63. EL LIBRE ALBEDRÍO

Capitulo 63 EL LIBRE ALBEDRÍO

LAS GRANDE DOCTRINAS DE LA BIBLIA

por R. C. Sproul

Traductora: Marcela Robaína

63 EL LIBRE ALBEDRÍO

En este mismo momento usted está leyendo estas palabras porque ha elegido por su propia y libre voluntad leerlas. Es posible protestar: "¡No! Yo no elegí leerlas. Me obligaron a leerlas. En realidad no quisiera leerlas". Es posible que ese fuera el caso. Sin embargo, las está leyendo. Es posible que haya otras cosas que prefiriera estar haciendo en este momento, pero ha optado por leer este libro a pesar de ello. Ha decidido leerlo en lugar de no leerlo.

Ya no puedo saber por qué lo está leyendo. Pero sí sé que debe tener sus motivos para leerlo. Si no tuviese ningún motivo para leerlo, simplemente no habría decidido leerlo.

Toda elección que hacemos en la vida, la hacemos por alguna razón. Nuestras decisiones se basan en lo que en determinado momento, y considerando todos los factores, nos parece bien. Algunas cosas las hacemos porque tenemos un deseo muy intensode realizarlas. Otras cosas las hacemos sin tener ni siquiera la conciencia de desearlas. Sin embargo, el deseo está allí presente; de otro modo, no habríamos elegido realizarlas. En esto consiste la esencia misma de la libre voluntad, o el libre albedrío -el elegir de acuerdo a nuestros deseos.

Jonathan Edwards, en su obra The Freedom of the Will ("La Libertad de la Voluntad"), define a la voluntad, o el albedrío, como "aquello con lo que la mente elige". No cabe ninguna duda de que los seres humanos realmente hacen elecciones. Yo elegí escribir, usted eligió leer. Es mi voluntad escribir, y la escritura se pone en acción. Cuando le agrego la idea de libertad, sin embargo, el tema se torna terriblemente complicado. Debemos preguntarnos: ¿Libertad para hacer qué? Hasta el calvinista más ardiente no negaría que la voluntad es libre de elegir cualquier cosa que desee. Hasta el arminiano más ardiente estaría de acuerdo con que la voluntad no es libre de elegir lo que no desea.

Con respecto a la salvación, la pregunta entonces se transforma en: ¿Qué es los que los seres humanos desean? Los arminianos creen que algunas personas desean arrepentirse y ser salvas. Otras desean huir de Dios y cosechar entonces la maldición eterna. Los arminianos nunca dejan en claro por qué las distintas personas tienen deseos distintos. Los calvinistas sostienen que todos los seres humanos desean huir de Dios hasta el momento en que el Espíritu Santo realiza una obra de regeneración. Dicha regeneración cambia nuestros deseos para que libremente nos arrepintamos y seamos salvos.

Es importante señalar que hasta los no regenerados nunca son forzados a ir en contra de su voluntad. Sus voluntades cambian sin su permiso, pero siempre están libres para elegir según su voluntad. Entonces, somos realmente libres para actuar según nuestra voluntad. No somos libres, sin embargo, para elegir o seleccionar nuestra naturaleza. Uno no puede declarar: "De ahora en más desearé solamente el bien" del mismo modo que Cristo no podría haber declarado: "De ahora en más desearé solamente el mal". Aquí termina nuestra libertad.

La teología de la Reforma afirma que la caída dejó a la voluntad humana intacta en cuanto todavía tenemos la facultad de elegir. Nuestras mentes han sido oscurecidas por el pecado y nuestros deseos han sido atados por impulsos malvados. Pero todavía podemos pensar, elegir, y actuar. Pero algo terrible nos ha sucedido. Hemos perdido cualquier deseo que pudiésemos tener por Dios. Los pensamientos y los deseos de nuestro corazón son continuamente hacia el mal. Nuestro libre albedrío es una maldición. Como todavía podemos elegir según nuestros deseos, elegimos el pecado y quedamos sujetos al juicio de Dios.

Agustín dijo que aunque todavía tenemos una voluntad libre, hemos perdido nuestra libertad. La libertad real de la que habla la Biblia es la libertad o el poder de elegir a Cristo como nuestro. Pero hasta que el Espíritu Santo no transforme nuestros corazones, no tendremos ningún deseo por Cristo. Sin ese deseo nunca lo elegiremos a Él. Dios debe despertar nuestras almas y darnos el deseo por Cristo antes de que nos sintamos inclinados a elegirlo.

Edwards dijo que como seres humanos caídos retenemos nuestra libertad natural (el poder de actuar de acuerdo con nuestros deseos) pero perdemos la libertad moral'', La libertad moral incluye la predisposición, la inclinación y el deseo del alma hacia la justicia. Esta tendencia hacia la justicia fue lo que se perdió en la caída.

Todas las decisiones que tomo están determinadas por algo. Hay una razón para ellas, un deseo detrás de ellas. Esto puede sonar a determinismo. ¡De ningún modo! El determinismo nos enseña que nuestras acciones están completamente controladas por algo que nos es externo, que nos hace hacer lo que no queremos hacer. Esto es coerción y es lo opuesto a la libertad.

¿Como es posible que nuestras decisiones sean determinadas pero que no hayan sido controladas? Porque han sido determinadas por algo desde dentro? - por lo que somos y por lo que deseamos. Han Sido determinadas por nosotros mismos. Esto es la autodeterminación, que es la esencia propia de la libertad.

Para ser más precisos, para que podamos elegir a Cristo, Dios debe cambiar nuestros corazones. Yeso es precisamente lo que hace. Cambia nuestro corazón. Nos da un deseo por Él, deseo que de otro modo no tuviéramos. Luego lo elegimos a raíz del deseo que está dentro de nosotros. Lo elegimos libremente a Él porque deseamos elegirlo a El. En esto consiste la maravilla de su gracia.

Resumen

1. Cualquier elección que hagamos, la hacemos por alguna razón.

2. Siempre elegimos de acuerdo con nuestra inclinación más fuerte en el momento de la decisión.

3. La voluntad es la facultad electiva.

4. Los seres humanos caídos tienen una voluntad libre pero carecen de libertad. Tenemos libertad natural pero no tenemos libertad moral.

5. La libertad consiste en la autodeterminación.

6. En la regeneración, Dios cambia la predisposición de nuestros corazones y siembra en nosotros un deseo hacia Él.

Pasajes bíblicos para la reflexión

Deut. 30: 19-20

Jn. 6:44, 65

Jn. 8:34-36

Jn. 15:5

Rom. 8:5-8

James 1:13-15