Articulo 03 - DIOS EN SU UNIDAD Y TRINIDAD

Artículo 3 - DIOS EN SU UNIDAD Y TRINIDAD

El único Dios.

Creemos y enseñamos que Dios es único en esencia y naturaleza; que existe por sí mismo y en todo se basta a sí mismo; que él es el eterno Creador invisible, incorpóreo, infinito, de todas las cosas visibles e invisibles; que él es el Bien Supremo, el viviente, que todo lo crea para vivir y lo mantiene; que él es todopoderoso, benévolo y misericordioso, justo y veraz.

Pero aborrecemos el politeísmo; porque expresamente está escrito: «El Señor, nuestro Dios, es uno» (Deut. 6:4). «Yo soy el Señor, tu Dios... No tendrás otros dioses delante de mí» (Ex. 20:3). «Yo soy el Señor, y no hay otro que yo» (Is 45:5, 18). «¿No soy yo el Señor? Y no hay otro Dios que yo. A mi lado no existe otro Dios verdadero, salvador» (Is. 45:21). «El Señor, el Señor, fuerte, misericordioso y fiel; tardo para la ira y grande en benignidad y verdad» (Ex. 34: 6).

El Dios trino.

Igualmente creemos y enseñamos que ese Dios infinito e indivisible e in mezclable es diferenciable en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y esto de la siguiente manera: El Padre ha engendrado al Hijo desde la Eternidad; el Hijo ha nacido en forma inenarrable; el Espíritu Santo proviene de ambos desde toda eternidad y ha de ser adorado con ambos. Esto significa que no se trata de tres dioses, sino de tres personas esencialmente iguales, igualmente eternas, igualmente en todo y no obstante diferentes entre sí, siguiendo una a la otra ordenadamente y siendo siempre iguales. Conforme a su naturaleza y esencia están unidas de manera tal entre sí, que hay un solo Dios, pero poseen la esencia divina en común el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las Sagradas Escrituras nos han comunicado claramente el poder diferenciar entre las tres personas, cuando el ángel dice a María, entre otras cosas :«E1 Espíritu Santo vendrá a ti y quedarás a la sombra del Altísimo; y por eso lo santo que será egendrado, será llamado Hijo de Dios» (Lk. 1:35). Pero también en el bautismo de Cristo se oyó una voz del cielo que llegó hasta Jesús, diciendo: «Este es mi hijo amado» (Mat. 3:17); y, al mismo tiempo, apareció el Espíritu Santo en forma de paloma (Jn 1:32). Cuando el Señor mismo dio el mandato de bautizar, señaló que el bautismo se realizase «en nombre del Padre, del Hijo y del Espírit Santo (Mat. 28:19). En otra ocasión dice él en el Evangelio: «Pero el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre...» (Jn 14:26). También dice: «Cuando venga el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mi» (Jn 15:26). En resumen: Nosotros aceptamos la confesión de los apóstoles, confesión que nos transmite la tradición de la verdadera fe.

Falsas doctrinas.

Por eso condenamos el parecer de los judíos y mahometanos y todos cuantos blasfeman sobre esa santísima Trinidad digna de adoración. Igualmente condenamos todas las falsas doctrinas y a todos los falsos maestros, según los cuales el Hijo y el Espíritu Santo son Dios únicamente de nombre o que en la Trinidad se trata de algo creador y servidor o, también, de que lo uno esté supeditado a lo otro o que la Trinidad contenga diferencias, cosas grandes y pequeñas, cosas corporales o corporalmente formadas, cosas, en fin, distintas en su modo de comportarse y en sus deseos, o que existan en la Trinidad mezcolanzas o unidades, o que el Hijo y el Espíritu Santo sean solamente situaciones o formas especiales del Dios Padre... Así es cómo han creído los monarquianos o los noecianos, como Praxeas, o los patripasianos, como Sabelio, el Samosateno, Ecio y Macedonio, los antropomorfitas y, finalmente, como Arrio y tantos otros