PREFACIO DE 1997 POR R.J. RUSHDOONY

PREFACIO DE 1997

POR R.J. RUSHDOONY

El plan de Dios para la victoria primeramente se publicó en 1997 y rápidamente pasó dos grandes tirajes. La falta de reimpresión adicional se debió a negligencia de parte mía y a un deseo de posiblemente agregarle.

La escatología, la doctrina de las últimas cosas, también es la doctrina de las primeras cosas porque tiene que ver con la meta de la historia. Forzosamente, las metas determinan la acción actual. Nosotros no estamos motivados para la acción a menos que conozcamos el propósito de nuestra acción. Las metas específicas nos motivan. Si nosotros creemos que la meta principal y final de la vida cristiana es el cielo, o la salvación de nuestras almas, seremos indiferentes ante la historia y el mundo que nos rodea. Pero, si en términos de Mateo 6:33 creemos que el reino de Dios y su rectitud o justicia debe tener prioridad en nuestras vidas, entonces no tendremos un punto de vista egocéntrico de la salvación. Nuestra salvación personal no es el centro y meta del evangelio, sino sencillamente el punto de partida. La meta es el reino de Dios, su propósito para la humanidad y el mundo. La esencia de la caída del hombre es su voluntad de ser su propio Dios, su propia fuente de ley y moralidad (Génesis 3:5) Con demasiada frecuencia los hombre retienen aspectos de este pecado original al insistir que su salvación es el centro del Plan de Dios. Dios busca su propia gloria y propósito; nuestro lugar en su plan no está en el centro.

En estos términos, es una serie de formación, primero, si hacemos nuestra salvación personal central en el propósito y plan de Dios. Es arrogante para el hombre, en clara divergencia de la palabra de Dios, verse a sí mismo como más importante en el Plan de Dios que Dios mismo, semejante criterio es un eco del pecado original del hombre.

Segundo, también es un error colocar a la iglesia como central en el propósito y plan de Dios. Dicho criterio es Agustiniano, pero equivocado. San Agustín, padre de mucho bien y mal en la historia de la iglesia, se desesperaba por la victoria en el mundo y por lo tanto veía a la iglesia como la esfera de la victoria. Esto condujo a una doctrina muy elevada de la iglesia, tanto en Roma como en el protestantismo. Si nuestra esperanza por los futuros del hombre y de la obra de Cristo está solamente en la iglesia, entonces acentuaremos a la iglesia como la esperanza del hombre. Se sobre acentuará a la iglesia porque es la única esperanza del hombre. Ni el Estado, ni la familia cristiana, ni la escuela, ni ninguna otra institución ofrecen esperanza, y por consiguiente a ninguna se ve como central o importante.

Tercero, una escatología que no sea postmilenaria tendrá una vida de oración muy diferente a la de una postmilenarista. Un problema en la oración es la auto-absorción, una indebida preocupación por lo personal. Hasta cierto punto, esto es necesario, y los Salmos reflejan los intereses privados de sus escritores; pero también reflejan la esperanza de la victoria y la seguridad del triunfo de Dios en la historia. Sin ese interés, nuestras oraciones se convierten en deformes y egocéntricas. Un hecho inexorable que actualmente se nos plantea es la impotencia de la comunidad cristiana. Más de la mitad del pueblo de los Estados Unidos que tiene dieciocho años de edad o que son mayores confiesa creer en Jesucristo como Dios encarnado y en la Biblia como la palabra infalible de Dios. Si esa gente solamente fuese una cuarta parte de la población, todavía estuviera dominando la cultura cuando en realidad es marginal. Sus falsas escatologías lo coloca en las líneas laterales de la historia, y algunos hasta se enorgullecen de su impertinencia.

Hace algunos años, Yo edité la obra escatología de J. Marcellus Kik y la publicación bajo el título de Eschatology of victory (Escatología de la victoria), que talvez sea el mejor título que Yo le haya dado a un libro. El título manifiesta el caso: el postmilenarismo es la escatología de la victoria. Esta fue la razón para el amplio éxito de El Plan de Dios para la Victoria. Mucha gente con otros puntos de vista rápidamente se abrazaron al postmilenarismo porque según escribieron ellos no estaban contentos con ser “Perdonadores”. La noción de la derrota no va bien con el hecho de un Dios omnipotente y un Cristo victorioso.

Para mí, existe otra (y muy personal) ventaja en el postmilenarismo. Se toma con total seriedad y una totalidad de significado la vigencia de Romanos 8:28, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Mi trabajo no ha carecido de sus feos y deshonestos ataques esporádicos. El estar en el “circulo de los ganadores” hace una gran diferencia enfrentar estas cosas y pasarlas por alto porque el resultado final es tan claro. La historia, tanto la historia mundial como el resultado personal, es una magnifica historia de éxito, de acuerdo a la Biblia. De este modo podemos ser pacientes ante la rabia de los ignorantes y los perdedores.