04. LOS POSTREROS DIAS

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Los Postreros Días

Según comenzamos a ver en el capitulo anterior, el periodo mencionado en la Biblia como “

los postreros días” (o los “últimos tiempos” o ultima hora”) es el periodo entre el nacimiento d e Cristo y la destrucción de Jerusalén. La Iglesia primitiva estaba viviendo durante este tiempo, el final de 1a época vieja y el principio de la nueva. Se debe considerar todo este periodo como el tiempo del Primer Advenimiento de Cristo.

Tanto en el Antiguo como Nuevo Testamento, la destrucción profetizada de Jerusalén se consideraba un aspecto de la obra de Cristo, íntimamente asociada con Su obra de redención. Su viola, muerte, resurrección, ascensión, derramamiento del Espíritu, y el juicio sobre Jerusalén son en su totalidad parte

de una sola obra que implicaba la iniciación de Su Reino y la creación de Su nuevo Templó (véase, por ejemplo, como Daniel 9:24-27 relaciona la obra de expiación con la destrucción del Temple.).

Vamos a considerar como la Biblia misma utiliza estas expresiones acerca del fin de la época.

En 1 Timoteo 4:1-3, San Pablo advirtió: Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creo para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. ¿Estaba Pablo hablando de los “ postreros tiempos” que vendrían miles de arios mas tarde? ¿Por qué querría advertir a Timoteo de eventos que ni el, ni sus nietos, bisnietos, ni sus descendientes de cincuenta generaciones mas adelante vivirán? En realidad, San Pablo dice a Timoteo, “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo” (1 Timoteo 4:6). Los miembros: de la congregación de Timoteo necesitaban saber respecto a lo que acontecería en los “postreros tiempos,” debido a que ellos serian afectados personalmente por esos eventos. En particular, necesitaban la seguridad que la apostasía que venia era parte de la secuencia general de eventos que conducían al fin del viejo orden y al total establecimiento del Reino de Cristo. Según podemos ver en pasajes como Colosenses 2:18-23, las “doctrinal de demonios” de las que San Pablo había advertido estaban en boga durante el primer siglo. Los “postreros tiempos” ya estaban sucediendo. Esto es bien claro en el mensaje que más tarde San Pablo dio a Timoteo:

También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de si mismos, avaros, vanaglonosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratas, impíos, sin afecto natural, implacable, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, arreadores de los deleites mas que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Estas siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Y de la manera que

Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también estos resisten la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe (2 Timoteo 3:1-8). La mismas cosas que San Pablo decía que acontecerían en los “ postreros tiempos” acontecían mientras escribía, y solo le estaba advirtiendo a Timoteo acerca de lo que había de esperar a medida que la época llegaban a su apogeo. El anticristo estaba comenzando a hacer de las suyas.

Otros escritores del Nuevo Testamento compartían esta perspectiva de San Pablo.

La carta a los Hebreos comienza diciendo que en estos postreros dais” Dios “nos ha hablado por el Hijo ” (Hebreos 1 :2); el escritor luego precede a mostrar “pero ahora en la consumación de los siglos, se presento una vez para siempre por el sacrificio de si mismo ” (Hebreos 9:26). San Pedro escribía que Cristo “ya destinado desde antes de la fundacion del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creáis en Dios ” (1 Pedro 1:20-21). El testimonio apostolico es inconfundiblemente claro: cuando Cristo vine, los “postreros tiempos” llegaron. El vino para iniciar la nueva era del Reino de Dios. La vieja era estaba menguando, y seria totalmente abolida cuando Dios destruyera el Temple.

Desde Pentecostés hasta el Holocausto

En el día de Pentecostés, cuando se había derramado el Espíritu y la congregación cristiana hablaba otras lenguas, San Pedro declaraba la interpretación bíblica del evento: Más esto es lo dicho por el profeta Joel:

(Hechos 2:16-21).

Ya hemos visto como la “Sangre y fuego y vapor de humo” y las señales en el sol y la luna fueron cumplidas con la destrucción de Jerusalén. Es crucial tener en cuenta en este memento la declaración exacta de San Pedro, que los postreros dais habían llegado. Contrario a algunas exposiciones modernas de este texto, San Pedro no decía que los milagros de Pentecostés eran semejantes a lo que Joel profetizaba, o “ que eran un tipo de “cumplimiento ” de la profecía de Joel; dijo que esto era el cumplimiento: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel .” Los postreros días estaban presentes: el Espíritu había sido derramado, el pueblo de Dios estaba profetizando y hablando en lenguas, y Jerusalén será destruido con fuego. Las profecías antiguas estaban manifestándose, y esta generación no pasaría hasta que “ todo esto” se cumpliera. Por lo tanto, San Pedro instaba a sus oyentes, “ Sea salvos de esta perversa generación” (Hechos 2:40). En este sentido debemos ver el significado escatológico del don de lenguas. San Pablo mostraba, en 1 Corintios 14:21-22, que el don de lenguas era el cumplimiento de la profecía de Isaías contra el rebelde Israel, A causa de que el pueblo del pacto estaba rechazando Su revelación clara, Dios advertía que Sus profetas hablarían a ellos en lenguas extrañas, con el propósito explicito de dar una ultima señal al Israel incrédulo durante los postreros alias antes del juicio:

Y en los postreros días, dice Dios, Derarnare’ de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos sonaran sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos alias Derramare de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifestó; Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo

Aguardando el Fin

oído” (Isaías 28:11-19).Mateo 21:42-44; 1 Pedro 2:6-8). Era la señal del juicio y condenación, la señal de que los apostatas de Jerusalén estaban por “caer de espaldas,” para ser “quebrantados, enlazados y presos.”

Los postreros tiempos de Israel habían llegado: la vieja era estaba por acabar, y Jerusalén seria arrollada por las aguas de una nueva inundación, para preparar la Nueva Creación de Dios. Según dijo San Pablo, el don

de lenguas era “ por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos” ( 1 Corintios 14:22) – una señal a los judíos incrédulos de su próxima destrucción.

La Iglesia primitiva anhelaba la venida de la nueva era. Sabía que, con el fin visible del sistema del Viejo Pacto, la Iglesia se manifestaría como el nuevo Temple, verdadero; y la obra que Cristo vino a efectuar se cumpliría. Esto era un aspecto importante de la redención, y los cristianos de la primera generación anhelaban ver evento en sus propias vidas. Durante este periodo de esperanza y severas pruebas, el Apóstol Pedro les aseguraba que eran “

guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que esta preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5). Estaban en el umbral mismo de un nuevo mundo.

Porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablara a este pueblo. . . .hasta que vayan y caigan de espaldas, y sean quebrantados, enlazados y presos. Por tanto, varones burladores que gobernáis a este pueblo que esta en Jerusalén, oíd la palabra de Jehová. Por cuanto habéis dicho: Pacto tenemos hecho con la muerte, e hicimos convenio con el Seol; cuando pase el turbión del azote, no llegará a nosotros, porque hemos puesto nuestro refugio en la mentira, y en la falsedad nos esconderemos; por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure. Y ajustaré el juicio a cordel, y’ a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y, aguas arrollarán el escondrijo. Y será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será firme; cuando pase el turbión del azote, seréis del pisoteado. Luego que comience a pasar, el os arrebatara; porque de mañana en mañana pasara, de día y de noche; y será ciertamente espanto el entenderlo

Los apóstoles y cristianos de la primera generación sabían que estaban viviendo en los postreros tiempos de la época del Viejo Pacto.

Anhelaban ver su consumación y la plena iniciación de la nueva era. A medida que la era progresaba y las “ señales del fin” aumentaban y se intensificaban, la Iglesia podía ver que el Día del Juicio se aproximaba rápidamente; una crisis amenazaba el futuro cercano, pero Cristo les libraría “ del presente siglo malo” (Galatas 1:4). Las declaraciones de los apóstoles están repletas de esta actitud expectante, el conocimiento cierto que este evento trascendental les apremiaba. La espada de la ira de Dios estaba suspendida sobre Jerusalén, lista a descender en cualquier memento. Pero los cristianos no necesitaban asustarse, porque la ira venidera no se dirigía a ellos, sino a los enemigos del Evangelio. San Pablo animaba a los tesalonicenses a “ esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucito de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera ” (1 Tesalonicenses 1:10).

Repitiendo las palabras de Jesús en Mateo 23-24, San Pablo destaca que el juicio inminente recaería sobre “ los judíos, los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen todos los hombres, impidiéndonos hablar a los gentiles para que Estos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extreme” (1 Tesalonicenses 2:14-16).

Los cristianos estaban advertidos y por lo tanto, preparados, pero el Israel incrédulo fue desprevenido: Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladr6n en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer “encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladron. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día. . . . Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación’ por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 5:1-5, 9).

San Pablo se explayaba sobre esto en su segunda carta a la misma iglesia:Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daris reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron ( 2a Tesalonicenses 1:6-10).

Es evidente que San Pablo no esta hablando de la última venida de Cristo en el fin del mundo, porque la “ tribulación” y la “venganza” que venían estaban dirigidas específicamente a los perseguidores de los cristianos tesalonicenses de la primera generación. El día del juicio no estaba a miles de años por delante, sino muy cerca, tan cerca que podían verlo llegar. La mayor parte de las “señales del fin” ya estaban presentes, y los apóstoles inspirados animaban a la Iglesia a esperar el Fin en cualquier momento. San Pablo insta a los cristianos de Roma a perseverar en un estilo de viola que honra a Dios, “conociendo el tiempo, que es ya hora de levantamos del sueño; porque ahora esta mas cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche esta avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la Luz” (Romanos 13:11-12).

Puesto que la vieja era se había caracterizado por el pecado, la desesperación, y la esclavitud a Satanás, la nueva era se caracterizaría cada vez más por la justicia y el gobierno universal del Reino. Porque el periodo de los “postreros tiempos” también era el tiempo cuando el Reino del cielo fue inaugurado en la tierra, cuando el “Monte Santo” comenzó su crecimiento dinámico y todas la naciones comenzaron a profesar la fe cristiana, como los profetas habían dicho (véase Isaías 2:2-4; Miqueas 4:1-4).

Obviamente, todavía hay bastante impiedad en el mundo en la actualidad, pero el cristianismo ha ido ganando las batallas paulatina y constantemente desde los alias de la Iglesia primitiva y en la medida en que los cristianos continúan haciendo la guerra al enemigo, llegará el tiempo cuando los santos se apoderarán del Reino (Daniel 7:22, 27).

Por eso, San Pablo podía consolar los creyentes asegurándolos que “El Señor esta erca” (Filipenses 4:5). En verdad, el lema de la Iglesia primitiva (1 Corintios 16:22) era ¡Maranata! ¡El Señor viene! Esperando con ansia la destrucción venidera de Jerusalén, el escritor a los hebreos advertía a los tentados a “regresar” al judaísmo que la apostasía solo produciría “una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarias” (Hebreos 10:27).

Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! porque 0s es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtenéis la promesa. Porque aun un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradara a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para preedición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (

Hebreos 10:30-31, 36-39).

Los demás autores neo Testamentarios escribían en términos parecidos. Después que Santiago hubo advertido a los incrédulos rices que oprimían a los cristianos de las pruebas que estaban por venir sobre ellos, acusándolos que habían

“acumulado tesoros para los alias postreros” fraudulentamente (Santiago 5:1- 6), animaba a los cristianos sufrientes:

Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad como el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez esta delante de la puerta (Santiago 5:7-9).

El Apóstol Pedro, también, advertía a la Iglesia que “el fin de todas las cosas se acerca” (1 Pedro 4:7), y les animaba a vivir en la expectación diaria del juicio que vendría en su generación:Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña 0s aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. . . . Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1 Pedro 4: 12-13, 17).

Los cristianos primitivos tenían que soportar la severa persecución a manes del Israel apostata así como la traición de los anticristos quienes estaban en medio de ellos y buscaban llevar a la Iglesia a la adoración judaica. Pero, este periodo de tribulación y sufrimiento ardiente estaba produciendo en los cristianos su

propia bendición y santificación (Romanos 8:28-39), mientras que la ira de Dios contra los perseguidores estaba creciendo.

Finalmente, llego el Fin, y la ira de Dios se desato. Los que habían atribulado la Iglesia fueron arrojados en la Tribulación más grande de todos los tiempos. El mayor enemigo de la Iglesia fue destruido, y nunca más amenazaría su inevitable Victoria.