Articulo 22 - EL CULTO EN LA IGLESIA Y LA ASISTENCIA AL MISMO
Artículo 22 EL CULTO EN LA IGLESIA Y LA ASISTENCIA AL MISMO
Lo que debe ser el culto en la iglesia.
Aunque a todos les esté permitido leer en su casa las Sagradas Escrituras y edificarse recíprocamente en la verdadera fe mediante explicaciones y enseñanzas, son decididamente necesarias las reuniones sacras, o sea, las reuniones en el templo o iglesia con los siguientes fines: Predicar al pueblo la palabra de Dios ordenadamente, elevar públicamente súplicas y oraciones, celebrar los sacramentos en debida forma y colectar donativos para los pobres, las necesidades de la iglesia y el mantenimiento de las actividades eclesiásticas usuales. Es innegable que en la Iglesia primitiva apostólica tales reuniones eran frecuentemente visitadas por todos los creyentes.
No abstenerse del culto.
El hecho de tenerlas en poco y abstenerse de asistir a ellas es un desprecio de la fe verdadera. La gente que tal desprecio haga será amonestada seriamente por los pastores y las autoridades temerosas de Dios a no proseguir absteniéndose tenazmente del culto y las reuniones sacras.
El culto público.
Las reuniones de los fieles no deben celebrarse a escondidas y en secreto, sino pública y regularmente, a no ser que lo impida una persecución de los enemigos de Cristo y su Iglesia. Y es que no hemos olvidado que en otros tiempos las reuniones de los primeros cristianos se celebraban en lugares escondidos a causa de la tiranía de los emperadores.
Los lugares de reunión de los creyentes deben ser decorosos y apropiados en todo a la dignidad de la Iglesia de Dios. Se escogerán edificios y templos amplios, pero que se vean limpios de todo cuanto no corresponde a la Iglesia. De aquí que se ordene y mande aquello que sea propio de la decencia, las necesidades imprescindibles y la dignidad piadosa, a fin de que nada falte en cuanto a las exigencias de los actos cúlticos y las actividades de la Iglesia.
Humildad y Modestia en El culto.
Si bien creemos que Dios no mora «en templos hechos por mano del hombre», sabemos, sin embargo, por la palabra de Dios y las costumbres sacras, que los lugares dedicados a Dios y a su adoración no son lugares cualesquiera, sino lugares santos; y quien en ellos se encuentre debe portarse reverente y educadamente, ya que se halla en lugar sagrado, en presencia de Dios y sus santos ángeles. En consecuencia, no deben admitirse en modo alguno, sea en templos, sea en oratorios cristianos, brillantes vestiduras o cualquier signo de soberbia, que ofendan a la humildad, la decencia y la modestia.
El verdadero adorno de las iglesias.
El verdadero adorno de las iglesias no consiste en marfil, oro y piedras preciosas ,sino en la sencillez, la piedad y las virtudes de quienes están en la casa de Dios.
No haya lenguaje extranjero y extraño en el culto.
Que en la iglesia todo se realice decente y ordenadamente; que todo sirva para edificación. ¡Fuera, pues, con lenguas extrañas en los cultos! ¡Que todo se pronuncie, diga y hable en el lenguaje del pueblo, lenguaje usual, corriente que la gente entenderá en la reunión cúltíca!