Capítulo 11 - LA VENIDA EN LAS NUBES
Capítulo 11
La venida en las nubes
Si no resucitó, sino que todavía está muerto, ¿cómo es que pone en fuga, persigue y derriba los dioses falsos, que los incrédulos creen que están vivos, y a los malos espíritus que ellos adoran? Porque donde Cristo se sombra, la idolatría es destruida y el fraude de los malos espíritus queda expuesto; de hecho, ningún espíritu de esa clase puede soportar el Nombre, sino que huye al sonido de él. Esta es la obra del que vive; y más que eso, es la obra de Dios.
Atanasio, On the Incarnation [30]
Hemos visto que el discurso de Jesús en el Monte de los Olivos, registrado en Mateo 24, Marcos 13, y Lucas 21, trata del "fin" - no del mundo, sino de Jerusalén y el templo; hace referencia exclusivamente a los "últimos días" de la era del pacto antiguo. Jesús habló claramente de sus propios contemporáneos cuando dijo que "esta generación" vería "todas estas cosas". La "gran tribulación" tuvo lugar durante la terrible época de sufrimiento, guerras, hambruna, y asesinatos en masa que condujo a la destrucción del templo en el año 70 D. C. Lo que parece presentar un problema para esta interpretación, sin embargo, es lo que Jesús dice a continuación:
E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro (Mat. 24:29-31).
Jesús parece estar diciendo que la segunda venida ocurrirá inmediatamente después de la tribulación. ¿Ocurrió la segunda venida en el año 70 D. C.? ¿Nos la hemos perdido? Primero, dejemos clara una cosa desde el comienzo: no hay manera de soslayar esa palabra, inmediatamente. Significa inmediatamente. Reconociendo que la tribulación tuvo lugar durante la generación que entonces vivía, también tenemos que hacer frente a la clara enseñanza de la Escritura de que, cualquier cosa de que Jesús esté hablando en estos versículos, ocurrió inmediatamente después. En otras palabras, estos versículos describen lo que debe tener lugar al final de la tribulación - lo que forma su clímax.
Para entender el significado de las expresiones de Jesús en este pasaje, debemos entender el Antiguo Testamento mucho más de lo que mucha gente lo entiende hoy día. Jesús estaba hablando a un auditorio que estaba íntimamente familiarizado con los más oscuros detalles de la literatura del Antiguo Testamento. Habían oído leer y exponer el Antuguo Testamento incontables veces durante sus vidas, y habían memorizado largos pasajes. Las imágenes y las formas de expresión bíblicas habían formado su cultura, su ambiente, y su vocabulario desde la más tierna infancia, y esto había ocurrido por generaciones. La diferencia entre su perspectiva y la nuestra puede ilustrarse por el hecho de que, aunque gran parte de la discusión de este libro acerca del tema del paraíso probablemente era muy nueva para usted, habría sido muy familiar para los discípulos.
El hecho es que, cuando Jesús habló a sus discípulos de la caída de Jerusalén, usó lenguaje profético. Había un "lenguaje" de profecía, reconocible instantáneamente por los que estaban familiarizados con el Antiguo Testamento (algo de lo cual ya hemos cubierto en nuestro estudio de Edén). Al predecir Jesús el completo fin del sistema del pacto antiguo - lo cual era, en cierto sentido, el fin de todo un mundo - Jesús hablaba de él como lo habría hecho cualquiera de los profetas, en el conmovedor lenguaje del juicio de pacto. Consideraremos cada uno de los elementos de la profecía, viendo cómo su uso anterior por los profetas del Antiguo Testamento determinaba su significado en el contexto del discurso de Jesús sobre la caída de Jerusalén. Recuérdese que nuestro modelo final de verdad es la Biblia, y la Biblia solamente.
El sol, la luna y las estrellas
Jesús dijo que, al fin de la tribulación, el universo se derrumbaría: la luz del sol y de la luna se extinguiría, las estrellas caerían, las potencias de los cielos serían conmovidas. La base para este simbolismo está en Génesis 1:14-16, donde se dice que el sol, la luna y las estrellas ("las potencias de los cielos") son las "señales" que "gobiernan" el mundo. Más tarde en la Escritura, estas luces celestiales se usan para hablar de las autoridades y gobernantes terrenales; y cuando Dios amenaza con ir contra ellos en juicio, se usa la misma terminología del universo que se derrumba para describirlo. Profetizando la caída de Babilonia ante los medos en el año 539 A. C., Isaías escribió:
He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. (Isa. 13:9-10).
De manera significativa, Isaías profetizó más tarde la caída de Edom en términos de de-creación:
Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera. (Isa. 34:4).
El contemporáneo de Isaías, el profeta Amós, predijo la destrucción de Samaria (722 A. C.) casi de la misma manera:
Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro. (Amós 8:9).
Otro ejemplo es del profeta Ezequiel, que predijo la destrucción de Egipto. Dios dijo esto por medio de Ezequiel:
Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por tí, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice Jehová el Señor. (Eze. 3:7-8).
Hay que enfatizar que ninguno de estos sucesos tuvo lugar literalmente. Dios no se proponía que nadie pusiera una construcción literalista en estas declaraciones. Sin embargo, poéticamente, todas estas cosas sí ocurrieron: por lo que concernía a estas naciones impías, "las luces se apagaron". Este es simplemente lenguaje figurado, que no nos sorprendería en absoluto si estuviésemos más familiarizados con la Biblia y apreciáramos su carácter literario.
Por consiguiente, lo que Jesús está diciendo en Mateo 24, en terminología profética reconocible inmediatamente por sus discípulos, es que la luz de Israel se apagaría; la nación del pacto dejaría de existir. Cuando la tribulación terminara, el antiguo Israel desaparecería.
La señal del Hijo del Hombre
La mayoría de las traducciones modernas de Mateo 24:30 dice algo como esto: "Y entonces la señal del Hijo del Hombre aparecerá en el cielo ...". Este es un error de traducción, basado, no en el texto griego, sino en las erróneas suposiciones de los propios traductores sobre el tema de este pasaje (creían que estaba hablando de la segunda venida). Una traducción del texto griego, palabra por palabra, dice en realidad:
Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo ...
Como usted puede ver, en la traducción correcta aparecen dos diferencias importantes: primera, la ubicación de la que se habla es el cielo, no sólo el firmamento; segunda, no es la señal lo que está en el cielo, sino que es el Hijo del Hombre el que está en el cielo. Lo que queremos decir es simplemente que este gran juicio sobre Israel, la destrucción de Jerusalén y el templo, serían la señal de que Cristo Jesús está en su trono en el cielo, a la diestra del Padre, gobernando las naciones y trayendo venganza sobre sus enemigos. El cataclismo del año 70 D. C., divinamente ordenado, reveló que Cristo había quitado el reino a Israel y lo había dado a la iglesia; la desolación del antiguo templo era la señal final de que Dios lo había abandonado y ahora moraba en un nuevo templo, la iglesia. Todos estos son aspectos de la primera venida de Cristo, partes cruciales de la obra que vino a llevar a cabo por medio de su muerte, resurrección y ascensión al trono. Es por esto por lo que la Biblia habla del derramamiento del Espíritu Santo sobre la iglesia y la destrucción de Israel como el mismo suceso, porque estaban íntimamente conectadas entre sí teológicamente. El profeta Joel predijo tanto el día de Pentecostés como la destrucción de Jerusalén sin tomar aliento:
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramará mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado. (Joel 2:28-32).
Como veremos en el capítulo 13, la inspirada interpretación de Pedro de este texto en Hechos 2 establece el hecho de que Joel está hablando del período desde el derramamiento inicial del Espíritu hasta la destrucción de Jerusalén, desde Pentcostés hasta el Holocausto. Para nosotros, es suficiente observar aquí que en este pasaje se usa el mismo lenguaje de juicio. La interpretación común y barata de que las "columnas de humo" son nubes en forma de hongo de explosiones nucleares es una distorsión radical del texto, y una interpretación completamente errónea del lenguaje profético de la Biblia. Igualmente tendría sentido decir que la columna de fuego y humo durante el Éxodo era el resultado de una explosión nuclear.
Las nubes del cielo
De manera apropiada, esto nos lleva al siguiente elemento de la profecía de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén: "y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria". Aquí la palabra tribus se refiere primero a las tribus de la tierra de Israel; y el "lamento" probablemente es en dos sentidos. Primero, se lamentarían de tristeza por el sufrimiento y la pérdida de su tierra; segundo, se lamentarían finalmente arrepentidos de sus pecados, cuando se conviertan de su apostasía (ver capítulo 14).
Pero, ¿cómo es que verían a Cristo viniendo en las nubes? Los que hayan leído los capítulos 7 y 8 de este libro tendrán pocas dificultades para responder a esta pregunta. En primer lugar, durante todo el Antiguo Testamento, Dios estuvo viniendo "en las nubes", para salvar a su pueblo y destruir a sus enemigos: "El que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas del viento" (Sal. 104:3). Cuando Isaías profetizó el juicio de Dios sobre Egipto, escribió: "He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y los ídolos de Egipto temblarán delante de él" (Isa. 19:1). El profeta Nahum habló de forma parecida de la destrucción de Nínive por parte de Dios: "Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies" (Nah. 1:3). El que Dios "venga en las nubes del cielo" es un símbolo bíblico casi común de su presencia, su juicio y su salvación.
Sin embargo, más que esto, está el hecho de que Jesús se está refiriendo a un suceso específico relacionado con la destrucción de Jerusalén y el fin del pacto antiguo. Habló de él nuevamente durante su juicio, cuando el sumo sacerdote le preguntó si era el Cristo, y Jesús contestó:
Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios viniendo en las nubes del cielo (Mar. 14:62; ver Mat. 26:64).
Obviamente, Jesús no se refería a un suceso miles de años en el futuro. Hablaba de algo que sus contemporáneos - "esta generación" - vería durante su vida. La Biblia nos dice exactamente cuándo vino Jesús en las nubes del cielo:
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos (Hech. 1:9).
Y el Señor, después de que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios (Mar. 16:19).
Notamos en el capítulo 8 que fue este suceso, la ascensión a la diestra de Dios, lo que Daniel había previsto:
Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y un reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido (Dan. 7:13-14).
La destrucción de Jerusalén era la señal de que el Hijo del Hombre, el segundo Adán, estaba en el cielo, gobernando al mundo y disponiéndolo para sus propios fines. A su ascensión, había venido en las nubes del cielo para recibir el reino de parte de su Padre; la destrucción de Jerusalén era la revelación de este hecho. Por consiguiente, en Mateo 24 Jesús no estaba profetizando que él vendría literalmente en las nubes en el año 70 D. C. (aunque esto era cierto figuradamente). Su "venida en las nubes" literal, en cumplimiento de Daniel 7, había tenido lugar como 40 años antes. Pero, en el año 70 D. C., las tribus de Israel verían la destrucción de la nación como resultado de haber Él ascendido al trono en el cielo para recibir su reino.
Juntar a los escogidos
Finalmente, el resultado de la destrucción de Jerusalén será que Cristo envíe sus "ángeles" para juntar a los escogidos. ¿No es esto el rapto? No. La palabra ángeles significa simplemente mensajeros (ver Sant. 2:25), ya sea que su origen sea celestial o terrenal; es el contexto lo que determina si se habla de criaturas celestiales. A menudo, la palabra significa predicadores del evangelio (ver Mat. 1:10; Luc. 7:24; 9:52; Apoc.1-3). En contexto, hay varias razones para suponer que Jesús estaba hablando del evangelismo mundial y la conversión de las naciones que seguirá a la destrucción de Israel.
El uso que Cristo hace de la palabra juntar es significativo en este respecto. Literalmente, la palabra es un verbo que significa reunir en sinagoga; el significado es que, con la destrucción del templo y el sistema del pacto antiguo, el Señor envía a sus mensajeros para que junten a su pueblo escogido en su nueva sinagoga. En realidad, Jesús está citando a Moisés, que había prometido: "Y si tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará" (Deut. 30:4). Ninguno de los dos textos tiene nada que ver con el rapto; ambos tienen que ver con la restauración y el establecimiento de la casa de Dios, la congregación organizada de su pueblo del pacto. Esto se vuelve aún más mordaz cuando recordamos lo que Jesús había dicho justo antes de este discurso:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. (Mat. 23:37-38).
Debido a que Jerusalén apostató y rehusó ser recogida como en sinagoga bajo Cristo, su templo sería destruido, y se formaría una nueva sinagoga y un nuevo templo: la iglesia. Por supuesto, el nuevo templo fue creado el día de Pentecostés, cuando el Espíritu vino a morar en la iglesia. Pero el hecho de la existencia del nuevo templo sólo sería obvio cuando el andamiaje del antiguo templo y el sistema del pacto antiguo fuera destruido. la congregaciones cristianas comenzaron inmediatamente a llamarse a sí mismas "sinagogas" (que es la palabra usada en Sant. 2:2), mientras que llamaban a las reuniones judías "sinagogas de Satanás" (Apoc. 2:9; 3:9). Pero vivían esperando el día del juicio sobre Jerusalén y el antiguo templo, cuando la iglesia sería revelada como el templo verdadero y la sinagoga verdadera de Dios. Debido a que el sistema del pacto antiguo había sido "dado por viejo" y estaba "próximo a desaparecer" (Heb. 8:13), el escritor de Hebreos les instaba a tener esperanza, "no dejando de congregarnos [como en una sinagoga], como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos, tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca" (Heb. 10:25; ver 2 Tes. 2:1-2).
La promesa del Antiguo Testamento de que Dios "juntaría" [como en una sinagoga] a su pueblo sufre un gran cambio en el Nuevo Testamento. En vez de la forma simple de la palabra, el término usado por Jesús tiene la preposición griega epi como prefijo. Esta es una expresión favorita del nuevo pacto, que intensifica la palabra original. Por consiguiente, lo que Jesús está diciendo es que la destrucción del templo en el 70 D. C. lo revelará a Él viniendo en las nubes para recibir su reino; y exhibirá a su iglesia delante del mundo como la plena, verdadera y super-sinagoga.