Capitulo 22. ¡Ven, Señor Jesús!
Capitulo 22 - ¡VEN, SEÑOR JESÚS!
Días de Retribución - Chilton
Una exposición del libro de Apocalipsis
Parte Cinco
Como vimos en la Introducción, Juan escribió el Libro de Apocalipsis como un ciclo anual de profecías, con el propósito de que fueran leídas en la congregación (en coincidencia con lecturas seriales del Antiguo Testamento, especialmente Ezequiel) desde una Pascua a la siguiente. 1
Por esto, el Capítulo 22 completa un círculo entero, leyéndose los versículos Rev 22:6-21 exactamente un año después de que se leía el Capítulo 1. Por esta razón, así como para recapitular muchos de los temas de la profecía, el Capítulo 22 también tiene mucho en común con el Capítulo 1.
Por ejemplo, leemos nuevamente que la profecía es de "las cosas que deben suceder pronto" (Rev. 22:6; comp. Rev. 1:1); que es comunicada por un ángel (Rev. 22:6; comp. Rev. 1:1) a Juan (Rev. 22:8; comp. Rev. 1:1, 4, 9); que es un mensaje dirigido a "sus siervos" (Rev. 22:6; comp. Rev. 1:1); que hay una bendición especial para los que "guardan" sus palabras (Rev. 22:7; comp. Rev. 1:13); y que tiene que ver específicamente con el testimonio de Jesucristo (Rev. 22:16; 18, 20; comp. Rev. 1:2, 5, 9), el Alfa y la Omega, el Primero y el Último (Rev. 22:13; comp. Rev. 1:8, 17), el que "viene pronto" (Rev. 22:7, 12, 20; comp. Rev. 1:7).
El paraíso restaurado (Rev. 22:1-5)
1 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,
4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz de sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
v1-2 La visión de la Nueva Jerusalén continúa: El ángel de la copa (Rev. 21:9) muestra a Juan el río del agua de la vida, transparente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. La escena se basa, primero, en el jardín de Edén, en el cual brotaban fuentes del suelo (Gen. 2:6) para formar un río, que luego se dividía en cuatro brazos y salía a regar la tierra (Gen. 2:10-14). Esta imagen es adoptada más tarde por Ezequiel en su visión del templo del nuevo pacto. En el antiguo pacto, el pueblo debía viajar hasta el templo para ser purificado, pero eso ya no será así, porque en los tiempos del nuevo pacto el gran lavacro de bronce en la esquina sudoeste de la casa (2 Chr. 4:10) se inclina y vierte su contenido bajo la puerta, convirtiéndose en un poderoso río de gracia y vida para el mundo, aún transformando las aguas del Mar Muerto: 2
Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho. Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Hs visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá, y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. (Eze. 47:1-9).
Ezequiel dijo que "en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado"; Juan abunda en esto y nos dice que a cada lado del río había el árbol de vida - no un árbol solamente, sino bosques de árboles de vida que bordeaban las orillas. La bendición a la que Adán renunció ha sido restaurada con abrumadora superabundancia, porque lo que hemos ganado en Cristo es, como dijo Pablo, "mucho más" de lo que perdió Adán:
Porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo ... Porque si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia ... Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. (Rom. 5:15-21; comp. 9:10).
Por lo tanto, el Paraíso no sólo es "restaurado"; es consumado, y traídas a completa fructificación y completo cumplimiento todas y cada una de sus implicaciones.
La palabra Árbol es xulon, a menudo usada con referencia a la cruz (comp. Rev. 5:30; 10:39; 13:29; 1 Pet. 2:24); en realidad, es probable que Cristo fuese crucificado sobre un árbol vivo, como dan a entender sus palabras en Lk 23:31: "Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?" Pablo vio la crucifixión de Cristo como el cumplimiento de la maldición del Antiguo Testamento sobre el que es colgado en un árbol (Gal. 3:13; comp. Deut. 21:23; Jos. 10:26-27). 3 San Ireneo vio la cruz como el árbol de la vida, contrastándolo con el árbol del conocimiento del bien y del mal, por medio del cual cayó el hombre: Jesucristo "anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz [Col. 2:14]; de manera que, del mismo modo que por medio de un árbol fuimos hechos deudores de Dios, así también por medio de un árbol podemos obtener remisión de nuestra deuda". 4 La imagen fue adoptada rápidamente en el simbolismo de la Iglesia primitiva: "El arte de la Iglesia primitiva indica una estrecha relación entre el árbol de la vida y la cruz. La cruz de Cristo, el madero de sufrimiento y muerte, es para los cristianos un árbol de vida. Por eso, en las pinturas de tumbas del siglo segundo se le representa por primera vez como el símbolo de la victoria sobre la muerte. Y recurre una y otra vez. La idea de que el tronco viviente de la cruz lleva ramitas y hojas es un motivo común en la antigüedad cristiana". 5
Como en la visión de Ezequiel (Eze. 47:12), el árbol de vida es continuamente productivo, llevando doce frutos, dando cada mes su fruto en un interminable suministro de vida para los vencedores (Rev. 2:7), aquéllos que hacen sus mandamientos (Rev. 22:14). Juan continúa aclarando que el poder del árbol de Cristo transformará al mundo entero: Las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Nuevamente, Juan no concibe esto como una bendición reservada sólo para la eternidad, aunque sus efectos continúan por la eternidad. El árbol de vida sustenta a los creyentes ahora, al participar ellos de Cristo:
De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren, vivirán. (Jn. 5:24-25)
Del mismo modo, Juan espera que las virtudes curativas de la cruz den vida a las naciones como tales, en el mundo; las naciones, él nos ha dicho, están compuestas de "aquéllos cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida del Cordero", pues las naciones como tales son admitidas a la Santa Ciudad (Rev. 21:24-27). El río de vida está fluyendo ahora (Jn 4:14; 7:37-39), y continuará fluyendo en un siempre creciente río de bendiciones para la tierra, sanando a las naciones, y poniendo fin a la anarquía y la guerra (Zach. 14:8-11); comp. Miq. 4:1-4). Esta visión del futuro glorioso de la Iglesia, un futuro terrenal y celestial, repara la tela que fue rota en Génesis. En Apocalipsis, vemos al Hombre redimido, traído de vuelta al monte, sustentado por el río y el árbol de vida, recuperando su perdido dominio y gobernando como rey-sacerdote sobre la tierra. Este es nuestro privilegio y nuestra herencia ahora, definitiva y progresivamente, en esta era; y será nuestra plenamente en la edad por venir.
v3-4 Por eso, ya no habrá más maldición, en cumplimiento de las antiguas promesas:
Así ha dicho Jehová el Señor: El día que os limpie de todas vuestras iniquidades, haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán reedificadas. Y la tierra asolada será labrada, en lugar de haber permanecido asolada a ojos de todos los que pasaron. Y dirán: Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén; y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas, están fortificadas y habitadas. Y las naciones que queden en vuestros alrededores sabrán que yo reedifiqué lo que estaba derribado, y planté lo que estaba desolado; yo Jehová he hablado, y lo haré. (Eze. 36:33-36).
El trono de Dios y del Cordero estará en la Santa Ciudad, como Juan da a entender en Rev. 21:3, 11, 22-23. Es notable que los ciudadanos sean llamados sus siervos - una expresión que se usa principalmente para describir a los profetas (comp. Rev. 1:1; 10:7; 11:18; 15:3; 19:2, 5 [comp. 18:24]; 22:6, 9). Como hemos visto, este ha sido un tema significativo en Apocalipsis, el cumplimiento de la esperanza de comunión con Dios en el Antiguo Testamento: Todos los del pueblo del Señor son profetas, porque el Señor ha puesto de su Espíritu en ellos (Num. 11:29). Por lo tanto, ellos verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Kline comenta: "Tras las imágenes de Apocalipsis Rev. 22:4 están las figuras de Moisés y Aarón. Aarón llevaba en la frente el nombre del Señor inscrito en la corona al frente de la mitra sacerdotal. El rostro mismo de Moisés fue transformado en una imagen refleja del Rostro de Gloria, el Nombre de la Presencia de Dios, cuando Dios le habló 'cara a cara' (Num. 12:8) desde la Nube de Gloria. Como el Nombre y la Gloria son designaciones parecidas de la presencia de Dios en la nube teofánica, así también tanto el nombre como la gloria describen la imagen refleja de Dios. Decir que los vencedores en la Nueva Jerusalén llevan el nombre de Cristo en sus frentes es decir que ellos reflejan la gloria de Cristo, lo cual es decir que llevan la imagen del Cristo glorificado". 6 Por eso, dice Pablo, todos los santos ahora ven Su rostro: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3:18). Y, porque todos los santos son sacerdotes (Rev. 1:6; 20:6), llevamos su nombre en nuestras frentes (Rev. 2:12; 7:3; 14:1), sirviéndole en su templo (Rev. 7:15).
v5 Como nos dijo Juan en Rev. 21:22-25, dentro de los muros de la Santa Ciudad ya no habrá más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará. En nuestro estudio de "los nuevos cielos y la nueva tierra" en el Capítulo 21, tomamos nota de cómo Pedro instaba a las iglesias a llevar una vida santa en vista de la era de justicia que se aproximaba y que habría de ser introducida a la caída del antiguo pacto con la destrucción de del templo (2 Pet. 3:1-14). De manera similar, Pablo exhortaba a los cristianos de Roma a vivir piadosamente en vista de la inminente alborada del día:
Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz. (Rom. 13:11-12).
De manera muy parecida, escribió a los tesalonicenses, arguyendo que sus vidas debían caracterizarse por el día que se acercaba, más bien que por la noche que desaparecía:
Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. (1 Thes. 5:2-9).
La era del antiguo pacto era el tiempo de la oscura noche del mundo; con el advenimiento de Jesucristo ha llegado la era de la luz, el gran día del Señor, establecido a su ascensión y su plena inauguración del Nuevo Pacto:
Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre tí. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre tí amanecerá Jehová, y sobre tí será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. (Is. 60:1-3)
Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. (Mal. 4:1-2)
Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo ... Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz. (Lk 1:68, 78-79).
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tineblas no prevalecieron contra ella. (Jn 1:4-5)
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Jn 8:12).
En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que nos les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios ... Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (2 Cor. 4:4, 6).
Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo. (Col. 1:12-13).
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel se acerca. (Heb. 10:23-25).
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones. (2 Pet. 1:19).
Debemos recordar nuevamente que, en la Escritura, la era del Nuevo Pacto está considerada definitiva y progresivamente como una era de luz, en contraste con la relativa oscuridad de los tiempos pre-mesiánicos. En un sentido absoluto y último, la luz vendrá sólo al fin del mundo, a la segunda venida de Cristo. Pero, como los apóstoles contemplaban el fin de la era del antiguo pacto, durante el cual las naciones fueron esclavizadas por los demonios, hablaban de la inminente aurora como una era de justicia, cuando el poder del evangelio arrasaría la tierra, haciendo añicos la idolatría e inundando las naciones con la luz de la gracia de Dios. Hablando relativamente, la historia entera del mundo, desde la caída de Adán hasta la ascensión de Cristo, fue noche; hablando relativamente, el futuro entero del mundo es día brillante. Esto sigue el patrón establecido en la creación, en el cual los cielos y la tierra se mueven escatológicamente de la tarde a la mañana, siendo sucedida la luz menor por la luz mayor, yendo de gloria en gloria (Gen. 1:5, 8, 13, 19, 23, 31): Ahora, nos dice Juan, Jesucristo ha aparecido, y "viene pronto", como la brillante Estrella de la Mañana (v. 16).
En su comentario final sobre la restauración del paraíso, Juan nos dice que el real sacerdocio reinará, no sólo durante un "milenio", sino por los siglos de los siglos: "El reino de los mil años (Rev. 20:4-6) no es sino el principio de una vida real y una felicidad que han de continuar por todas las edades por venir. Y así, el reino de los santos del Altísimo será más verdaderamente, como escribió Daniel, 'un reino eterno' (Dan. 7:27). Esta es la 'vida eterna' de Mat. 25:46, del mismo modo que la segunda muerte, el lago de fuego, es el 'castigo eterno' al cual van los 'malditos'".7
Amonestaciones y bendiciones finales (Rev. 22:6-21)
6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
7 ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
8 Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
9 Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque soy consiervo contigo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
10 Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.
12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
14 Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas de la ciudad.
15 Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, y los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.
16 Yo Jesús he envido mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
18 Yo testifico a todo aquél que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.
20 El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
21 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
v6-7 La sección final del apóstol repasa y resume los mensajes centrales del libro. De modo apropiado, el guía angélico de Juan comienza testificando que estas palabras son fieles y verdaderas, en armonía con el carácter de su Autor (Rev. 1:5; 3:14; 19:11; comp. Rev. 19:9; 21.5); no pueden dejar de cumplirse. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. La palabra espíritus aquí posiblemente se refiere a los "siete espíritus" (comp. Rev.1:4; 4:5), es decir, el Espíritu Santo en su múltiple operación por medio de los profetas (comp. Rev. 19:10: "el espíritu de la profecía"), pero también es posible entender la expresión en el sentido de 1 Cor. 14:32 - el espíritu de cada profeta en particular. En todo caso, Juan ha subrayado repetidamente a través de su profecía que "todos los del pueblo de Dios son profetas" en esta era, habiendo ascendido con Cristo a la cámara del concilio celestial. La función del libro de Apocalipsis es la de un "memorándum" oficial para todos los miembros del Concilio, diciéndoles lo que necesitan saber en relación con los acontecimientos inminentes. El mensaje consistente del libro entero es el de que las cosas de las cuales habla - la terminación final del Antiguo Pacto y el firme establecimiento del Nuevo - están a punto de cumplirse, y que están irrevocablemente destinadas a tener lugar en breve plazo.
Hablando en nombre de Cristo, el ángel repite el tema de la profecía, subrayando su inmediatez: ¡He aquí, vengo pronto! (comp. Rev.1:7; 2:5, 16; 3:11; 16:15); en realidad, la palabra vengo (erchomai) se usa siete veces sólo en el Capítulo 22: "La frecuencia de la certeza que ahora tenemos delante muestra con cuánta seriedad fue hecha". 8 Nuestro estudio del Nuevo Testamento se desviaría drásticamente si dejáramos de tomar en cuenta la expectativa apostólica de una inminente venida de Cristo (no la segunda venida) que destruiría a "esta generación" de Israel y establecería plenamente la Iglesia del Nuevo Pacto. Este mensaje no debía ser tomado a la ligera, y hay una amonestación implícita en la sexta bienaventuranza de Apocalipsis, una promesa que se hace eco de la primera (Rev. 1:3): Bienaventurados los que guardan las palabras de la profecía de este libro. Nuevamente, Juan hace énfasis en la respuesta ética de su auditorio a las verdades que han oído. Les ha dado mandamientos que deben obedecer (comp. v. 14), no sólo explícita, sino implícitamente: Ha revelado la actividad del cielo como modelo para la vida en la tierra (comp. Mat. 6:10).
v8-9 Juan enfatiza que él, el apóstol, es el que oyó y vio estas cosas (comp. su lenguaje similar en 1 Jn 1:1-3; 4:14). Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. Como en Rev. 19:10, es la declaración angélica de una bienaventuranza lo que hace que Juan se postre en reverencia delante del mensajero. Como vimos en aquel pasaje, Juan no estaba ofreciendo adoración divina al ángel, sino más bien honor a un superior. Aún así, en la era del Nuevo Pacto, eso ya no es apropiado. La superioridad angélica sobre el hombre sólo tenía el propósito de ser temporal, un expediente después de que Adán perdió su responsabilidad como guardián del santuario (Gen. 2:15; 3:24). Ahora que Cristo ha ascendido al trono, los de su pueblo son santos, y tienen acceso al santuario como consejeros y confidentes de Dios; en realidad, dice Pablo, los santos están destinados a juzgar, no sólo al mundo, sino a los ángeles también (1 Cor. 6:1-3). El ángel, aunque exaltado y poderoso, no es más que un consiervo del apóstol y de sus hermanos los profetas - los otros miembros de la Iglesia cristiana, todos los que guardan las palabras de este libro. El creyente es miembro de este concilio celestial, y puede adorar a Dios cara a cara (comp. v. 4). Nuevamente, esto muestra que las bendiciones enumeradas en estos capítulos finales no están reservadas para la consumación solamente, sino que ya han sido otorgadas al pueblo de Dios; de lo contrario, el ángel habría aceptado el acto de reverencia de Juan. Tenemos acceso directo al trono de Dios.
Que este incidente tuvo que ser repetido casi palabra por palabra demuestra tanto la centralidad de esta preocupación por el apóstol como cuán difícil es que nosotros lo aprendamos. Puede muy bien decirse que la enseñanza más importante del libro de Apocalipsis es que Jesucristo ha ascendido al trono; y la segunda lección más importante es que nosotros hemos ascendido al cielo con Él.
v10 Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. Nuevamente, el ángel subraya la inminencia del cumplimiento de la profecía. Por esta razón, a Juan se le prohibe sellar las palabras del libro. Ya hemos tenido ocasión (véase el comentario sobre Rev. 10:4) de contrastar esto con la orden a Daniel: "Cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin" (Dan. 12:4). Porque su profecía hablaba del futuro distante, a Daniel se le ordenó sellarla; porque la profecía de Juan se refiere al futuro inminente, se le ordena que no la selle. "En realidad, estos son los mismos días para los cuales escribió Daniel, y Juan ha sido inspirado para 'desellarlo'". 9
v11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía.
La gran batalla del siglo primero estaba alcanzando su clímax, y el ángel llama a diferenciar los justos de los malvados, a alcanzar la "conciencia epistemológica" por medio de respuestas diferentes a la gracia de Dios; 10 constituye una oración "para que el mundo pueda salir en blanco y negro, y pueda estar maduro para el juicio". 11 La conciencia del yo en ambos lados de la prueba es siempre un preludio para el juicio (comp. Eze. 3:27: "El que oye, oiga; y el que no quiera oir, no oiga").
v12-13 El Señor promete nuevamente la inminencia de su juicio venidero sobre Israel y la liberación de su Iglesia: He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según su obra (comp. Rev. 2:23; 20:12-13). Cristo ha prometido que esto sería el resultado de su venida a su reino en el siglo primero (Mat. 16:27-28). Confirmando la promesa con un juramento, jura por sí mismo como Señor de la historia, y soberano Controlador de todas las cosas: Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin.
v14 Cristo sigue hablando por medio del ángel, y pronuncia la séptima bienaventuranza de Apocalipsis: Bienaventurados los que hacen sus mandamientos, enfatizando el pretérito el constante deber de la obediencia. Dios requiere, no sólo una profesión de fe que se hace una sola vez, sino una continua vida de arrepentimiento y de confesar a Cristo. La obediencia caracteriza a los redimidos, como declara Juan en alguna otra parte:
Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. (1 Jn 2:3-6).
Sólo éstos tienen derecho al árbol de la vida (prometido a los que vencen en Rev. 2:7) y pueden entrar por las puertas de la ciudad (prometido a los que vencen en Rev. 3:12). Nuevamente, debemos observar que las naciones de la tierra entrarán en la ciudad (Rev. 21:24-26), lo que significa que las naciones y sus gobernantes se caracterizarán por la justicia, por la fe de los vencedores que todo lo conquista.
v15 Cristo proporciona otra lista (comp. Rev. 21:8), séptuple esta vez, de los que están excluídos de las bendiciones, desterrados fuera de la ciudad, y lanzados al gehenna (Is. 66:24; Mk. 9:43-48). Primero se mencionan los perros, los carroñeros que son considerados con disgusto y repugnancia a través de la Biblia (comp. Prov. 26:11). En Deuteronomio 23:18, los sodomitas son llamados "perros", 12 y Cristo comparaba los perros con las naciones inmundas (Mk. 7:26-28). Pablo aplica el término, en lo que debe haber sido una desagradable referencia, a la falsa circuncisión, los judíos que habían traicionado el pacto al rechazar a Cristo (Phil 3:2) y por eso se unieron a los paganos y a los pervertidos. Esa es probablemente la referencia aquí (comp. Rev. 2:9; 3:9). Dios no da lo que es santo a los perros (Mat. 7:6). Las otras categorías mencionadas en este versículo, los hechiceros, los fornicarios, los homicidas y los idólatras, y todo aquél que ama y hace mentira, se mencionan también en Rev. 21:8, 27. Los cristianos han renunciado a todas estas acciones impías por medio de su bautismo a novedad de vida.
v16 Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias; la palabra daros es plural, queriendo decir que el Señor se dirige directamente al auditorio de Juan; y que el mensaje es para las iglesias en general ("todos los santos", v. 21). Cristo repite la lección de Rev. 5:5, de que Él es quien trae el Nuevo Pacto, la "Garantía de la Humanidad", por medio de los cuales serán bendecidas todas las naciones: Yo soy la raíz y el linaje de David, tanto la fuente como la culminación de la línea davídica. Hengstenberg comenta: "Porque Jesús es la raíz, él es también la raza de David. Sólo en él se preserva la raza; mientras que, de lo contrario, la raza se habría desvanecido sin dejar rastro. La raza de David es más que su descendencia; indica que la raza de David debería haber dejado de existir, excepto por Cristo. La raza de David se trae a colación aquí con respecto a la inconquistable fortaleza y el eterno dominio que le ha sido prometido por Dios (comp. Lk. 1:32-33). Lo que él testifica, en lo cual culmina la gloriosa raza de David, seguramente se cumplirá". 13
En Num 24:17, Balaam profetiza de Cristo bajo los símbolos de una estrella y de un cetro; el cetro de Cristo se le promete al vencedor en Tiatira (Num. 2:26-27), en alusión a Salmos 2:8-9; entonces, al continuar la promesa al vencedor, Cristo se ofrece a sí mismo como la Estrella de la Mañana (Num. 2:28), y esa promesa se repite aquí, en parte para complementar la promesa de luz en el versículo 5, y en parte para mantener la armonía con otras conexiones que este pasaje comparte con las cartas tanto a Pérgamo (la mención de idolatría y la alusión a Balaam) como a Tiatira (la mención de la hechicería y la fornicación).
v17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Esta es una oración a Jesús, el Espíritu que inspira a la Esposa a llamarle (comp. Cant. 8:14): "Apresúrate, amado mío") para que venga en salvación y en juicio, tan pronto los cuatro seres vivientes llamaron a los cuatro jinetes (Rev. 6:1, 3, 5, 7). La respuesta litúrgica se enuncia entonces: Y el que oye diga: Ven. Finalmente, la expresión se invierte (comp. Rev. 3:20-21, donde Cristo primero pide cenar con nosotros, luego nos invita a sentarnos con él), porque la certeza para nosotros de la venida de Cristo en salvación nos permite ir a Él para recibir el agua de la vida: Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. La expresión gratuitamente es dorean, que significa como un regalo, usada por Cristo en una referencia particularmente expresiva: "Sin causa me aborrecieron" (Jn. 15:25). Nuestra salvación es gratuita, "sin causa" por lo que concierne a nuestros propios méritos; su origen y razón están enteramente en Él, y no en nosotros en absoluto. Somos "justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Rom. 3:24).
v18-19 Ahora Jesús pronuncia las que muchos consideran las más solemnes y aterradoras palabras de toda la profecía: Yo testifico a todo aquél que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro (comp. Deut. 4:2; 12:32; 20:20). 14 Rushdoony comenta: "En un sentido muy real, el Apocalipsis incluye la Escritura. Habla deliberadamente como la última palabra. En Deut. 4:2, Moisés declaró: 'No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella ... ' Otros habrían de añadir palabras, pero la revelación sería una palabra inmutable. Ahora, con la conclusión de la Escritura, añadir o quitar palabras quedaba prohibido; ya no se pueden añadir palabras. El tímido paralelo y la alteración son demasiado obvios para ser accidentales. Se han dado las últimas palabras de la inmutable palabra". 15
v20-21 El que da testimonio de estas cosas, el Testigo fiel y verdadero, dice: Ciertamente vengo en breve. En esta liturgia final, la Iglesia responde: Amén; sí, ven, Señor Jesús. La Iglesia pide juicio; específicamente le pide al Señor que venga (Maranata), trayendo anatema sobre todos sus enemigos (1 Cor. 16:22), pero con gracia para todos los santos. Como vimos en nuestro comentario sobre Rev. 3:14, la conocida palabra Amén es un juramento, es invocar sobre nosotros mismos las maldiciones del pacto, y un solemne reconocimiento de que nosotros no tendríamos ninguna gracia en absoluto si no fuera por el hecho de que Jesucristo es nuestro "Amén" que soportó la maldición por nosotros. Por lo tanto, como exhortó San Ambrosio: "Lo que la boca habla, que la mente lo confiese; lo que la lengua pronuncia, que lo sienta el corazón". 16
Notas:
1. Véase de M. D. Goulder, "The Apocalypse as an Annual Cycle of Prophecies", New Testament Studies 27, No. 3 (April 1981), pp. 342-67.
2. Sobre el simbolismo asociado con el Mar Muerto (el sitio de Sodoma y Gomorra), véase de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominion Press, 1985), pp. 52s. Para otra ilustración de la diferencia entre la gracia 'estática' del Antiguo Pacto y la gracia 'dinámica' del Nuevo Pacto, compárese Hag. 2:10-14 con Mk 5:25-34.
3. La palabra cruz (stauros) puede referirse o al árbol mismo (considerado como instrumento de ejecución) a al patibulum, (el travesaño superior al cual fueron clavadas las manos de Jesús, y que luego fue clavado al árbol). Para una discusión del tema entero, véase de Ernest L. Martin, The Place of Christ´s Crucifixion: Its Discovery and Significance (Pasadena, CA: Foundation for Biblical Research, 1984), pp. 75-82.
4. St. Irenaeus, Against Heresies, v.xvii.3.
5. Johannes Schneider, en la obra de Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, eds., Theological Diccionary of the New Testament, 10 vols., trad., Geoffrey W. Bromily (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1964-76), Vol. 5, pp. 40-41.
6. Meredith G. Kline, Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 54s.
7. Milton Terry, Biblical Apocalyptics: A Study of the Most Notable Revelations of God and of Christ in the Canonical Scriptures (New York: Eaton and Mains, 1898), p. 471.
8. Moses Stuart, Commentary on the Apocalypse, 2 vols. (Andover: Allen, Morrill, and Wardwell, 1845), Vol. 2, p. 390.
9. Austin Farrer, The Revelation of John the Divine (Oxford: At the Clarendon Press, 1964), p. 255.
10. Véase de Gary North, "Common Grace. Eschatology, and Biblical Law", Appendix C (abajo).
11. Farrer, p. 255.
12. Véase de Rousas John Rushdoony, The Institutes of Biblical Law (Nutley, NJ: The Craig Press, 1973), pp. 89s.
13. E. W. Hengstenberg, The Revelation of St. John, 2 vols., trad. Patrick Fairbairn (Cherry Hill, NJ: Mack Publishing Co., n. d.), Vol. 2, p. 373.
14. Parece de lo más extraño que, de entre todos los lugares, estos dos versículos deban tener lecturas variantes en absoluto; pero, en realidad, hay, no uno, sino ¡por lo menos trece puntos separados en disputa! Véase de Zane C. Hodges y Arthur L. Farstad, eds., The Greek New Testament According to the Majority Text (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1982).
15. Rousas John Rushdoony, Thy Kingdom Come: Studies in Daniel and Revelation (Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978), p. 225. Cursiva añadida.
16. St. Ambrose, On the Mysteries, 54.