Articulo 20 - EL SANTO BAUTISMO

Artículo 20 EL SANTO BAUTISMO

Institución del bautismo.

El bautismo ha sido instituido y consagrado por Dios. Juan fue el primero que bautizó y sumergió a Cristo en las aguas del Jordán. Luego, bautizaron los apóstoles también con agua. En forma bien clara recibieron del Señor la orden de predicar y bautizar «en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mat. 28:19. Cuando los judíos preguntaron al apóstol Pedro qué es lo que tenían que hacer, Pedro les dijo: «Cada cual de vosotros ha de bautizarse en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y así recibiréis el don del Espíritu Santo» (Acts 2:37). Por eso algunos han denominado al bautismo «el signo de la consagración del pueblo de Dios», en el sentido de que mediante el bautismo los hombres son consagrados como elegidos por Dios.

Sólo un bautismo.

En la Iglesia de Dios hay, por consiguiente, sólo un bautismo y basta con ser bautizado una vez, o sea, por consagrado a Dios una sola vez. Y es que el bautismo recibido una vez tiene valor para toda la vida y es la prenda eterna de que hemos sido aceptados como hijos de Dios.

¿Qué es el bautismo?

Porque ser bautizado en nombre de Cristo significa: Ser inscrito, consagrado y aceptado en el pacto y en la familia y con ello participar de la herencia de los hijos de Dios. Aún más: Significa ser llamado conforme al nombre de Dios, o sea ,ser hijo de Dios; de manera que como hijos de Dios somos limpiados de todas las manchas del pecado y enriquecidos por la múltiple gracia de Dios, a fin de que llevemos una vida nueva y de inocencia. Precisamente por esta razón el bautismo mantiene firme la memoria del inconmensurable beneficio de Dios, beneficio por El concedido a la generación humana de los mortales; mantiene firme dicha memoria y la renueva. Y es que todos nacemos en pecado y somos hijos de ira. Pero Dios, rico en misericordia, nos limpia, por gracia, de todos los pecados por la sangre de su Hijo, en él nos acepta como hijos y nos une a El mismo mediante su santo pacto y nos otorga diversos dones, con objeto de que podamos vivir una vida nueva. Y todo esto queda sellado por el bautismo; pues volvemos a nacer interiormente, somos limpiados y renovados por Dios mediante el Espíritu Santo. Externamente considerado, recibimos la confirmación de los inapreciables dones mediante el agua, en la que están representados los mencionados y magníficos dones, los cuales nos son ofrecidos visiblemente.

El bautismo de agua.

Por eso somos bautizados, o sea, lavados o mojados con agua visible. Sabido es que el agua limpia la suciedad, reanima el cuerpo cansado y reseco y le refresca. Y es la gracia de Dios la que otorga ese beneficio a las almas, si bien en forma invisible, es decir, de manera espiritual.

Promesa y compromiso del bautismo

Por el signo o símbolo del bautismo, Dios nos considera ajenos a todas las demás religiones y los demás pueblos y nos santifica haciéndonos propiedad suya. Al recibir, pues, el bautismo confesamos nuestra fe, nos comprometemos a obedecer a Dios, a mortificar nuestra carne y a llevar una nueva vida; de este modo somos inscritos en la santa compañía de luchadores de Cristo y durante toda nuestra vida luchamos contra el mundo, el demonio y la propia carne. Además, somos bautizados para formar el cuerpo único de la Iglesia y así, con todos los miembros de la Iglesia, estamos de acuerdo en la misma fe y en ayudarnos recíprocamente.

La forma de bautizar.

Para nosotros la más perfecta forma de bautizar es aquella con que fue bautizado Cristo mismo y bautizaron los apóstoles. Por eso no consideramos necesario perfeccionar el bautismo añadiendo lo inventado por los hombres o lo que la Iglesia se ha permitido añadir: El exorcismo, por ejemplo, el uso de una vela encendida o el empleo de aceite, sal, saliva y cosas semejantes, entre las que cuenta el que el bautismo sea conmemorado dos veces cada año con diversas ceremonias. Por nuestra parte, creemos que solamente un bautismo es celebrado en la Iglesia conforme a la primera institución divina que lo santifica y que es consagrado por la palabra de Dios y de eficacia duradera y permanente en virtud de la bendición impartida primeramente por Dios.

Quiénes deben bautizar.

Según nuestra doctrina, el bautismo no debe ser realizado en la Iglesia por mujeres o comadronas, pues el apóstol Pablo excluye a las mujeres de los ministerios eclesiásticos. Y el bautismo, añadimos nosotros, es uno de los actos eclesiásticos pastorales.

Anabaptistas.

Nos oponemos a los anabaptistas, los cuales no aceptan el bautismo infantil de los hijos de los creyentes. Pero según el Evangelio, «el reino de Dios es de los niños», y estos están incluidos en el pacto de Dios. ¿Por qué, pues, no deben recibir la señal del pacto de Dios? ¿Por qué no deben ser consagrados por el santo bautismo, teniendo en cuenta que ya pertenecen a la Iglesia y son propiedad de Dios y de la Iglesia?

Igualmente desechamos las demás doctrinas de los anabaptistas que contienen pequeños hallazgos propios y contrarios a la Palabra de Dios.

Resumiendo: No somos anabaptistas y con ellos no tenemos nada en común.