• Antonio Correa (1923-2008).

Antonio Correa. La pasión por coleccionar

por José Manuel Matilla

Jefe del Departamento de Dibujos y Estampas del Museo Nacional del Prado

El coleccionismo constituye sin duda alguna una de las actividades que más han ayudado a la difusión y la estima del arte gráfico. La mayor parte de las instituciones que hoy en día albergan las grandes colecciones nacionales de estampas y dibujos tienen su origen en la adquisición o en la donación de las obras reunidas por un solo coleccionista alrededor de las cuales se fueron aglutinando nuevas colecciones llegadas por compra o donación. En España, la Biblioteca Nacional formó su colección de estampas a partir de la adquisición en 1867 de la reunida por Valentín Carderera, y el grueso de la colección de dibujos del Museo del Prado, por ejemplo, se debe al legado que Pedro Fernández Durán hizo en 1931. Hasta tal punto es importante esta actividad, que hoy en día es recurrente oír hablar de la importancia de los coleccionistas privados en el desarrollo del mercado del arte contemporáneo así como de lo saludable que es la práctica de las donaciones para las colecciones públicas, ayudando de este modo a cubrir lo que el Estado no siempre puede atender.

La personalidad del coleccionista es tan variada como sus colecciones, pero hay una serie de rasgos que se mantienen en todos ellos. Su amor por los objetos bellos, su interés por la conservación del Patrimonio y su afán por reunir de forma sistemática obras de un mismo tipo. En cualquier caso entre los coleccionistas hay diferencias; los hay que atesoran para sí mismos aquello que reúnen, y los hay que generosamente ponen a disposición de los investigadores y del público en general sus colecciones para que sean por todos disfrutadas.

Entre estos últimos se encuentra Antonio Correa, una de las figuras claves en el coleccionismo de estampas en España. Su colección, adquirida en 1999 por la Calcografía Nacional, constituye el mayor repertorio de grabados españoles formado en la segunda mitad del siglo XX, alcanzando una cifra ligeramente superior a las 15.000 estampas. La cuantía y la calidad de dicha colección son impresionantes, máxime si tenemos en cuenta que ha sido formada desde la modestia de un sencillo coleccionista, muy alejado de los influyentes o aristocráticos coleccionistas del siglo XIX o de los potentados hombres de negocios a los que hoy en día estamos acostumbrados. Sólo con las estampas de su colección se podría contar la historia del grabado español desde sus inicios en el siglo XVI hasta comienzos del siglo XX. En ella se incluyen los más importantes grabadores españoles: Diego de Astor y Pedro Perret en el siglo XVI; José de Ribera, Pedro de Villafranca, y los numerosos grabadores extranjeros al servicio de la ilustración del libro español en el siglo XVII; una magnífica colección de estampas realizadas por los mejores grabadores formados en la Academia de San Fernando en el siglo XVIII y que pusieron su pericia al servicio de la Ilustración, como Manuel Salvador Carmona, Fernando Selma o Joaquín José Fabregat, por sólo citar las figuras más señaladas, entre las que no podía faltar el contrapunto de Francisco de Goya. Del siglo XIX hay una excepcional representación de la variedad del panorama gráfico, mereciendo un lugar destacado las estampas realizadas por los aguafortistas. Menos numeroso, pero también presente es el conjunto de estampas del siglo XX, principalmente centrado en el grabado oficial de los primeros decenios de la centuria. La colección se completa con un extraordinario conjunto de planchas de cobre y tacos de madera –de gran rareza en el mercado– y una biblioteca especializada.

Abordar en profundidad la colección de estampas requiere un espacio del que desgraciadamente no disponemos en estas páginas, por lo que vamos a optar por hacer solamente cinco preguntas, las cinco esenciales que nos permitan saber algo de su personalidad, su colección y el modo en que la formó.

¿Quién es Antonio Correa?

Si tuviésemos que definirlo en pocas palabras diríamos que es sobre todo una persona generosa que ha puesto sus colecciones a disposición de todo aquel estudioso que se lo ha solicitado. Y decimos colecciones porque Antonio Correa es lo que hoy diríamos un coleccionista compulsivo, puesto que ha reunido una gran variedad de objetos, casi todos ellos bajo un denominador común, la falta de aprecio que se les daba en el momento en que los adquirió, y que con el tiempo han venido a demostrar su visión de futuro en lo referente a la conservación del patrimonio cultural. Además de las referidas estampas, láminas de cobre, tacos de madera y libros ilustrados, también ha reunido medallas, prueba de su interés por el grabado en hueco, tan estrechamente relacionado con el grabado en dulce desde el siglo XVIII, y que en la actualidad están en proceso de donación al Museo Nacional del Prado junto a parte de su biblioteca de arte. En su búsqueda también recogió viejos álbumes de fotografías, con pequeños retratos familiares que se ha encargado de ordenar y clasificar por fotógrafos, creando un repertorio de enorme valor para el estudio de la fotografía comercial en la España del siglo XIX y que prevé destinar a la Biblioteca Nacional. De singular valor es su colección de textiles, con numerosos trajes españoles, complementos de vestir como bolsos y pañoletas, y otros objetos decorativos bordados de los siglos XVIII y XIX que han sido recientemente donados al Museo del Traje, y que solo su interés rescató de la perdición entre los montones de las almonedas y los ropavejeros.

Nacido en Manila en 22 de abril de 1923, su padre era el administrador de la Compañía de Tabacos de Filipinas. En 1934 su familia regresó a España, instalándose en Barcelona, si bien el inicio de la Guerra Civil motivó su traslado a Inglaterra entre 1936 y 1938 junto a su hermano Federico que, posteriormente, ha llegado a ser un eminente arquitecto. A su regreso a España continuó su educación en Santander, donde fue discípulo de Gerardo Diego. Tras finalizar su formación, trabajó para distintas compañías internacionales desde finales de los años cuarenta, avalado por su conocimiento del inglés y sus dotes organizativas, destinado en Londres, Nueva York y Madrid, donde reside desde mediados de los años cincuenta.

Paralelamente a su trabajo, Antonio Correa ha desarrollado una actividad intelectual de estudio y documentación, que le ha permitido ser buen conocedor de campos tan variados como sus propias colecciones. Al mismo tiempo, y por su vinculación desde su infancia a Comillas, desde hace años está trabajando en la biografía del Marqués de Comillas, fundador de la Compañía de Tabacos de Filipinas para la que trabajó su padre.

¿Por qué coleccionar?

A primera vista puede parecer que una actividad profesional como la suya, centrada en el mundo de la organización y documentación empresarial, dista mucho del perfil de un coleccionista. Sin embargo, y como él mismo reconoce, la gran cantidad de tiempo libre que le daba su trabajo, le permitió dedicar gran número de horas al coleccionismo y al estudio, poniendo también en práctica la meticulosidad y rigor que demostraba en el quehacer laboral. De tal forma que recorrer los anticuarios, las almonedas y los ropavejeros, al tiempo que leer sobre lo comprado pasaron a formar parte de su vida diaria. Su historia como coleccionista arranca en El Rastro madrileño, donde de forma casual descubrió hace más de cuarenta años, tirados por el suelo, viejas estampas del Quijote. Si bien cuando las adquirió no era todavía conocedor de su naturaleza, verlas a punto de perderse le llevó a interesarse por ellas, consiguiéndolas a un precio entonces muy bajo. El descubrimiento de estas estampas –las ilustraciones de la edición del Quijote impresa por Ibarra para la Real Academia Española en 1780, una de las cumbres del grabado español del Siglo de las Luces–, le abrió un mundo apasionante. Desde entonces su afán por conocer le llevó a buscar libros que le informasen del grabado, a consultar las colecciones de estampas españolas de la Biblioteca Nacional y después de las principales bibliotecas y museos de Londres, París, Ámsterdam y Lisboa, en búsqueda de datos para documentar su colección y elaborar un diccionario de grabadores españoles. Al mismo tiempo comenzó a relacionarse con los escasos investigadores y coleccionistas nacionales que prestaban atención al grabado. A partir de ese momento, comprar, catalogar y estudiar las estampas, se convirtieron en una de sus pasiones.

¿Cuándo formó su colección?

La actividad de Antonio Correa como coleccionista se desarrolló a partir de finales de los años cincuenta. Por entonces eran muy pocos los que coleccionaban estampas en nuestro país. Antonio Rodríguez-Moñino –académico cuya colección ingresó tras la muerte de su viuda María Brey en la Real Academia Española– había comenzado también por esos años a adquirir dibujos y estampas. Ambos compartieron su afición, intercambiando ideas en largas jornadas de conversación, pero la muerte de Rodríguez-Moñino impidió que alguno de los proyectos desarrollados entre ambos se materializase. Por entonces apenas existía un mercado especializado y las más de las veces estaba en manos de desaprensivos vendedores que arrancaban las estampas de los libros para obtener un mayor beneficio. En otras ocasiones eran lotes de grabados que habían tenido una utilidad, sirviendo a un artista como modelo, a un fiel como objeto de devoción, o a cualquier persona para decorar las paredes de su residencia.

Con el tiempo, las compras fueron haciéndose más selectivas, buscando estampas concretas que completasen algún tema de su interés o que estuviesen realizadas por algún artista de mérito. Buena prueba de su generosidad son las compras sistemáticas que realizaba cuando alguno de sus muchos amigos trabajaba en un tema concreto, ayudándole de este modo a elaborar la investigación. Madrid y Barcelona fueron los principales mercados, pero también en sus viajes por el resto de España y el extranjero pudo comprar numerosas obras, muchas de ellas imágenes de devoción local apenas valoradas hasta entonces, que conforman una colección excepcionalmente singular.

¿Cómo está organizada la colección?

En unos años en los que no había bases de datos, ni apenas catálogos de colecciones españolas, Antonio Correa tuvo que organizar su colección de estampas de acuerdo con sus propios criterios, condicionado en gran medida por el tipo de materiales con los que se encontraba. Y así decidió ordenarla de acuerdo con dos criterios generales: el tema y el tamaño. Retratos, estampas religiosas, ilustraciones de libros y series constituyeron los grupos esenciales; subdividiéndose a su vez en apartados que permiten agrupaciones más concretas. Por otra parte, para poder ordenarla y optimizar el espacio, ordenó cada tema en tres tamaños, siguiendo de este modo un criterio utilizado habitualmente en los museos y bibliotecas de todo el mundo.

Al tiempo realizaba con minuciosidad un inventario y un diccionario de grabadores españoles que le permitía localizar y documentar las obras en función de su autoría. La importancia de este trabajo, realizado para sí mismo y para ayudar a cuantas personas se acercaban a su colección, nunca ha sido merecidamente destacada. Parcialmente publicado como un apéndice en el catálogo de la exposición antológica comisariada por su buen amigo Juan Carrete, Estampas. Cinco siglos de imagen impresa (Madrid: Ministerio de Cultura, 1981), el “Repertorio de grabadores españoles” continúa siendo en ocasiones la única fuente de información de muchos de los artistas reseñados. Por otra parte Juan Carrete desempeña un papel fundamental en la colección de Antonio Correa; maestro de una generación de especialistas en grabado, le asesoró en innumerables ocasiones, tanto en las adquisiciones como en la organización y en el estudio de las obras, compartiendo horas de amistad y trabajo.

¿Dónde se puede ver la colección?

Desde su inicio, Antonio Correa puso su colección y su saber a disposición de todos aquellos investigadores que se lo pedían. Con una amabilidad digna de elogio, atendía en su domicilio a los que allí iban buscando estampas para sus investigaciones y exposiciones, prestando cuantas estampas le solicitaban y permitiendo su reproducción y estudio, al igual que hace hoy en día con las colecciones que todavía mantiene. Son numerosos desde los años ochenta los catálogos de grabado en los que sus estampas forman una obligada presencia.

Cada vez más conocida a raíz de estas actividades, en un determinado momento Antonio Correa pensó que lo más aconsejable era poner la colección en manos de una institución en la que personal cualificado garantizase su conservación, estudio y divulgación. Por ello en 1999 ofreció su colección a la Calcografía Nacional, institución bajo la tutela de la Real Academia de Bellas de San Fernando, con la que Antonio Correa ha mantenido y mantiene excelentes relaciones de colaboración y amistad.

La Calcografía Nacional trabaja desde entonces en su conservación y, en la actualidad, afronta el reto de llevar a cabo su catalogo razonado, facilitando su consulta a los investigadores con el mismo espíritu que le diera su creador: permitir el disfrute público de una colección que sintetiza su pasión por coleccionar.

Publicado en Grabado y edición, 10 (septiembre 2007) 6-13.

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