Articulo 26 - EL SEPELIO DE LOS CREYENTES.

Artículo 26 EL SEPELIO DE LOS CREYENTES.

SOBRE EL DESTINO DE LOS DIFUNTOS. EL PURGATORIO.

SOBRE LA APARICIÓN DE LOS ESPÍRITUS

El sepelio o entierro.

La Sagrada Escritura ordena que sean sepultados de manera decente y sin supersticiones los cuerpos de los creyentes, pues son templo del Espíritu Santo y porque, con razón, creemos en su resurrección en el día postrero. Igualmente nos ordena que honremos la memoria de los creyentes que duermen en el Señor y que demostremos a sus deudos, sean viudas o huérfanos, todos los servicios propios del amor cristiano fraternal. Aparte de esto, ninguna otra cosa, según nuestra doctrina, hay que hacer por los difuntos. Muy duramente desaprobamos el proceder de las personas cínicas que no se preocupan del cuerpo de los muertos o los echan con gran indiferencia y desprecio en cualquier hoyo o que, también, jamás tienen una palabra de aprecio para los difuntos, ni se cuidan lo más mínimo de sus familiares y deudos.

Preocupación exagerada por los difuntos.

Por otro lado, no aprobamos tampoco la actitud de la gente que en forma exagerada y equivocada se preocupan de sus muertos y como paganos lamentan su partida (no reprochamos que exista un sentimiento mesurado de dolor, como indica el apóstol en 1Tes. 4:13 e incluso consideraríamos inhumano la falta de dicho sentimiento), o sea, ofrecen sacrificios por los difuntos, abonan determinadas oraciones, que más bien son murmullos rutinarios; y lo hacen con el fin de liberar a sus familiares de los tormentos a los que la muerte les conduce, pensando que mediante dichas oraciones los difuntos son verdaderamente liberados.

Estado del alma después de la muerte.

Nosotros creemos que los creyentes, van directamente a Cristo y, por consiguiente, no necesitan ni del apoyo ni de la intercesión de los que viven ni precisan tampoco de ninguno de sus servicios. Y también creemos que los incrédulos se hunden directamente en el infierno, de donde a tales impíos no hay manera de que se les facilite la salida mediante los servicios que presten los que viven.

El purgatorio.

Lo que cierta gente informa sobre el, purgatorio contradice al artículo del Credo, que dice: «Creo en el perdón de los pecados y en la vida eterna» y una limpieza total por Cristo, e igualmente contradice a las siguientes palabras de Cristo: «De cierto, de cierto as digo: El que oye mi palabra y cree en Aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de muerte a vida» (Jn 5:24). Y también: «El que está limpio solamente necesita que sus pies sean lavados, porque está verdaderamente limpio. Y vosotros estáis limpios...» (Jn 13:10).

Apariciones de los espíritus.

En cuanto a lo que se dice acerca de los espíritus y del alma de los difuntos, asegurando que de vez en cuando se aparecen a los vivos solicitando de ellos servicios para ser redimidos, consideramos dichas apariciones como una burla, una astucia y un engaño del diablo, el cual, lo mismo que puede transformarse en un ángel de luz, también se esfuerza en destruir la fe verdadera o en sembrar la duda.

Ya en el Antiguo Testamento ha prohibido el Señor investigar lo que haya de verdad sobre los difuntos y, asimismo, el tener trato con los espíritus (Deut. 18:11). Y no se le concedió al hombre rico, que padecía tormento en el infierno, el poder ir a ver a sus hermanos, como el Evangelio, siempre veraz, cuenta. La voz de Dios le anuncia expresamente: «Tienen a Moisés y a los profetas; ¡óiganlos!... Si no oyen a Moisés y a los profetas, no se convencerán tampoco si alguien resucita de entre los muertos» (Lk. 16:29 ss).