de loza y cristales, Sureda consiguió un grande triunfo, venció la concurrencia estrangera en la capital de España, y correspondió á la confianza que el augusto padre de nuestra Reina habia en él depo[si]tado, quien al nombrarle primer director de sus reales fábricas previno en la orden que ninguna oficina de Palacio interviniera en la administración que queria por si solo vigilar. Tal era la confianza que le inspiraban la honradez y capacidad del nuevo director.

Si las pruebas que llevamos dadas no probasen todavía bastante los sobresalientes méritos de Sureda en su carrera, las atestiguarian un ingenioso mecanismo de modificación de movimiento inventado por él y que llevando su nombre le trasmitirá á la posteridad: lo atestiguarian las colocaciones ventajosas que encontró en Paris, semillero de tales especialidades, en los talleres de diseño de construcción de máquinas y en otras fábricas, cuando invadida por los aguerridos ejércitos del dominador de Europa nuestra patria, paralizaron la industria y destruyeron, los que nos llamaban bárbaros, la fábrica del Buen Retiro que dirigia entonces Sureda, obligándole á buscar su subsistencia en el estrangero: lo atestiguaria su nombramiento de catedrático de delineación de regla y compás en el conservatorio de artes de Madrid, y lo atestiguarla en fin el aprecio que merecía á los sabios en su ramo y de su tiempo de España, Francia é Inglaterra, cuya amistad cultivaba. Lanz, Betancourt, Prust, Gutiérrez, Brogniart consideraron en mucho á nuestro compatriota. El que estas líneas escribe ha oído de boca de algunos de tan distinguidos varones elogios muy lisongeros para el finado. Era Sureda de aquellos industriales científicos, por desgracia escasos en España, que en Inglaterra, en Francia y en los Estados-Unidos constituyen el elemento principal de la riqueza y poder de esas naciones.

Distinguióse muy particularmente por su afición al trabajo. La diversión casi única en todas las épocas de su vida, si diversión puede llamarse, cuya afición no le abandonó ni en sus últimos momentos, fué el cultivo de las bellas artes. Era en él una pasión. Ya cuando joven, cuando estaba ardorosamente ocupado en los estudios que debian constituir su carrera dedicaba á tan bello entretenimiento los cortos momentos de ocio y solaz que sus deberes le permitían; y después de una semana de asiduo y serio trabajo tomaba el domingo su paleta y sus pinceles para reposar de sus fatigas. Conocedor de la óptica y de las reglas de la perspectiva, sagaz y profundo observador de la naturaleza, sus paisages al óleo, ramo á que mas particularmente se dedicó, llevan impreso un sello de verdad, que han levantado á su autor á una altura que pocos profesores y poquísimos aficionados alcanzan. Tampoco le era la anatomía desconocida: algunos felices ensayos de escultura que hizo hasta en los últimos años de su vida lo demuestran con evidencia; y su habilidad en la arquitectura y el adorno era bastante para constituirle un artista de mérito. Era en fin, como Miguel Ángel: tenia el genio de las bellas artes. Su juicio claro, su estudio de muchas obras maestras del arte, que en Madrid, en el Louvre, en el Luxemburgo y en los museos de otras capitales habia tenido ocasión de estudiar; sus relaciones y trato con célebres maestros contemporáneos habían hecho de Sureda un profundo conocedor, cuyos consejos no solo no se desdeñaban escuchar, sino que solicitaban nuestros mas distinguidos artistas.

Retirado de los negocios en su pais natal desde algunos años por su edad avanzada y sus achaques, ocupó sin interrupción los dias de su larga ancianidad en obras de pintura, de escultura, en dibujos de adorno, y en ensayos y operaciones químicas y de artes.

Las bellas artes, como la poesía, se alimentan de entusiasmo, y es el entusiasmo la chispa eléctrica de la juventud. Solo en Sureda se conservó su fuego, como el fuego del templo de Vesta. Su mano tiembla ya, su vista se ofusca, sus sentidos todos se entorpecen, y todavía nuestro octogenario anciano molestado por los achaques que muy pronto debían precipitarle en la tumba, se ocupa cuatro dias antes de su muerte en pintar un paisage á la aguada, después de muchos que en los meses anteriores llevaba pintados. En estas obras se reconoce la decrepitud del artista, pero se descubre la mano del maestro.

Si los años no amortiguaron su entusiasmo por las bellas artes y las ciencias, debilitaron menos su razón, su amor á la patria, su benevolencia para con sus amigos y todos sus semejantes, la dulzura de su carácter y la amabilidad de su trato. Díganlo sino sus numerosos amigos, díganlo todas las personas que han intentado en todas ocasiones ayudarse de sus conocimientos, díganlo en fin los jóvenes artistas de nuestra isla, á quienes quería como á sus propios hijos y quienes escuchaban con religiosa atención sus preceptos. Largo tiempo resonará en sus oídos el simpático acento de su voz, que se insinuaba en los corazones, porque eran verdades sus palabras y sencillo su tono; que el tono magistral lo rechazaban su sencillez y modestia.

¡Que esta vida sin mancilla de ochenta años de ejemplar virtud y asiduo trabajo válgale del Supremo Hacedor la bienaventuranza eterna!

Apuntes sobre el ilustrado Bartolomé Sureda

fabian | 15 Octubre, 2007 17:50 Enlace

Para tratar la figura de Bartolomé Sureda y Miserol (1769 - ) se puede acudir a los cuadros de Goya, puesto que retrató a él y a su mujer, Teresa Luisa, entre 1804 y 1806.

También habría otros itinerarios, como por ejemplo, hablar de cerámicas ya que él dirigió la Fábrica de cerámica del Buen Retiro de Madrid entre 1803 y 1808, fábrica que fue incendiada en ese año en la guerra contra el francés. También, llegada la paz, su estancia entre 1821 y 1829 en la Real Fábrica de La Moncloa.

Goya: Retrato de Bartolomé Sureda

Quizás por lo dicho en los dos párrafos anteriores, puede pensarse que Bartolomé Sureda fue un artista y seguro que se acierta al menos en gran parte. Fue pintor, ceramista que introdujo en España la cerámica llamada "dura", la cerámica de Sevres, cuyo secreto consiguió junto con Brogniart, y que utilizaría para la cerámica del Buen Retiro y de la Moncloa.

Y aquí aparece una nueva faceta de este personaje: la de espía industrial. Y posiblemente haya sido por esta faceta por donde yo le he descubierto, pero relacionado con otro tipo de arte

Nació en Palma en 1769 en una familia humilde. Oponiéndose a la perspectiva que le deparaba esta ciudad se traslada a Madrid donde, protegido por D. Tomás Verí, entró como delineante en el gabinete de máquinas de Betancourt. Posiblemente sea en esta situación cuando me aparece su nombre en una expedición científica a Cuba, se trata de la Expedición Baltasar Manuel Boldo en la que aparecen Agustín de Betancourt para el trazado de caminos y del canal de Guantánamo y Bartolomé Sureda como encargado de la copia de planos. Sin embargo ninguno de los dos llegaría a ir en esta expedición que partiría desde La Coruña en diciembre de 1796. Agustín de Betancourt partió seis meses después en un navío que fue apresado por una fragata inglesa.

La primera vez que he visto su nombre ha estado relacionado con la litografía.

Los grabados en madera o xilografías, al igual que los grabados en metal o calcografías, durante tres siglos constituyeron, con sus diferentes modos de elaboración de las planchas, las sucesivas formas de representación gráficas. Las dificultades técnicas, de aprendizaje lento y rara pericia requerida, que entraña el arte del grabado han hecho que tanto en el Renacimiento como en el Barroco la estampación estuviese en manos de especialistas que dominaban el oficio. [...]

En 1796, cuando finalizaba el siglo XVIII, el inventor alemán Alois Senefelder, nacido en Praga en 1771 y muerto en Munich en 1834, descubrió un nuevo sistema de impresión química que utilizó comercialmente por su capacidad de aplicación, substituyendo a las anteriores técnicas de imprenta y grabado. En 1818 Senefelder publicó un Manual en el que explicaba cómo, debido al principio del mutuo y natural rechazo e incompatibilidad que tienen para mezclar el agua y la grasa, aquel que dibujase sobre una piedra caliza pulida con una tinta grasa puede reproducir en numerosas tiradas sobre el papel la imagen diseñada. Las ventajas de la litografía resultaban muy grandes respecto a las técnicas anteriores del grabado. [...]

En España la litografía fue muy pronto conocida. Las figuras pioneras de Carlos Gimbernat y Bartolomé Sureda son paradigmáticas del primer uso de la litografía. Carlos Gimbernat, vicedirector del Real Gabinete de Historia Natural, aprovechó su estancia en Munich, en 1806, para conocer el invento que le interesaba como medio de reproducción científica. [...] Para el mallorquín Bartolomé Sureda, que también se encontraba en Munich por los mismos años, el aprendizaje tenía mayor amplitud de miras artísticas. [...]

Antonio Bonet Correa: Origen de la litografía en España (págs. 75 y 76)

Litografía de Bartolomé Sureda, recogida en Miró Llull: gravat Mallorca

Gabriel Llabrés, en el Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana, nº 10, de 25 de mayo de 1885, págs 5 a 9, dice que, además del arte, aunaba condiciones de empresario y de científico pues en Mallorca introdujo la lanzadera volante en los talleres del Hospicio, las primeras máquinas de aserrar chapas, impulsando con ello la industria de marquetería y taracea y nombra a Alejandro Sureda, hijo de Bartolomé, como su continuador en las labores artísticas.

El hecho está en que en 1817 dirige la Fábrica de Paños de Guadalajara y, ya en 1824, al tiempo que era Director de la Real Fábrica de Cerámica de la Moncloa, es designado para el puesto de encargado del Taller de Hilaturas del Conservatorio de Artes y, posteriormente en Delineación, donde estuvo hasta 1834.

Bueno, pues Bartolomé Sureda y Miserol, de quien desconozco la fecha y lugar de su muerte, fue también un ilustrado mallorquín, artista principalmente. Uno de tantos desconocidos para los isleños

Otros enlaces: Laura Jurado: Un maestro mallorquín para los caprichos pictóricos de Goya Miró Llull: gravat Mallorca Real Conservatorio de las Artes (en pdf)

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sábado, 22 de octubre de 2011 y 26/10/2014 Balearides digital Enlace

Bartolomé Sureda, un maestro mallorquín para los caprichos pictóricos de Goya

Laura Jurado Actualizado martes 21/04/2009 09:48 horas

elmundo.es Baleares Enlace

Bartomeu Sureda

1769-1851

"Dibújame un cordero", le pedía incansablemente el Principito al Aviador. "Dibújame un retrato", debió de rogar también Bartolomé Sureda a Francisco de Goya. Sin caja, ni hierba, ni agujeros para respirar. Pero sí como a un hombre juvenil e inteligente. Era la culminación de una relación en la que habían intercambiado los papeles de aprendiz y maestro. Sureda había enseñado a Goya la técnica clave de sus grabados: el aguatinta.

Después de Leonardo Da Vinci, pocos personajes han sabido encarnar la mentalidad de su época. Entre ellos –aunque quizá a menor escala– cabe recordar al mallorquín Bartolomé Sureda. «Personalizaba la modernidad y la aplicación práctica de las artes como correspondía a la mentalidad ilustrada», asegura la profesora de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid y directora de la Fundación Lázaro Galdiano, Jesusa Vega.

Nació en Palma en una familia de carpinteros y estudió Dibujo y Grabado ya desde muy joven en la Escuela de las Nobles Artes creada por la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País. Su talento y su actitud llamaron rápidamente la atención de dos personajes que serían fundamentales en su trayectoria: Tomás de Verí –corresponsal de los Amigos del País en Madrid– y el ingeniero canario Agustín de Betancourt.

«Verí le facilitó formación y Betancourt lo eligió como ayudante porque su objetivo principal era conocer los avances técnicos y científicos de Inglaterra y Francia y traerlos a España. Necesitaba un buen técnico que dibujara los modelos de las máquinas y que aprendiera sus procedimientos», explica Vega. Desde la dirección de la Real Fábrica de Cristales de La Granja introdujo una máquina de pulir lunas para espejos; en la de porcelana del Buen Retiro consiguió convertir la vieja fábrica en una empresa rentable.

Sus estancias en Inglaterra eran frecuentes, pero una de ellas –en los últimos años del siglo XVIII– tuvo una mayor trascendencia. La historia del grabado vivía una revolución en el país: los británicos convertían la estampa en adorno, en un elemento fundamental dentro del mobiliario doméstico. Un aumento en su demanda que promovió la renovación. Paul Sandby comenzaba a grabar al aguatinta. «Ofrecía una calidad plástica muy parecida a la de la acuarela pero con menos dificultades».

Mientras, en España Goya preparaba una nueva serie, Sueños: una colección de 72 estampas en la que usaría principalmente el aguafuerte. Pero entonces Sureda se cruzó en su camino. Ambos estudiaban en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y frecuentaban los mismos círculos, «aunque no sabemos a ciencia cierta cómo se conocieron», afirma la profesora. Un documento conservado con el testimonio del hijo de Bartolomé, Alejandro Sureda, afirma que fue el mallorquín quien enseñó a Goya el aguatinta.

Más que el introductor de la nueva técnica en España, Sureda –que seguramente la aprendió del editor Ackerman– fue el instructor de su procedimiento. Entre sus alumnos estuvo el pintor aragonés. «Existe el testimonio pero cuando se estudian las obras y la evolución de ambos es fácil darle credibilidad», asegura Vega. Su papel fue más allá de la simple influencia para poder considerarse una auténtica enseñanza y la serie de Sueños se transformó finalmente en Los Caprichos.

«Cuando uno ve Los Caprichos puede comprobar cómo la combinación del aguafuerte y el aguatinta los dota de una riqueza tonal tal que casi podemos hablar de valores cromáticos pese a que no exista el color», describe Vega.

Por si los testimonios fueran pocos, el arte aporta uno nuevo: los retratos de Sureda y su esposa realizados por el aragonés, no se sabe si en agradecimiento a las enseñanzas o solicitados por el mallorquín. «Su arte hubiera sido diferente sin Sureda. Goya es el mejor grabador de la historia en la combinación del aguafuerte y el aguatinta. Y en ese magisterio necesariamente tenemos que reservar un lugar para el mallorquín».

Baleópolis nº11 21-04-2009

Fuentes

VEGA, Jesusa. Origen de la litografía en España. El Real Establecimiento Litográfico: Museo Casa de la Moneda

VV.AA. Bartolomé Sureda: 1769-1851, arte e industria en la ilustración tardía

BETANCOURT, Agustín. Bartolomé Sureda

http://betancourt.fundacionorotava.es/sections/collaborators/list1_sureda_html

SOLANA, Guillermo. Bartolomé Sureda, ilustrado y romántico

http://www.elcultural.es/version_papel/ARTE/2802/Bartolome_Sureda

Porcelana del Buen Retiro

http://cvc.cervantes.es/actcult/patrimonio/ceramica/buen_retiro/caracteristicas_generales.htm

Un ilustrado destacado: Bartolomé Sureda

20.07.2014 | 06:30 Diario de Mallorca Enlace

Bartomeu Bestard

Durante el periodo de la Ilustración, una élite de hombres y mujeres, con sus ideales, conocimientos y tesón intentaron elevar a España a los niveles que ya habían alcanzado los estados europeos más destacados. Entre ese grupo de ilustrados, hubo algunos mallorquines. Bartolomé Sureda fue uno de ellos. A pesar de su importancia e influencia en diferentes campos de la intelectualidad sigue siendo un perfecto desconocido para la mayoría de mallorquines.

Bartolomé Sureda Miserol nació en Palma en 1769 en el seno de una familia de carpinteros. Seguramente era pariente de Honorat Miserol, un pintor mallorquín documentado en Roma durante la primera mitad del siglo XVIII. Desde luego, inclinación para las artes tenía, y desde niño pudo demostrar su destreza para el dibujo. A los 16 años, en 1785, Sureda se matriculó por primera vez en la Escuela de Dibujo, instaurada tan solo siete años antes en Palma por la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País. Esta institución tenía entre sus objetivos difundir las luces de las Ilustración. Por tanto, Sureda pertenece a la primera generación de alumnos formados por la Sociedad Económica.

En aquella época, la Escuela de Dibujo se hallaba a cargo del pintor Juan Muntaner y Cladera (1742-1802), homónimo de la conocida familia de grabadores y pintores, presidente del gremio de escultores y pintores, y cuya iniciativa desembocó en la fundación de la Escuela de Dibujo.

Sureda, que asistía gratuitamente a las clases nocturnas, ya en el primer año ganó dos premios que la Sociedad Económica ofrecía "a los discípulos más hábiles en la clase de los artistas". Las clases impartidas por Muntaner permitieron que el joven Sureda se percatase enseguida de la importancia del grabado que, como dice la historiadora del arte Catalina Cantarellas, fue una de las claves de la educación ilustrada.

Además, no hay que perder de vista que durante sus años de formación, en Mallorca se realizaron varios proyectos en los que participaron los grabadores Muntaner y que, sin duda, impulsaron el interés por esta técnica artística. Entre estas iniciativas destacó el gran mapa de Mallorca, patrocinado por el cardenal Antonio Despuig y grabado por José Muntaner Moner, primo de Juan. En 1792, la Academia de Dibujo tuvo que ser clausurada temporalmente, por lo que Sureda, al igual que otros alumnos, se trasladó a Madrid, matriculándose en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El hecho de irse a estudiar a Madrid no era insólito, y seguramente fueron antiguos alumnos mallorquines de la Academia de San Fernando que animaron a los jóvenes a marchar –mallorquines de la talla de Cristóbal Vilella o el propio Juan Muntaner habían estudiado allí–. En Madrid, Bartolomé Sureda enseguida llamó la atención del ingeniero Agustín de Betancourt, el cual le incorporó a su equipo de trabajo. Betancourt, protegido del conde de Floridablanca, fue pensionado durante tres años a Inglaterra, llevándose consigo a Sureda. A cambio, este tuvo los gastos de manutención pagados, recibió la mejor formación, al mismo tiempo que le estuvo asegurado el mantenimiento de sus padres en Palma. A partir de ese momento y hasta su jubilación, el mallorquín no encontró descanso, en el sentido que tuvo un estilo de vida bastante nómada, yendo siempre de un sitio a otro. Durante tres años el joven mallorquín acompañó por todo el Reino Unido a Betancourt, tomando notas de todo lo que veía, sobre todo en cuestiones relacionadas con los avances industriales y de ingeniería. Al mismo tiempo estudió los procesos para la fabricación de la loza a la inglesa y también asistió a clases de dibujo y grabado. Se interesó especialmente por la nuevas técnicas de grabado sobre cobre o aguafuertes. Como consecuencia de la paz de San Ildefonso entre Francia y España, Betancourt y Sureda fueron expulsados de Gran Bretaña, por lo que se trasladaron a París. Allí residieron unos meses trabajando junto al relojero Abraham-Louis Bréguet, en el proyecto del telégrafo óptico. Fue en la capital francesa cuando Sureda conoció a la que sería su esposa, Marie-Louise-Josephine Chappron de Saint Amard.

A principios de 1797, Betancourt y él regresan a Madrid. Allí, en la Real Academia de San Fernando enseñó sus nuevos grabados realizados mediante las nuevas técnicas aprendidas en Inglaterra, las cuales no se conocían en España. Goya, tras estar con Sureda aprendiendo la nueva técnica, realizó su conocida serie de los Caprichos. Unos años después el gran retratista aragonés pintó al mallorquín y a su esposa. Los dos magníficos retratos se conservan en la National Gallery of Art de Washington.

En 1799, Betancourt había obtenido la Real Fábrica de Algodones de Ávila, con la intención de modernizarla, mecanizando el proceso de manufacturación de la lana. En 1800, este envió a Sureda a Francia y Gran Bretaña para que estudiase las últimas novedades mecánicas textiles. Desde allí, el mallorquín le envió planos con todo lujo de detalles sobre la estructura y funcionamiento de la nueva maquinaria.

En 1802, mientras pasaba información desde Francia, recibió la propuesta industrial de Nicolás Siquier, un hacendado de Inca –vinculado a la Sociedad Económica Mallorquina– que tenía como proyecto una fábrica de cerámica inglesa, propuesta que Sureda rechazó, pues acababa de ser requerido por la Corona para una nueva misión en París. Concretamente había de descubrir el proceso de fabricación de la porcelana dura, que como dice Cantarellas su "secreto se guardaba celosamente en unas pocas manufacturas europeas y que la Real Fábrica del Buen Retiro llevaba años intentando conocer". El historiador del arte Marià Carbonell sugiere que Sureda recibió el apoyo de dos destacados y poderosos mallorquines de la época: Miguel Cayetano Soler, ministro de Hacienda desde 1798; y Cristóbal Cladera, el cual fue ministro con José Bonaparte. Sea como fuere, en 1803 Bartolomé Sureda fue nombrado director de las Reales Fábricas de Porcelana y Loza del Buen Retiro. Fue entonces cuando se impuso un nuevo estilo, en que la influencia italiana tuvo que dejar paso a la francesa.

Tras el estallido de la Guerra de la Independencia, algunos miembros de la Ilustración tuvieron que exiliarse. Sureda se marchó a París para trasladarse hasta Rusia y reunirse con Betancourt y su equipo –entre los que había dos mallorquines: José Sureda, primo de Bartolomé, y Rafael Bauçà–, pero fue el propio Napoleón Bonaparte, que conocía bien los méritos del mallorquín y no quería perderlo, que le obligó a quedarse en la capital francesa. Así lo hizo. Según informe del embajador de España en Francia, Sureda "lejos de mezclarse en asuntos políticos, y tener comunicación con los empleados del intruso que se hallaban en París, había vivido retirado, manteniéndose con el efecto de la industria, y ocupándose exactísimamente en perfeccionar sus anteriores conocimientos en la maquinaria...".

Sureda no regresó a España, concretamente a Mallorca, hasta la restauración de la monarquía borbónica, en la persona de Fernando VII, en el verano de 1814.

[Continuará en el próximo artículo]

Un ilustrado destacado: Bartolomé Sureda (II)

03.08.2014 | 06:50 Diario de Mayorca Enlace

Bartomeu Bestard

En el Manzanario de 1815 de la parroquia palmesana de Santa Cruz, encontramos a Bartolomé Sureda compartiendo domicilio con su padre, su hermano Mateo y la familia de éste. Se trataba de una casa sencilla, en la que nuestro protagonista aparecía registrado como "carpintero".

Parece ser que residió en la isla hasta 1817. Durante su estancia participó en algunos proyectos de la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País, como fue, por ejemplo, la mecanización del tejido de lana del hospicio palmesano. Durante el mes abril de 1817 pudo reanudar su labor profesional al ser nombrado director técnico de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara. Parece ser que durante esos años, Sureda enseñó a Francisco de Goya el procedimiento litográfico, pues la primera litografía del artista data de 1819. La dirección de la Real Fábrica de Porcelana de la Moncloa, de las Reales Fábricas de Cristales de San Ildefonso, del Real Conservatorio de Artes, o su asesoramiento en el Real Establecimiento Litográfico, dirigido por José Madrazo, ocuparon los siguientes años de su vida.

En 1829, cuando contaba con sesenta años de edad, Sureda empezó a tener problemas de salud "por serle contrario este clima", el de Madrid. Por ello, durante el mes de noviembre solicitó su jubilación para poder regresar a su Mallorca natal.

Una vez en Mallorca intentó hacer vida de jubilado, "pinta cuando hace mal tiempo y pesca cuando hace bueno: y se ha hecho muy perezoso y solitario", contaba su mujer por carta. Esa actitud debió durar solos unos meses, recuperándose de su salud, pues durante el mes de agosto estaba colaborando en el levantamiento topográfico de la albufera de Alcúdia y el diseño de su canalización. Luego siguió colaborando con otras obras públicas, especialmente en la mejora de caminos, como por ejemplo el de Andratx. En 1835 fue nombrado miembro de la comisión encargada de escoger las obras procedentes de los conventos desamortizados (desamortización de Mendizábal), las cuales deberían formar parte de un futuro museo.

Ahora bien, a medida que se fue haciendo mayor, fue abandonando estos trabajos más profesionales o técnicos, y se decantó, cada vez más, por aquellas artes que conocía y nunca había abandonado: el dibujo y la pintura. Precisamente, en reconocimiento a su carrera artística, en 1837 fue nombrado director de la Academia de Nobles Artes que, recordemos, dependía de la Sociedad Económica. La presencia de Sureda en la Academia supuso un impulso para la aplicación de nuevas técnicas artísticas en la isla, entre ellas el daguerrotipo que acababa de introducir el grabador y pintor Francisco Muntaner. Precisamente con este último colaboró, junto a dos de sus jóvenes discípulos Pedro de Alcántara Peña y Melchor Umbert, en la elaboración de los daguerrotipos utilizados para ilustrar la conocida obra Panorama óptico-histórico-artístico de las Islas Baleares, de Antonio Furió.

La tarea al frente de la Academia era enorme. Situada su sede en una parte del exconvento de San Francisco, recién desamortizado, contaba únicamente con dos profesores, los primos Juan Torres Trobat, pintor, y Miguel Torres Sancho, escultor. Años más tarde, entre 1843 y 1850, la Academia pasó a depender del Instituto Balear –el cual, a su vez dependía de la Diputación Provincial–. Finalmente, en 1850 fue creada la Academia Provincial de Bellas Artes, de la que Sureda fue nombrado académico.

En cuanto a la producción pictórica de Sureda, hoy se encuentra dispersa y la mayoría de ella nos es ajena. De todas formas sabemos que fue de gran calidad artística. Por ejemplo, en 1920, el marqués de Ariany publicó en Madrid el valioso estudio Cuadros notables de Mallorca: colección de Don Tomás de Verí. Verí, cuya pinacoteca era de las más ricas de la isla –hace ya tiempo deshecha y muchas de sus obras se encuentran ilocalizables–, contaba con un gran número de cuadros de Sureda. De hecho, en el mencionado estudio se le cita como un pintor de primer nivel, relacionándolo con otros artistas de la talla de Bestard, Mesquida o Femenia –indispensables para entender la historia de la pintura isleña–.

Desde este punto de vista, Sureda tuvo –a parte de las innovaciones técnicas antes mencionadas– una considerable repercusión artística en Palma, especialmente en el campo del género paisajístico. No en balde el pintor Juan O´Neille lo consideraba como el introductor del paisajismo inglés. En este mismo sentido se refiere Catalina Cantarellas al hablar de sus grabados: "Los grabados de Sureda de la época [se refiere a unos publicados en 1798] son un claro testimonio tanto del fruto del aprendizaje cursado en Inglaterra como de la influencia de los dibujos y grabados técnicos ingleses". Por otro lado, la misma autora sugiere añadir la influencia y experiencia industrial del Buen Retiro y de la Moncloa, para entender mejor el paisajismo de Sureda.

Bien fuese por sus pinturas, bien por su posición como director de la Academia de Nobles Artes, Sureda tuvo diversos discípulos, y de diferentes generaciones sobre los que influyó considerablemente. Por ejemplo, con el pintor Agustín Buades Frau (1804-1871) tuvo una estrecha amistad. Buades, el mejor retratista de la burguesía palmesana de su época, impartía clases en su propia casa. Y allí mismo también se reunía con un nutrido círculo de amistades y conocidos entre los que se encontraban José María Quadrado y el propio Sureda. Otros discípulos más jóvenes fueron los pintores Juan Mestre, Melchor Umbert o el polifacético Pedro de Alcántara Peña, los cuales acabarían convirtiéndose en figuras destacadas del mundo cultural palmesano.

Estos discípulos fueron deudores de los conocimientos y obra de Bartolomé Sureda, convirtiéndose de esta forma en el impulsor del género del paisaje en Mallorca, que años más tarde, ya en la década de los sesenta, encontraría su punto más álgido en el pincel del paisajista mallorquín por excelencia: Juan O´Neille.